El desembarco aliado del 6 de junio de 1944 pudo haber acabado con un desastre por la cantidad de variables dramáticas que estaban en juego: la capacidad alemana de respuesta, el clima, el factor sorpresa y el manejo de la información. Representó una bisagra en el desarrollo de la segunda guerra mundial, ya que inauguró un frente bélico occidental para el régimen de Adolf Hitler, pues se agregó al frente oriental, donde las fuerzas soviéticas comenzaban a tomarse revancha de la ocupación (y devastación) que el régimen nazi llevó a cabo desde 1941. Aquel “segundo frente”que reclamó durante más de dos años el líder soviético Joseph Stalin a Winston Churchill, con el objetivo de dividir la capacidad del ejército alemán y disminuir su capacidad de acción. 

Uno de los datos que suele pasar desapercibido es que fue una operación que demandó una planificación de más de dos años, que involucró a varios países del frente aliado y que implicó (como nunca antes en la historia) una campaña de engaños, confidencialidad, pistas falsas, señales de humo, palomas mensajeras, innovación tecnológica y hasta trucos de ilusionismo. El plan de engaño incluyó agentes dobles y una campaña de desinformación sistemática para que Alemania se convenciese de que la invasión a través del Canal de la Mancha (que todos sabían que ocurriría tarde o temprano) sería en algún punto cercano a Pas-de-Calais y no en Normandía, donde finalmente ocurrió: tanques y barcos inflables que simulaban ser reales, muñecos lanzados desde aviones en vez de paracaidistas, cientos de miles de tiras de papel metálico (llamadas Window) para confundir a los radares de defensa ubicados en la costa de la Francia ocupada. Los aliados mantuvieron una campaña de incertidumbre hasta último minuto respecto al lugar y al momento que se desarrollaría la más grande invasión marítima que la historia conozca. 

Si en el mundo actual el acceso a la información determina las relaciones de poder, el Día D nos enseña que fue posible gracias a una proeza criptográfica (en gran parte debida a Alan Turing), que permitió descifrar el complejo y hasta entonces inexpugnable código secreto alemán denominado “Enigma”, lo que permitió acceder a las más secretas comunicaciones del estado mayor alemán, sin que ellos ni siquiera lo sospechasen hasta que concluyó la guerra. El haber declarado la guerra a los Estados Unidos en 1941 fue posiblemente otro dato clave de la historia, porque inclinó la balanza en forma inevitable hacia la derrota.

El mariscal de campo Erwin Rommel, quien llevó a cabo la campaña en el norte de África, fue el encargado de diseñar la planificación y monitorear la defensa alemana. Rommel, cerca del final de la guerra, participó en el desarrollo de un plan sin éxito para derrocar a Hitler y recibió como ultimátum dos opciones: ser ejecutado como traidor o el suicidio con honores. Eligio la segunda. La noche del 5 al 6 de junio, los 3000 primeros buques de guerra aliados de un total de 7000 (británicos, estadounidenses, canadienses, polacos, holandeses, noruegos, franceses y griegos) atravesaron el Canal de la Mancha trasladando el primer contingente de los más de 150.000 hombres que iban a desembarcar en Normandía. 

La historia de esta batalla tiene un final conocido: las defensas alemanas fueron vencidas (la predominancia aérea aliada fue clave) y a los pocos días comenzó el avance aliado por territorio francés, con la reconquista de Paris en agosto 1944. Los combates en Europa occidental continuaron ocho meses después del desembarco en Normandía y el Día D, si bien representó un antes y un después, sólo fue el preludio de muchas otras batallas, muertes y pérdidas hasta el final de la guerra.

 

Un 6 de junio, hace 77 años, comenzaba a terminar la segunda guerra mundial.