“Mi condena no es jurídica, mi condena es política” dice Carmen Villalba de 49 años el día en el que recibe la notificación de que han compurgado los 18 años que dice su sentencia. El cargo es haber participado del secuestro que puso en escena al grupo armado autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) a principios de los 2000. Ella es una de sus principales cabezas y espera con ansias recuperar su libertad.

A pesar de que a las 00 hs del lunes pasado los números le daban el cumplimiento de su condena, todavía permanece privada de su libertad. Tanto ella como su abogada, Daisy Irala, coinciden en que caminan por terreno minado, su libertad es frágil y aunque ya pasaron casi veinte años de ese secuestro el caso de esta guerrillera ha tomado en el país vecino una gran repercusión mediática y política.

Maria Edith Bordón de Debenardi, nuera de un ex ministro de Hacienda de la dictadura de Stroessner, gobierno de facto que estuvo en el poder en Paraguay desde 1953 hasta 1989, fue secuestrada el 16 de noviembre de 2002 en Asunción y mantenida en cautiverio por 64 días hasta ser liberada en el 2002. Carmen Villalba participó de ese secuestro y fue detenida en 2003. Durante los 18 años que estuvo privada de su libertad, asesinaron a su hijo Néstor de 14 años en el 2010 y desaparecieron a Lichita, de 15, una de sus mellizas. Este último hecho, ocurrido a fines del año pasado, tuvo resonancia internacional por haber sucedido en medio de un operativo en el que las Fuerzas de Tareas Conjuntas (FTC) asesinaron a dos niñas de 11 años -sobrinas de Carmen- y las vistieron de guerrilleras para justificar el crimen. En ese momento el actual presidente paraguayo, Mario Abdo Benitez, celebró el operativo.

“Mi deseo es salir y buscar la forma de impulsar una campaña para la búsqueda de mi hija. Articular voluntades. Desde la desaparición de Lichita, solo estuve concentrada en su búsqueda y en sortear miles de dificultades. Esa fue mi tarea central”, cuenta Carmen que desde que desapareció su hija estuvo articulando desde la cárcel diferentes misiones humanitarias internacionales que viajaron a Paraguay para recoger información sobre el paradero de la niña.

Para la libertad

La libertad de Carmen Villalba depende de un complejo entramado judicial y político, las claves están dispersas en estos 18 años en los que estuvo presa en el Buen Pastor, la única cárcel de mujeres de Asunción. En el año 2003, nueve meses después de haber sido detenida por el secuestro, Carmen se fugó. Sobre los pormenores de esa fuga, ella prefiere no dar detalles, dice que guarda esa anécdota -que ya tiene casi 20 años- para cuando ya no esté rodeada de las paredes del pabellón que comparte con 15 compañeras.

En el 2004, la capturaron nuevamente y le iniciaron una causa por resistencia a la autoridad: “Ese proceso estuvo desde el 2004 sin ningún tipo de actuación judicial, como era resistencia a la autoridad y ella tenía una condena mayor, los fiscales de ese momento no le dieron seguimiento por la intrascendencia de la pena. Pero en el 2018, cuando ella estaba muy cerca a cumplir su condena por el secuestro de Bordón, desde la Fiscalía General encabezada por Sandra Quiñones, se ordenó que se impute a Carmen Villalba por ese delito. Cambiaron la carátula y la imputación no fue por resistencia a la autoridad sino por intento de homicidio doloso a uno de los oficiales que habían participado en su detención. Después de 14 años tuvimos que enfrentarnos a ese juicio oral con un fiscal que solicitó 25 años de condena para Carmen y 10 años de medidas de seguridad: 35 en total. El Tribunal de Sentencia no dio lugar a este pedido pero condenó a Carmen Villalba a 17 años” explica la abogada que inició un proceso de apelación. Según el Artículo 494 del Código Penal paraguayo, el Juez de Ejecución tiene que revisar el cómputo practicado en la sentencia tomando en cuenta los días desde la restricción de la libertad. Es decir, desde el día en que la detuvieron por primera vez. La causa por el intento de homicidio reflotada en el 2018 y sucedida en el 2004, tiene su fecha de cumplimiento de condena en el año 2020, contando los días desde que Carmen fue detenida.

Existe un tercer hecho por el que Carmen también fue condenada y cumplió con la sentencia, la carátula señala “Toma de rehenes en la cárcel” y es del 2008. La versión de Carmen está muy alejada de esa acusación, según ella venía soportando el hostigamiento por parte del personal del penal, le habían retenido una carpeta con los dibujos de su hijo, no le dejaban tener a sus mellizas con ella en pleno periodo de lactancia, venía tolerando injusticias por parte de las autoridades hasta que finalmente reaccionó contra una de las celadoras. En el 2015 sucedió el juicio oral por este hecho y la condenaron a 7 años, según la ley paraguaya las penas más chicas son absorbidas por las penas más grandes. Otra condena cumplida.

Hace dos semanas encontraron cerca de la cárcel del Buen Pastor un paquete de explosivos. Primero los titulares adjudicaron eso a un intento de fuga de la guerrillera, luego a un enfrentamiento entre clanes dentro de la cárcel. ¿Quién que esté a punto de conseguir la libertad intentaría fugarse?

“Nos tienen acostumbradas a que cada vez que Carmen está por salir reflotan una causa, ahora no tienen ninguna y entonces implantaron un mamarracho. Las causas se arman entre el Ministerio Público fiscal y la policía. El Poder Judicial que debe garantizar, observar y analizar también está manipulado. Ese organismo está convalidando o haciendo la vista gorda sobre procesos absolutamente descabellados porque son ilegales desde el comienzo” explica la abogada.

