El economista Carlos Melconian consideró que como la política no quiere hacer un ajuste, "lo va a tener que hacer la realidad". El Gobierno, señaló Melconian, “hizo de la lipoaspiración, del acuerdo de los bonos, su leit-motiv, pero siguió comiendo milanesa con ravioles y el riesgo país quedó en 1500 puntos”. Por último afirmó que el oficialismo piensa que si van acuerdo al Fondo Monetario, con enorme costo político, “van a volver a la autopista alemana, pero van a volver a la banquina de ripio, para no andar por el acantilado".

El planteo del extitular del Banco Nación en el gobierno de Mauricio Macri muestra como las anteojeras ideológicas que utiliza para ver la economía argentina nublan su visión. 

La teoría económica, aún la ortodoxa, señala que la demanda agregada debe adecuarse a un nivel de producción donde los factores productivos se encuentren cerca de su plena ocupación. 

Sin embargo, la “realidad” ajustadora de Melconian pasa por alto que la economía transita niveles bajos de actividad en numerosos sectores productivos, donde hay capacidad ociosa. La población se encuentra también en niveles elevados de desocupación o de trabajos a tiempo parcial o de baja productividad. Entonces, ¿por qué debería achicar su nivel de actividad mediante un ajuste?

El ajuste de Melconian sólo se justifica por un fanatismo fiscalista donde el sector público tiene que tener superávit en cualquier contexto. Pero esa idea atrasa casi un siglo, pasando por alto el aporte de Keynes y su teoría de la demanda efectiva. Allí indica que el gasto público impulsa al gasto privado retroalimentándose, cuando la economía está por debajo de su potencial productivo. De esa manera, pedir un ajuste en una economía que recién está saliendo de la crisis de los últimos tres años es pegarse un tiro en el pie.

La pregunta real es si la economía puede sostener un proceso de reactivación económica con déficit público sin una crisis del sector externo. La monetización del déficit público genera una liquidez que, si busca dolarizarse, puede presionar sobre el mercado de cambios. La expansión de la actividad se traduce en mayores importaciones que disminuyen el saldo comercial. 

De esa manera, la reactivación puede colisionar a poco andar con una merma de reservas que desemboque en una devaluación. La consiguiente aceleración de la inflación deteriora el poder de compra de la población, mermando el consumo hasta que la economía entra en recesión.

Pero adelantar esa posibilidad en nombre de la “realidad” es como pegarse un tiro ya que, más tarde o más temprano, nos vamos a morir. La tarea de los economista no puede ser cargar el arma para disparar un ajuste que mate la reactivación en nombre de la “realidad” de las limitaciones estructurales. 

La tarea es promover políticas para evitar la dolarización del excedente monetario o la dependencia de las importaciones, desplazando la restricción externa. Es decir, promover políticas de desarrollo en lugar de ajustes macroeconómicos para mantener estable el actual subdesarrollo.

@AndresAsiain