Desde París

Las últimas horas de la campaña electoral acentuaron la dinámica hacia arriba que beneficia al candidato liberal Emmanuel Macron. Encuestas de opinión mucho más precisas confirman que la representante de la ultraderecha, Marine Le Pen, pagó en las intenciones de voto el tributo al desastroso debate televisivo que protagonizó. Hasta ese momento, Le Pen contaba con un abanico que iba del 40 al 41,5 % de los votos. Esa estabilidad se rompió con el debate. Un sondeo realizado por Ipsos-Sopra Steria para el diario Le Monde muestra un alza de cuatro puntos a favor del candidato de ¡En Marche !, 63% contra 37%. Este empuje en los momentos finales no tiene precedentes, tanto más cuanto que Macron recupera votos de todas las otras formaciones políticas, desde la izquierda radical hasta la derecha. La postura de Marine Le Pen durante el debate, su actitud agresiva, su falta de argumentación técnica y sus sarcasmos han sido juzgadas de forma muy negativa por los votantes de las otros partidos políticos. 

Este cuadro queda retratado con los cambios que se produjeron en el seno de los electores que, en la primera vuelta, votaron por el movimiento Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. Entre el primero y el cinco de mayo, los insumisos pasaron del 48% al actual 55% mientras que los votantes de esta izquierda que pensaban elegir a Marine Le Pen cayeron del 14% al 10% y los partidarios del voto en blanco del 39% al 35%. Las misma progresión se verifica entre los conservadores que en la primera vuelta optaron por el candidato de Los Republicanos, François Fillon. Antes eran 42% quienes pensaban optar por Macron y ahora subieron a 48% al tiempo que quienes se inclinaban por Marine Le Pen bajaron del 32% al 28%. Los votos “seguros” también se incrementaron. Sólo 11% de los franceses dicen estar todavía dispuestos a cambiar de opinión de aquí al domingo 7 de mayo. Los analistas, sin embargo, estiman que ese porcentaje corresponde de hecho a la combinación de abstencionistas y votos en blanco. 

En el entorno más cercano a Marine Le Pen todos reconocen que su actuación fue “una catástrofe”. Sus comunicadores oficiales intentan justificar el perfil grosero de la candidata diciendo que ella “es la voz y la representante del pueblo” y que, por consiguiente, su estrategia “consistió en expresar la frustración del pueblo frente a la violencia de las elites”. La literatura política no cambia los hechos ni la sensación de un amplio naufragio que nadie había anticipado. Hasta ahora, Marine Le Pen había demostrado una habilidad frondosa para ocultar la tradición autoritaria, el odio a las ideas y a los intercambios argumentados que marcaron la historia más reciente del Frente Nacional, es decir,  hasta que su padre, Jean-Mari Le Pen, presidió los destinos del partido. El maquillaje con el cual la hija de Le Pen decoró los rasgos auténticos de la extrema derecha se esfumó en las dos horas y media que duró el debate. El lepenismo conserva aún un fuerte arraigo pero los últimos días de la campaña sancionaron varias de las estrategia elegidas por los frentistas. Desde ya, los llamados a los votantes de Jean-Luc Mélenchon cayeron en el vacío. Este grupo electoral, acorralado por la elección entre dos enemigos, el liberalismo o la ultraderecha, ha sido al final el que ha mostrado un cambio más rotundo al orientarse con altos porcentajes hacia Emmanuel Macron. No se puede leer en ello ninguna simpatía con un liberal cuyo programa comprende numerosas medidas de alto coste social sino, más bien, la intención de bajar el techo de Marine Le Pen. Aunque su derrota es segura, el porcentaje que tenga regulará su peso en el futuro y servirá, además, como argumento contra quienes, dentro del Frente Nacional, ponen en tela de juicio su línea. Marine Le Pen no pelea ya por la victoria sino por una línea de flote que se sitúa alrededor del 40%. 

Golpes, lluvia de huevos, tironeos, abucheos y operativos anti ultraderecha acompañaron a Marine Le Pen en estas 48 horas de campaña. Militantes de Greenpeace izaron en la Torre Eiffel una bandera donde podía leerse “Libertad, Igualdad, Fraternidad” y la leyenda “resistamos”. Jean-François Julliard, director de Greenpeace Francia, dijo que en estos momentos “los valores de Francia están en peligro, amenazados por Marine Le Pen”. Las falsas informaciones, los rumores dañinos, los famosos “hechos alternativos” inventados por Donald Trump en los Estados Unidos inundaron el tramo terminal de la campaña. Además de haber insinuado que Emmanuel tenía una cuenta offshore en las Bahamas (falso), los lepenistas hicieron circular el rumor según el cual Emmanuel Macron se negaba a “dar un apretón de manos a los obreros”, la información delirante de que Arabia Saudita había financiado su campaña  (falso también). La última idea de los militantes frentistas consistió en enviar miles y miles de mensajes de texto (SMS) firmados por gente de Macron que invitaban a “matar”, “abuchear” o “empujar” a Marine Le Pen. La prensa tardó muy poco en seguir la pista de los autores hasta descubrir que se trataba de personas ligadas al Frente Nacional. Contrariamente a su rival, nada parece afectar al ex Ministro de Economía de François Hollande. Una extraña nube positiva lo mantiene indemne desde que, en marzo y abril del año pasado, se lanzó a la conquista de la presidencia sin contar ni con partido, ni con experiencia electoral. El macronismo se fue convirtiendo en una suerte de estado de ánimo. Mientras la clase política tradicional sufría el castigo de la opinión pública, pagaba el tributo de sus divisiones o de su mala imagen, soportaba la ofensiva de los jueces que intervinieron en los escándalos de corrupción que afectaron a François Fillon o Marine Le Pen, Macron estaba como protegido de todo. El sistema político francés es un armario donde envejecen tranquilamente auténticas piezas de colección. La irrupción de un joven sin historia política, es decir, que no pertenece a la museografía política, era impensable hasta ahora. Macron destruyó al Partido Socialista, le ganó a la derecha y ahora se apresta a tomar democráticamente La Bastilla del poder respaldado por un frente republicano obligado a posicionarse detrás de él por la presencia contaminante de la extrema derecha. Un milagro al que le esperan los rudos contratiempos del ejercicio del poder. La ultraderecha, al final, habrá sido la mejor aliada de su victoria. 

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