Un ejemplo de esto es el caso de Laura Villalba, hermana de Carmen, detenida en el operativo en el que las FTC asesinaron a sus dos hijas de 11 años: “Laura está desde noviembre del año pasado en un cuartel siendo una mujer civil, en un pabellón masculino. No recibe visitas, ponen excusas fundadas en la emergencia sanitaria, pero en todas las penitenciarías del país volvieron a la normalidad con respecto a ese punto. Recién esta última semana dieron la orden de traslado a un penal de mujeres” explica Daisy.

El peso de la condena

“Siento que estoy apoyada en una silla llena de vidrios”, dice mientras respira con dificultad a causa del asma. Hace una pausa y toma un poco de agua. En esos silencios se sostiene su esperanza: su libertad es la posibilidad de encontrar a su hija Lichita.

¿Crees que vas a salir?

Espero que sí. Yo ya cumplí mi condena, no estoy pidiendo ni exoneración ni reducción de condena. Me quisieron meter en un conflicto en el penal, algo que es inexistente. Fueron cambiando las versiones, primero dijeron que era un intento de fuga, después una pelea dentro de la cárcel entre clanes.

¿Hay enfrentamientos entre clanes?

No. Lo que se hizo mediáticamente es crear bandos que acá en el Buen Pastor no existen. Con nuestras compañeras escribimos una carta pública, y eso mismo manifesté en una reunión a la que nos citaron. Yo me sentía extraña de estar en esa reunión porque yo no soy parte de ningún conflicto dentro de la cárcel. Con eso hacen negocios, las penitenciarias cobran algo que se llama “peligrosidad” o presupuestos más altos por la emergencia penitenciaria.

¿Cuáles son los argumentos que presentaron en esa reunión para decir que había enfrentamientos entre clanes?

No tenían ningún elemento para afirmar eso. Cuando me plantean lo del conflicto yo les pido que me den un elemento que diga que yo estoy metida en un conflicto o que tuve alguna pelea con una presa. No pudieron decirme nada porque no existe. Lo que me dicen es que el año pasado fue atacado nuestro pabellón. Eso es verdad, pero frente a ese hecho nosotras no reaccionamos. Nos cerramos como pabellón para que no entren, no respondimos con violencia, respondimos con una sentada en el patio públicamente y redactamos un comunicado que se titulaba: “No somos clanes, somos madres”.

Existen los roces como en cualquier cárcel, pero no con la intensidad que ellos dicen. Por ejemplo, en el momento de la visita si alguien usó el banco que era de la otra, o si alguien se robó algo del tendedero. Cosas que suceden adentro y afuera pero que acá se sienten más.

No sos una presa anónima, a pesar de tus intentos por mantener un perfil bajo dentro del penal tu nombre recorre los pabellones, los diarios y la política. No hay otra presa que tenga esa visibilidad. En ese marco ¿cómo es la relación con el resto de las detenidas?

Trato de cuidar mi relación con el resto de las presas, por mi posición política, por mi clase y porque no es mi interés generar conflicto entre mujeres presas. De alguna manera siembran la discordia y acá es muy difícil salirse de eso

¿De qué manera siembran la discordia?

Por ejemplo, hacen una requisa y dicen que es por mí que la están haciendo. Entonces las chicas no quieren que les quiten sus teléfonos, algo que no está permitido. Eso busca generar un conflicto que yo trato de no avivar, más bien trato de evitar, trato persuadir esos conflictos. Hay que ponerse en el lugar en el que estamos, la cárcel es una mierda, aquí confluyen todas las características humanas que, vamos a ponerlo entre comillas, “son repudiadas por la sociedad” y a su vez es alimentado. Y eso se concentra acá. Entonces uno tiene que aprender a sobrevivir y conciliar esas diferencias con compañeras presas. Es muy difícil cuando entre guardias y gobiernos tienen un interés en enturbiar las cosas acá.

¿Tenes amigas?

Sí, tengo muchas amigas, la forma en la que nos manejamos en este pabellón es que somos 15 en 10 celdas. Tratamos de fomentar la unidad entre nosotras como una forma de supervivencia, organizar actividades juntas como por ejemplo los cumpleaños. Nos contenemos en ese festejo. Juntamos lo que tenemos y organizamos un almuerzo, es una forma de acercamiento. Colaborarnos con los insumos, el estudio también nos une.

¿Cómo te fugaste del Buen Pastor en el 2004 a los 9 meses de la primera detención?

Nunca hablé de eso. Prefiero hacer eso público cuando salga.

¿Qué fue lo que más te marcó en estos 18 años?

El asesinato de mi hijo Néstor, en el 2010. Eso fue un antes y un después para mí. En estos 18 años, mataron a mi hijo, en el 2006 nacieron mis mellizas, en el 2007 me casé. En el 2016 me divorcié. Y el año pasado asesinaron a mis sobrinas y desaparecieron a mi Lichita. Es mucho todo lo que viví estando presa.

Por su mirada vidriosa pasan estos hechos que enumera, pasan sus condenas y sus delitos. Su deseo de que la rotura no sea tanta. En la mirada vidriosa que vuelve rápidamente a su estado original, Carmen Villalba tiene entre ceja y ceja conseguir la libertad y buscar su hija. Nada más.