Y fue ley. Un día, al filo del final del año pasado, La Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) Nº 27.610, producto de un arduo trabajo de construcción colectiva, fue sancionada por el Congreso Nacional. Atrás quedaban los fracasos y lxs congresistas que pretendían hacer valer (en una cuestión de salud pública como el aborto legal, seguro y gratuito) posiciones personales en contra, habilitadas por privilegios de clase y poder. Hoy, la lucha sigue. Lucha por el derecho a la información, por el cumplimiento de la ley, por el acceso a recursos. Las banderas violetas y los pañuelos verde esmeralda ya no necesitan velar ante la legislatura, pero las Rosas siguen acompañando a cada persona gestante que decida no parir y llamarlas. En http://larevuelta.com.ar/, el sitio de La Revuelta Colectiva Feminista (conocida como "las Revueltas"), está la información necesaria. Las Rosas son las Socorristas en Red, de las Revueltas, que acompañan a abortar incluso en pandemia y que se hallan en plena campaña de difusión nacional de la Ley Nº 27.610. Sus banderas son también las multicolores de LGBTTIQ+ y de lxs mapuches, cuya milenaria noción integral de salud las Revueltas reivindican desde Neuquén, capital de la provincia homónima en la Patagonia, donde su historia comienza. Una parte de esta historia es un libro: Código Rosa.

Escrito por Dahiana Belfiori (Rafaela, 1977), Código Rosa. Relatos sobre abortos tuvo una segunda edición este año, con la ley IVE ya aprobada y promulgada, de lo cual da cuenta un comentario de la autora incluido en el libro y fechado en marzo de 2021. Fue reeditado por el mismo sello que publicó la primera edición en 2015, La parte maldita. En https://www.edlapartemaldita.com.ar/web/portfolio/codigo-rosa-relatos-sobre-abortos/ pueden leerse notas de prensa y adquirirse el libro, que perfecciona su belleza de libro-objeto con unas carátulas verde esmeralda encamperadas en el rosa Dior de las tapas de solapa ancha, que remiten a un símbolo cromático: "el rosa con el que escribimos socorridas y socorristas esta historia es un rosa fuerte, intenso". Es el tono de Código Rosa, nombre en código de Socorro Rosa, y de ahí las Rosas. Es el color tradicional de la femineidad, exacerbado hasta la alta saturación. El prólogo de Selva Almada, el epílogo de Nayla Vacarezza y las ilustraciones de Luis Acosta acompañan también los textos esta vez.

Poeta y narradora rafaelina, colaboradora en la sección Contratapa de Rosario/12 y en muchos otros medios, Dahiana Belfiori pertenece a la Enredadera Colectiva Feminista, que activa en la ciudad de Rafaela. "Yo devine abortera socorrista feminista, orgullosa lo digo", escribe. Este es su primer libro, pero no es sólo suyo: fue gestado por una comunidad de voces que dieron testimonio. "El aborto ocurre en cuerpos de lesbianas, personas trans, bisexuales. Sin embargo en este libro los relatos tienen como base la experiencia de mujeres heterosexuales, dado que fueron ellas las que accedieron a ser entrevistadas", escribe ella en referencia a las casi treinta entrevistas que las Revueltas hicieron a algunas de las mujeres que las Socorristas de esa colectiva acompañaron a abortar, y de cuyas desgrabaciones (también por las Revueltas) surgieron en clave de reescritura literaria los 18 relatos que integran este libro. En las carátulas verdes, Belfiori va narrando en el género crónica su encuentro con las feministas neuquinas que la convocaron y con el áspero territorio, que contrasta con la vital calidez sorora de sus anfitrionas y compañeras. 

Hay aquí, como en toda obra literaria, personajes recurrentes. Bela, una socorrista, reaparece en varias escenas, la primera de las cuales nos la presenta como alumna de su socorrida, unidas por el hilo invisible (la primera edición del libro antecede en cinco años a la sanción de la ley IVE) de un secreto compartido. Otra de las imprescindibles es la jefa del servicio de ginecología y obstetricia del hospital Castro Rendón de la ciudad de Neuquén, donde co-creó con las Revueltas el servicio de atención post-aborto llamado TeA, "Te Acompañamos". Acompañar, al igual que 'compañera', proviene de la unión de "con" y "paño", es decir: llevo el paño con vos, nos abriga la misma bandera gremial (en la Edad Media, cuando los gremios eran de artesanes). "Acompañante" aparece en uno de los relatos como eufemismo legítimo por 'prostituta'. Una vez, un informante que consulté para escribir mi primera novela (valga aquí una breve confesión personal) me dijo: "Los hombres no se acompañan al baño". Se me ocurre ahora (treinta años después) que podría haber sido el título de mi novela, al modo de Los hombres duros no bailan. Acompañar, acompañarse: ¿cosa de mujeres? ¿De trans, de lesbianas? 

"Saber que hay otras mujeres que ayudan a mujeres a abortar. Saber que hay otro método, el misoprostol, menos invasivo que la cirugía. Saber que podés abortar en tu propia casa", escribe Selva Almada. Al valor de los testimonios de experiencias en la construcción colectiva de saber se refiere al final Nayla Vacarezza, coautora con July Chaneton de La intemperie y lo intempestivo. Experiencias del aborto voluntario en el relato de mujeres y varones (Marea, 2011). Ella afirma, con Joan Scott (autora de Experiencia), que "la puesta en discurso de la experiencia puede [...] producirla en formas impensadas que trastoquen los modos en que la comprendíamos hasta ahora [...] y en los relatos de Código Rosa la experiencia de abortar con misoprostol se construye, se transmite, se hace memorable y también se transforma".

La cara (confieso) del amigo que pasó este libro a mis manos era de: uff, cada tragedias... La mía, al leerlo, ¡dibujaba una sonrisa! Sonrisa de alivio, al entender que no es un crimen renunciar a una "maternidad impuesta" y que no hay casi nada de trágico en estas historias excepto en las que implican, como subraya Vacarezza, a "existencias ya frágiles, afectadas por desigualdades y violencias" y que hasta antes de la sanción de la ley IVE eran "privadas por la ley penal de la posibilidad de decidir sobre sus cuerpos". Un testimonio especialmente conmovedor es el de Lucrecia, la madre prostituida cuyo marido maltratador desoye su pedido de ayuda ante un breve movimiento: sacar un pesado balde de abajo de la cama matrimonial. "¿Por cuántas instituciones pasó Lucrecia? ¿Qué le dieron esas instituciones sino expulsarla, confinarla a la soledad? ¿La familia, la escuela, los centros de salud, la cárcel, hicieron algo más que empujarla a lo que ella define como 'depresión'? ¿Quién dejó que no pasara de tercer grado de escolarización?", pregunta Belfiori. "¿Parir nos hace madres? ¿Ser madre nos hace ser mujeres?" Y: "¿A favor de qué vida estamos?"