Que estalle todo: por primera vez, una trabajadora de reparto logró que la empresa Pedidos Ya la reincorporara, tras casi un año de lucha ininterrumpida y luego que la Justicia laboral obligara a la app de delivery a devolverle su puesto, un hecho inédito en la Argentina y en la región, donde miles de repartidorxs ponen el cuerpo en la calle sin siquiera ser reconocidxs en sus mínimos derechos. Gracias a la cautelar que impuso la jueza Rosalía Romero, la empresa tuvo que volver a habilitarle la cuenta a Laura Cáceres, que había sido cesanteada sin causales. “Fue un despido persecutorio y antisindical”, afirma Laura, una de las referentes más jóvenes de la Red de Trabajadores de Precarizadxs y de la Asamblea Nacional de Trabajadorxs de Reparto (ANTR).

“Me despidieron en septiembre de 2020, con el argumento de que no había entregado dos pedidos de locales gastronómicos a tiempo ni en condiciones”, recuerda Laura, que vive y trabaja en Pilar. “Una mentira total, porque los pedidos no sólo fueron llevados y entregados, sino que las mismas clientas salieron como testigos en mi causa.” Pese a que la empresa apeló, el tribunal no le hizo a lugar, sentando jurisprudencia histórica a favor de lxs trabajadores en tiempos que la pandemia es un acelerador del empobrecimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans.

“La Justicia determinó que fue un despido injusto por donde lo mires, pero en realidad me echaron porque no toleraron que peleara junto a mis compañerxs por nuestros derechos”, explica Laura con la certeza de que es tiempo de recuperar lo perdido y continuar la lucha. “Vamos a seguir peleando contra los sistemas de explotación de estas empresas impunes, con pésimas condiciones laborales, sin ART, ni aportes y sin ningún tipo de licencias. Queremos ser incorporadxs a la Ley de Contrato de Trabajo con un proyecto que reconozca nuestra actividad y la dignifique”, remarca. “Somos esenciales en esta pandemia, pero hasta los barbijos y el alcohol en gel salen de nuestros bolsillos. Las pausas que hacemos por enfermedad, accidentes o lesiones significan más descuentos y el tiro de gracia sigue siendo el bloqueo de cuentas, un castigo que significa ni más ni menos que perder el trabajo.”

Este miércoles, la red que nuclea a jóvenes precarizadxs, informales y desocupadxs, realizó un encuentro virtual en Pilar, territorio de Laura, para discutir cómo organizarse en los barrios, en los lugares de trabajo y de estudio, con el impulso del primer triunfo en Pedidos Ya. “El ajuste que hay sobre lxs jóvenes es claro. La mayoría están desocupadxs o en trabajos ultra precarios y sin derechos”, plantean en un comunicado. “No tenemos por qué resignarnos a vivir así, sin poder proyectar un futuro para nosotrxs y las nuevas generaciones.”

Como Laura, otros compañeros obtuvieron fallos favorables para  reincorporarse, pero la empresa no cumple.

El año pasado, la Legislatura porteña sancionó una ley que regula la actividad de trabajadores de deliverys, califica a las empresas de plataformas como “intermediarias” de oferta y demanda, y las exime del cumplimiento de toda normativa laboral y tributaria. “De ´plataformas colaborativas´, nada”, se indigna Laura, y recita cada número de los 60.874 pesos que necesita una familia para no caer en la línea de pobreza, ajustes que garantizan la tremenda rentabilidad de las app. “Multinacionales que se enriquecen a costa de la explotación de pibas y pibes, haciendo la propaganda de que sos tu propio jefe, cuando la verdad es que las compañeras y los compañeros trabajan todos los días a un ritmo enloquecedor y se mueren en la calle. Porque estas empresas también producen crímenes laborales, como el de Franco Almada en abril del año pasado, cuando salió a trabajar por última vez como repartidor, en condiciones de absoluta precariedad laboral, y lo atropelló un conductor que después se fugó. Al no ser reconocido por Pedidos Ya como trabajador, la familia no recibió una indemnización por su muerte.”

