PáginaI12 En Gran Bretaña

Desde Londres 

Theresa May acusó a la Unión Europea de injerencia en la campaña electoral con una deliberada distorsión de la posición de su gobierno sobre el Brexit. “La prensa europea está distorsionando la posición británica. La Unión Europea está endureciendo su posición. Políticos y funcionarios europeos han amenazado al Reino Unido. Todo es un intento deliberado de influir en el resultado de las elecciones de 8 de junio”, indicó May a la prensa a la puerta de la residencia de 10 Downing Street.

La información de la prensa europea, recogida y ampliada por la británica, se refería a una tormentosa cena de May con el presidente del ejecutivo Europeo Jean Claude Juncker el miércoles de la semana pasada. Según la prensa, Juncker había dicho que May y su equipo de negociadores vivían “en otra galaxia”, que no había posibilidad alguna de iniciar negociaciones si no cambiaba esta posición y apenas Fifty-Fifty de chances de llegar a un acuerdo.

El grado de irreconciliable antagonismo y animosidad que reveló la prensa fue confirmado ayer por el jefe de negociadores de la UE, Michel Barnier. “Algunos políticos británicos creen en el espejismo de una separación rápida e indolora de la Unión Europea. La realidad no es así”, dijo Barnier.

Es el mensaje que vienen repitiendo desde el jueves pasado desde el continente europeo. Lo dijo nada más y nada menos que la canciller alemana Angela Merkel al parlamento alemán al otro día de la famosa cena y lo repitieron “off the record” muchos diplomáticos durante la cumbre que congregó el sábado en Bruselas a los 27 europeos (todos menos el Reino Unido) para fijar una posición común respecto al Brexit.

La contundente reacción de May buscó capitalizar un clásico de cualquier elección: el fantasma de una injerencia extranjera. “Nosotros queremos una Unión Europea exitosa y un acuerdo que sea conveniente para ambos. Pero más allá de las intenciones de muchos políticos europeos, hay gente en Bruselas que no quiere que esto tenga éxito. Por eso, hoy más que nunca, necesitamos un gobierno fuerte y estable porque un Brexit exitoso es esencial para nuestra seguridad y prosperidad. Si la negociación no es exitosa, las consecuencias serán muy fuertes para nosotros, para nuestros hijos y nuestros nietos. Es una elección clara porque solo hay dos personas que pueden ser primer ministro: Jeremy Corbyn o yo”, dijo May.

A May le llovieron palos por el impacto que esta declaración puede tener en las negociaciones. Corbyn acusó a May de politiquería con el Brexit. “Lo que quiere es elevar la temperatura de la discusión para envolverse en la bandera y distraer la atención pública de los problemas económicos y el deterioro de los servicios públicos. La negociación es vital para nuestra nación, pero May está poniendo el interés político partidario por sobre el nacional”, dijo Corbyn.

Nicola Stungeon, líder del tercer partido en el parlamento, el Scottish National Party (SNP: independentistas escoceses), la acusó por twitter por un “discurso profundamente irresponsable” para desviar la atención de los problemas que generaron los conservadores y “envenenar el clima de una negociación muy complicada”. En el caso de los escoceses está además en juego el referendo por la independencia que le solicitó Stugeon a May en marzo y que la primera ministra rechazó porque afectaría la unidad nacional, posición que puede resultar insostenible si el resultado en Escocia el 8 de junio es un nuevo espaldarazo para el SNP que rechaza de modo tajante la separación de la UE.

Los plazos de la negociación son muy cortos y se han achicado aún más con la convocatoria anticipada a elecciones. El 29 de marzo de 2019, dos años después de que May invocara el artículo 50 para activar las negociaciones, se debe llegar a un acuerdo sobre la separación del Reino Unido de la UE y el nuevo tipo de relación que tendrán ambas partes. Las diferencias parecen hoy abismales. El Reino Unido quiere negociar la separación y el nuevo acuerdo al mismo tiempo. La UE señaló que primero se debe llegar a un acuerdo definitivo sobre la suerte de los europeos en el Reino Unido y de los británicos en la UE, y a un acuerdo avanzado sobre las “cuentas pendientes del divorcio”: solo allí se determinará qué tipo de relación comercial tendrán ambas partes.

No se trata de una simple formalidad entre arreglar todo al mismo tiempo (los británicos) o en dos fases (los europeos). Los británicos se oponen a que los familiares de los europeos en el Reino Unido tengan derecho a instalarse en el país, algo que la UE exige incondicionalmente. Según el Financial Times, los europeos van a pedir a los británicos unos 100 mil millones de euros en concepto de divorcio por cuentas pendientes y compromisos contraídos.

En caso de que no se solucionen estas diferencias –con este nivel de animosidad es una posibilidad cada vez más factible– los problemas monetarios se deberían resolver en las cortes y el Reino Unido pasará automáticamente a ser una nación como cualquier otra en relación a la UE con la que mantiene la mitad de su comercio. Esto implicará un salto de aranceles del 15% para los alimentos, 10% para coches, 36% para productos lácteos.

A corto plazo, de cara a las elecciones, la carta nacionalista puede ser efectiva. En el referendo del 23 de junio los británicos rechazaron entre otras cosas que desde Barack Obama hasta el FMI y la dirigencia europea les auguraran un futuro aciago si votaban por el Brexit.

Las últimas encuestas han bajado un poco la diferencia que le llevaba Theresa May a Corbyn al convocar a elecciones hace dos semanas: de 24 puntos a 14. Igual es un largo trecho a recorrer para el laborista en las cinco semanas que quedan. En la prensa, mayoritariamente pro-Brexit, celebraron la posición firme de May, pero en un semanario conservador, The Spectator alertó sobre los riesgos. “La declaración la ayudará en las elecciones. Pero tiene sus riesgos. El peligro mayor es que en un ambiente como el que hay hoy no exista la posibilidad de generar un espacio para compromisos mutuos”, señala el analista del semanario James Forsyth.

Una cosa está clara. La UE empezó a apostar fuerte. Los diarios británicos reportaron ayer que la Comisión Europea está finalizando propuestas legislativas para limitar fuertemente el negocio bancario con euros para la City londinense que hoy tiene a su cargo un 75% de las transacciones de derivados en euros, un suculento mercado de más de 500 mil millones de euros. Según los especialistas esto impactaría en la decisión de muchos bancos europeos que abandonarían Londres como sede central de sus operaciones.

Los centros financieros de Frankfurt, París y, en menor medida, Madrid son los pescadores de este río revuelto.