“Un gran complot de todos nosotros, los que estamos en el libro”: así define Martín Pérez –editor del suplemento Radar de PáginaI12– a Dis-tinta, la compilación de 33 dibujantes de la “nueva historieta argentina” que realizó junto al humorista gráfico Liniers, y que acaba de publicar el grupo Penguin Random House. Y allí empiezan a explicarse los motivos del “complot” porque, según explican, fue un esfuerzo para que un gran grupo editorial prestara atención al universo de la historieta. “Esto es algo que en todo el mundo estuvo sucediendo, pero en la Argentina, con la tradición que tenemos, nunca pasó y, salvo casos esporádicos, las grandes editoriales nunca se abrieron a este fenómeno”, explica Pérez. En este punto no le falta razón al compilador. En el país, las editoriales especializadas en la disciplina son, como mucho, medianas (como Ediciones de la Flor). Los grandes grupos editoriales recién tímidamente apuestan por la historieta infantil (Planeta con Astérix y Lucky Luke, Sudamericana con Chanti y su Mayor y Menor), pero no parecen encontrar la fórmula con la historieta para adultos. “Saben que existe, que es un boom, tratan de descularlo y no la embocan”, describe el panorama Liniers. Algo embocaron, porque el libro finalmente se presenta hoy a las 20.30 en la sala Roberto Arlt de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

En discusiones con la editorial, los responsables locales de Penguin explicaban que era difícil cambiar la mentalidad de vendedores y gente de la editorial. “¿Qué hace falta?, preguntamos y nos dijeron ‘que sea grande’, y bueno, ¿400 páginas están bien para que el elefante se dé cuenta?”, plantea Pérez. Y a la propuesta, tiró “una zanahoria”: Liniers como seleccionador de sus colegas.

“¡Y yo tengo una zanahoria grande!”, dispara la risotada Liniers, antes de ponerse serio. “Hay cierta desprotección editorial de un grupo de gente que no debería estar desprotegido, porque si no, nos va a pasar lo mismo que con Muñoz y Sampayo, que para comprar el Alack Sinner hubo que esperar treinta años”, señala. “Toda la generación francesa de los ‘80 aprendió a usar el negro con los dibujos de Muñoz; yo uso muy mal el negro porque de la librería no me traía a Muñoz, me traía a Quino, Fontanarrosa, Caloi, porque el humor gráfico sí estuvo muy bien cuidado por la industria editorial argentina”. Y si ese “descuido” lo impulsó a montar su propio sello (Común), el humorista entiende también que un libro como Dis-tinta no podía ser abordado por una editorial chica.

“Otra cosa que sucedió en esas discusiones con la gran editorial fue plantearles ‘mirá, en Córdoba hay una editorial chiquita (Llantodemudo) que edita mil ejemplares, les paga a los autores con libros y los agotan, y vos acá editás gente que hace prosa, literatura, y no te vende eso, ¿por qué no podés hacer el pase?’”, recuerda Pérez. Son varios los ejemplos de editoriales pequeñas del sector que tienen uno o dos “hits” que reimprimen con cierta regularidad y empujan el resto de su catálogo. “Evidentemente funciona, pero la respuesta era que la mentalidad, que esto, que aquello. Por un momento pensé que estábamos llegando tarde, porque está habiendo un cambio de viento: hay editoriales nuevas que tienen un catálogo extraordinario y están empezando a ocupar un lugar los que merecían estar”, comenta Pérez. “Incluso, desde que empezamos las conversaciones hasta que se concretó salió Informe, un libro de cantidad de páginas con su propia búsqueda de gente nueva, algunos tan nuevos que ni siquiera habían hecho historieta antes, publicado por la Editorial Municipal de Rosario, y por un momento dije ‘capaz perdimos el hueco’. Pero al final no, porque el problema principal sigue ahí, las grandes editoriales no se atreven con esto, no lo entienden, no encuentran cómo. Y nosotros no queríamos juntar a los nuevos, sino a la generación de 2000, que mantuvo viva a la historieta”.

La selección, explica la dupla, empezó por dejar afuera a los últimos exponentes de la etapa “industrial” de la historieta argentina. Los Diego Parés o Esteban Podetti, por ejemplo. Es decir, aquellos que llegaron a publicar y quedaron huérfanos con la caída de La Urraca, y que más tarde formaron la publicación independiente Suélteme. “Los que aparecieron después, aparecieron cuando desapareció todo”, propone como trabalenguas explicativo Liniers. Por eso en el libro aparecen exponentes del universo de los fanzines de finales de los 90 (Kapop, Lule Le Lele) y del boom digital de comienzos de siglo (Historietas reales), entre una amplia retahíla más. También evitaron a quienes migraron a otros mercados, aunque en todo, reconocen, hay excepciones en el libro, caprichos, olvidos involuntarios y gustos personales.

“El resultado de esa orfandad editorial es que todos los pibes que están en el libro tienen una búsqueda absolutamente personal y no dibujan pensando en que se los publique L’Association o Drawn & Quarterly o pirulo. Hay influencias, obviamente, pero son las que se buscó con libertad absoluta a partir del gesto absurdo de querer ser historietista en los 90 o 2000”, reflexiona el dibujante.

“Antes de tenerlo en la mano, pensaban el libro con escepticismo, pero apenas en la editorial pudieron verlo, se volvieron locos y ¡ni siquiera estaba cosido! Iba a ser mucho más caro, y le bajaron el precio y aumentaron la tirada, se pusieron la camiseta de la historieta, porque una cosa es imaginarla y otra verla, tenerla en la mano”, dice Pérez.

Así como plantean las cosas, considerar un segundo volumen en un futuro más o menos cercano no sería ninguna locura. Y ambos coinciden con fervor. Según Liniers, ni siquiera les “resultaría muy difícil hacerlo”. El periodista, en tanto, apuesta por profundizar la relación con la editorial y que devenga colección. “Creo que naturalmente en un tiempo va a haber más de un tomo, pero mi idea, mi sueño, es que esto sirva para armar una colección, que los autores que están acá se consigan un contrato como el de un escritor normal”, confiesa. “Es un pie en la puerta para todos: sirve para que otras editoriales también lo vean, que se dinamice, porque viéndolo hecho lo van a entender. La gente sigue imaginando cosas, pese a tanta pantallita y tanto celular, en dos dimensiones y en papel”.