El jueves 24 de junio me levanté muy temprano. Estaba preocupada porque el día anterior me había vacunado y no quería sentir ningún malestar. Me esperaba un día muy largo, histórico para nuestra sociedad. Se votaba en el Senado la Ley de Cupo e Inclusión Laboral Travesti Trans. 

La cita venía demorada. Llegué al Senado alrededor de las 16.30 horas, me acredité y la gente de protocolo me acompañó hasta los palcos. El camino fue largo (había más escaleras que en un teatro de revistas). Entrar al recinto fue intimidante, nunca había estado ahí. Las columnas, el mármol y el vitral majestuoso del techo me impactaron y quedé subyugada por su belleza. 

La primera persona con la que me crucé fue Alba Rueda, subsecretaria de Políticas de Diversidad de la Nación. Nos saludamos cálidamente, seguí hasta el siguiente balcón y me senté junto a Daniela Castro, directora provincial de Políticas de Diversidad Sexual de Buenos Aires. 

En los balcones podía ver a diferentes compañeras militantes. A algunas las conocía, a otras, no. Todas unidas por la misma causa, por el mismo dolor. Fueron años de lucha, de pérdidas, de conquistas. La emoción se podía sentir en el aire. Era imposible que no te atravesara si escuchabas lo que se decía en las oratorias y las anécdotas. Me reconocí en mucho de lo que se contaba, pero también volví a tomar conciencia de mi suerte, del lugar de privilegio en que quedé por haber logrado de chica trabajar en el teatro.

Cuando comenzaron a leer los votos, sentía tantos nervios que no podía conectar el vivo de Instagram. Quería que mis seguidores lo vieran a través de mis ojos. Con 55 votos positivos, 1 negativo y 6 abstenciones, ¡fue (y es) ley! Un logro más para nuestra sociedad y la democracia. El gran esfuerzo de las travas y las organizaciones sociales rindió sus frutos y esa cosecha estalló en el canto: ¡Al calabozo no volvemos más! Mientras cantábamos gritábamos, y nos abrazamos fuerte. 

En el libro Crianzas de Susy Shock Claudia Acuña escribió: «Abrazarse parece fácil, pero nunca es fácil llegar hasta el abrazo. Primero hay que saber lo que significa que nadie te abrace y de eso, mis amigas travas y yo sabemos bastante». Nuestras manos le hicieron honor a esa verdad y palmearon las espaldas. Fueron abrazos largos, cargados de emoción y sentimiento real. 

Fueron años de luchas, de incertidumbre, de abandono. Muchas murieron en el camino. Lohana y Diana lo tenían muy claro, una de las grandes batallas del movimiento político travesti era la lucha por el acceso a trabajo formal. Y el jueves, el Estado les y nos dijo: presente. 

Marlen Wayare se acercó y me dijo: «Hoy nos merecemos todos los abrazos del mundo». ¡Síííí! ¡Nosotras tuvimos que empezar de menos un millón para abajo! Con todo en contra. El sistema cis patriarcal, la condena social, la expulsión de las instituciones, y el rechazo familiar. ¿Como podíamos pensar en construir una vida o acceder a un trabajo formal? 

Esta ley da vuelta la página a una larga historia de discriminación y la imposición de la prostitución como medio de subsistencia de un sector de la sociedad extremadamente vulnerable. Estamos transitando el mes del orgullo nada menos que con esta ley; el orgullo es también ahora transformar la desigualdad en un derecho. 

Hoy puedo vislumbrar otra Argentina con nuevo horizonte que asoma para muches. Pensar en la vejez trans y que de una buena vez cambie esa maldita estadística con el promedio de vida más bajo que cualquier población. Y me lleno de emoción con solo pensar en la posibilidad que les va a dar a las nuevas generaciones. Que la prostitución no sea destino para nadie que no quiera. Que se puedan construir autoestimas sólidas, con futuro, opciones y esperanzas de tener una vida como cualquier ciudadanx. 

Hace 100 años las mujeres no podían votar. Hace 100 años una persona afroamericana no podía viajar en el mismo micro que una persona blanca. Hace 100 años los homosexuales no podían casarse. Hace 100 años no podías divorciarte. Hace unos años, el colectivo trans no tenía acceso a un trabajo formal, ¡hoy sí! 

Las entrevistas removieron mucho más las emociones y cuando llegué a casa, al abrir la puerta mis hijxs me gritaron: ¡mamita! Los abracé fuerte y les dije: «hoy la Argentina es un poco más justa para todxs». Como dijo nuestra querida Susy Shock: «Nuestra venganza será llegar a viejas».