Todo tiene un final y el momento del anuncio del palmarés en un festival cinematográfico indica que la fiesta está por terminar. Aunque, en esta ocasión, la inminencia de un feriado permitirá que cinéfilos y curiosos aprovechen al máximo el día de hoy –el último de proyecciones– para intentar ver esa perla esquiva o alguno de los films ganadores de las diversas competencias de este 19° Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, cuya dirección artística recayó por segunda vez en el crítico Javier Porta Fouz. El gran ganador de la Competencia Internacional resultó ser el cine español, que terminó llevándose los premios a Mejor Película (Niñato, de Adrián Orr) y Mejor Dirección, otorgado a la realizadora Carla Simón por su película Estiu 1993. Si a esos dos galardones se les suman el premio compartido a los cortometrajes Nuestra amiga la luna, de Velasco Broca y La disco resplandece, de Chema Garcia Ibarra –ambos contendientes en la sección Vanguardia y género–, resulta claro que, para los jurados correspondientes, algo interesante está ocurriendo en la otrora llamada Madre Patria. En el apartado local, los dos premios principales en la Competencia Argentina terminaron en las manos de Alejo Moguillansky, por La vendedora de fósforos, elegida como Mejor Película, y Toia Bonino como Mejor Director por su película Orione, más una mención especial para el largometraje Una ciudad de provincia, de Rodrigo Moreno.

Fiel a su costumbre, el Bafici exhibió este año unos 400 títulos entre cortos, medios y largometrajes, ofreciendo un muestrario del cine producido durante el último año a lo largo y ancho del planeta, y dedicando otra parte importante de su programación a los rescates, focos y retrospectivas. La visita del italiano Nanni Moretti –que acompañó una retro casi completa de su obra, participó de dos charlas formales con el público y presentó varias de sus películas– acaparó una parte importante de la atención durante los primeros días festivaleros, confirmando la saludable tendencia a buscar un nombre reconocido más allá del mundillo cinematográfico como imán para la prensa y el público general. La cinefilia dura, en tanto, tuvo su momento de gloria en las retrospectivas del portugués António Reis y el español Francisco Regueiro, nombres casi desconocidos por estas latitudes y cuyas respectivas filmografías resultan de difícil acceso. La posibilidad de ver en copias restauradas clásicos del cine popular de otros tiempos como El gran silencio, de Sergio Corbucci, Suspiria, de Dario Argento, u Obaltan, obra cumbre del melodrama social coreano de los años ‘60, fue otro de los puntos altos de esta edición.

La Competencia Internacional ofreció este año veinte títulos (más otros dos fuera de concurso), entre ellos varias premieres mundiales, en una selección que se sintió compacta y de un buen nivel en promedio, con escasos desniveles en general y varios picos de calidad. Los premios a Mejor Director por Estiu 1993, el emotivo relato de una niña que inicia una nueva vida luego de la muerte de su madre, y como Mejor Película a Niñato, una docu-ficción que retrata la vida cotidiana de un padre y sus tres pequeños hijos en la España de la crisis económica, permite afirmar que el jurado privilegió el riesgo y la fragilidad antes que el consenso o el profesionalismo. Cabe mencionar que Niñato, como viene ocurriendo desde hace algunos años con los ganadores del premio mayor, será lanzado comercialmente en el futuro por la distribuidora Z Films.

A su vez, el Premio Especial del Jurado de esa misma sección fue otorgado a Viejo Calavera, de Kiro Russo –una notable ficción enraizada en la dura realidad de un pueblo minero de Bolivia– y la Mención Especial a Arábia, de los brasileños Affonso Uchôa y João Dumans, dos films que demuestran que el énfasis en las temáticas sociales puede conjugarse con el riesgo formal y la experimentación narrativa. Finalmente, el jurado integrado por Amy Nicholson, Andrea Testa, Denis Côté, Nicolás Wackerbarth y Julio Hernández Cordón, en un hecho novedoso, decidió entregar dos galardones a las actuaciones, uno a la Mejor Actuación individual, para Daniela Castillo por su rol en Reinos, del chileno Pelayo Lira, y otro a la Mejor Actuación de elenco para el reparto de chicas futbolistas de Hoy partido a las 3, de Clarisa Navas.

El premio mayor de la Competencia Argentina, otorgado a La vendedora de fósforos, de Alejo Moguillansky, distingue a una película que circula a contracorriente de cierta tendencia del cine argentino contemporáneo, representada en esta sección por películas como Casa Coraggio y Otra madre. La tendencia que se menciona deriva del ancho río de documentales que produjeron a lo largo de los últimos quince años, y tiende a reflejar el mundo de la cotidianidad más rasa, como si trabajara con dos espejos: uno puesto en el lente de la cámara, apuntando a la “gente común”, y el otro en la pantalla, representando al propio espectador, como si existiera algo así como el “espectador medio”. Frente a esta apoteosis de la medianía prestada, La vendedora de fósforos apuesta a construir un mundo autónomo de pura ficción, que impone sus condiciones desde el primero al último plano. Confirmando los antecedentes de Moguillansky, esa imposición constituye una suerte de dictadura de lo lúdico, hecha de intertextualidades, velocidad, polifonías, intereses cruzados y goces narrativos. Varias de esas características fueron replicadas, desde lo que podría llamarse “documental del yo”, por Los territorios, prometedora ópera prima de Iván Granovsky.

Una de las tendencias virtuosas del cine argentino de los últimos lustros, la del documental de creación, resultó reconocida con el Premio a la Mejor Dirección para Orione, de Toia Bonino. La película narra el paso a la delincuencia de dos jóvenes del conurbano, desde los ojos de su madre y confrontando el mundo de lo doméstico con el del delito. La realizadora utiliza imágenes caseras como fotos y grabaciones en video, para poner a los dos muchachos en el contexto familiar. Lo cual recuerda algo que no por obvio suele tenerse presente: detrás de todo chorro hay una familia. Y todo chorro, cuando se va deja deudos. Allí está esa torta de chocolinas que la madre prepara con todo amor, a lo largo de la película, para el nieto, que quedó sin padre.

El tercer premio de la sección, la Mención Especial, fue para otro documental, el primero en la carrera de Rodrigo Moreno (El custodio, Reimon). En Una ciudad de provincia, Moreno filma la ciudad de Colón, Entre Ríos, como si fuera un organismo respirando. Cuando la cámara es señalada por alguien que la mira o comenta sobre su presencia, su condición de extranjería no se disimula: el de Moreno es un documental de observación. Registro de una Argentina atrapada en la superstición y el prejuicio, el documental El espanto se ve como película de terror. En su caso, el premio será el estreno.

El célebre iceberg de Hemingway marcó el modo de acercamiento al mundo de la intimidad en varias de las películas de la sección, desde Fin de semana (se estrena el jueves próximo) hasta El Pampero, pasando por Cetáceos. En todas ellas asoman el conflicto, las deudas impagas, la insatisfacción, la desorientación, la angustia. Pero lo que aflora es una pequeña porción de una ancha masa que se mantiene fuera de campo. En los casos de Una hermana y Hora - Día - Mes, ni siquiera eso: lo único que se sabe de los personajes es lo que está a la vista, y lo que está a la vista no revela.