Hasta que el Juzgado del Trabajo N° 71 que dirige Rosalía Romero ordenó la reinstalación de su cuenta, Laura hizo changas como empleada informal de casas particulares y viajes diarios su bicicleta desde Pilar hasta Ciudad para trabajar en Rappi. “Pedalear y pasar el día entero en la calle es duro. A veces me quedaba a dormir en lo de una amiga. ¿Cómo no iba a necesitar sostenerme en una alternativa de organización? ¿Cómo no vamos a impulsar paros por aumento salarial cuando enfrente tenemos a estos monstruos que se lavan las manos ante cualquier reclamo? Son muchísimos lxs compañerxs que fueron desvinculadxs y que no logran recuperar sus cuentas.”

El día que la despidieron, permanecía aún en el ranking 2, un falso podio que implica mejor paga, mejores turnos y todo aquello que la empresa considere deber cumplido, aunque eso suponga mayor exposición, rodar a velocidades desquiciadas por las avenidas o la Panamericana en su caso, especialmente en días lluviosos, cuando se pide más delivery. “Todas las semanas hacen un seguimiento de los rankings. No contemplan que nuestros cuerpos están sobreexigidos, arriba de una bicicleta o de una moto durante diez horas diarias, con los riñones resentidos y las piernas y el estómago doloridos por la misma posición. Cada vez que menstruás te duele la vida toda la semana, y si llueve es peor, te enfriás, tenés que aguantar el dolor de espalda y de ovarios. Se nos muere el cuerpo cuando pasan esas cosas, pero seguís pedaleando porque no queda otra.”

Laura dice que hay dos Pilares. El de la gente rica, de los que tienen countries, y el otro Pilar, el de las casas que se caen a pedazos, el de las pibas de los barrios, que consiguen "laburos de dos con cincuenta". A Patricia, su madre, todavía no le llegó el agua caliente. “Es empleada de casas particulares y hace siete años que trabaja para un chabón de guita al que no le conoce la cara”, lamenta. “Ella creía que este gobierno iba a revertir un poco el desastre que dejó el anterior, pero ya ni siquiera tenemos la IFE y el coronavirus sigue ahí; es todo muy contra lxs laburantes. Y las mujeres estamos totalmente informalizadas, no podemos aspirar a una casa, a un estudio. Por ejemplo, quiero ser abogada, y no puedo proyectarme en ese sentido. Nuestra calidad de vida va bajando porque no tenemos expectativa de nada.”

Como ella, otros cinco compañeros obtuvieron fallos favorables para ser reincorporados, pero la empresa no acata. La pregunta se derrama sola, ¿qué hacer cuando la Justicia queda corta? “Dar la lucha con movilizaciones, cortes, murales, con solidaridad intersectorial e interseccional. Las plataformas de app están conformadas por un 90 % de varones, 10 % de mujeres, lesbianas, trans, y por un 75 % de migrantes. Pero cuando las mujeres nos plantamos es muy fuerte, y cuando no dejamos que las empresas ni los gobiernos nos pisen la cabeza, conseguimos un montón de cosas. Aun así nos siguen pegando, sometidxs a una deuda horrible y al imperialismo, bajo los zapatos de los chabones que deciden la política. No nos quieren.”

Anoche durmió cuatro horas, pero la falta de sueño no debilita. Ahora se postula como candidata por el Frente de Izquierda a consejera escolar en Pilar. “En los meses que la empresa me dejó afuera, pensaba ´voy a volver, la vas a tener re difícil´. Cuando me reincorporaron fue un subidón. ´En tu cara, PedidosYa´, grité. ¡Hasta mi amiga me trajo golosinas para celebrar!”, ríe. ¿Qué falta ahora? “Todo. Que no paguemos más por nuestra indumentaria ni por nuestras mochilas de entre 3 mil y cuatro mil pesos, que no nos desvalijen con monotributos usurarios. Queremos tiempo para poder comer. ¡Que no nos bloqueen más las cuentas y nos reconozcan como trabajadorxs! Es tanto lo que falta, pero seguiremos buscando nuestros métodos de debate y nuestras mejores formas de organizarnos para luchar en unidad. La reproducción material de la vida siempre debe ser sanadora y colectiva.”