Una de las palabras más mentadas y agraciadas del momento en Argentina es rusa: Sputnik. Incluso por encima de vodka. La V que la secunda no alude al 5, ni tampoco a la denominación estadounidense para el satélite soviético Vostok-1K No.2, sino a la primera letra de vacuna. Igual, spútnik en nuestro idioma significa algo parecido a satélite. Y en el segundo que la Unión Soviética mandó al espacio bajo ese rótulo, en 1957, la astronauta fue la perrita Laika. Que, a pesar de que no sobrevivió, fue el primer ser vivo en órbita.

El culto por la hazaña creció con el paso del tiempo, a tal punto que grupos como Arcade Fire le dedicaron canciones. Pero aunque parezca una obviedad, Laika Perra Rusa no es un tributo a ese can ni a la proeza. "El nombre salió de la Argentina de los años cincuenta", explica Guido Dalponte, vocalista y tecladista del grupo platense. "En esa época hubo una disputa acerca de si la educación pública debía tener formación religiosa o no. Eso terminó en una pintada que decía que la escuela laica era una perra del comunismo ruso."

Cambiaron la c por la k porque jugaban mucho con ese imaginario de la guerra espacial. "Nos gustaba una frase del fascismo expropiada para contar otra historia", dice el frontman. Pero el chiste no terminó en morisqueta, sino en nombre para un nuevo arquetipo argentino de la música de baile con savia ideológica. "Me gustaba el lenguaje constructivista del afichismo y el diseño, aunque nos terminaron reuniendo intereses como la política. Había un juego ahí."

La banda jornalera

Como parte de ese imaginario, el 1º de julio el grupo liberó de forma gratuita en YouTube su live session Jornada. "Teníamos pensado hacer proyecciones en distintas salas y centros culturales. Se cayó la idea porque aparecieron de vuelta las restricciones. En mayo invitamos y vendimos entradas. Luego liberamos dos canciones, y en julio salió completo", cuenta Dalponte. "La idea es que se dé a conocer. Así no queda desfasado."

Símbolo por excelencia del proletariado, un taller fue escenario del mediometraje: el Zilio, el metalmecánico más añejo de La Plata. "Existe un imaginario sobre el mundo del trabajo, y de cómo se veía en la Unión Soviética", contextualiza el músico. "Estábamos atravesados por la pandemia, y en la última restricción vimos que los artistas no somos esenciales. Ahí pensé: 'Si el arte es un trabajo, encarémoslo para dar cuenta de que es tan fundamental como un taller metalmecánico."

La pieza audiovisual sirvió no sólo para revisitar sus dos últimos álbumes, Marcha I (2018) y Marcha II (2019), sino también para mostrar la performance en vivo del quinteto. Aunados por un mismo argumento narrativo. "Nos hacemos ciertas preguntas alrededor de lo que significa el trabajo en el arte y ser artistas en Latinoamérica", desmenuza el frontman. Y eso aparece sugerido en sus canciones.

--¿La vuelta a la normalidad condicionará la vida de este formato?

--La vida del streaming está atada a la coyuntura, y el problema que tiene para los artistas chicos es que es muy costoso. La recuperación de la inversión es relativa. Jornada posee un valor y un potencial en términos de cómo se puede elaborar la imagen visual de una banda.

--Si el arte es trabajo, ¿por qué lo liberaron gratis?

--Hay que entender que el mercado de la música funciona porque los artistas fracasan. Con esto me refiero a que terminamos financiando al proyecto artístico todo el tiempo. Uno tiene en la cabeza la experiencia estética que quiere transmitir, y no hay público que aguante. Priorizo trabajar de otras cosas, y poner eso para que la banda genere experiencias novedosas. En el under debemos despegarnos de la presión del mainstream. Elegimos una forma alternativa de producción. Soy docente de Historia de la Música en la facultad y en un secundario, y prefiero tener esta vida dividida a manipular lo que tengo que decir para que sea redituable.

--¿Por qué hablaste de under y no de indie?

--Me hace ruido por el peso que tuvo la idea del "indie platense". Era un sonido, una forma de vestirse, un grupo de amigos. No pertenecemos a eso. Ni tampoco define la forma de funcionamiento que todos conocemos de una banda. Hay que aprender a tomarse los tiempos, y a disfrutar de lo que se está haciendo.

Como parte de esta operación cultural, y a manera de preludio de lo que está por venir, el grupo también puso Jornada en circulación en Spotify. "Presentamos dos temas inéditos: Uff y El calor", advierte el cantante y tecladista. "Veníamos con la sensación de que nos costaba llevar la energía de los vivos a los discos. La idea de este show era registrar a la banda prendida fuego. Estamos en un gran momento musical."

Yo no sé si a tu perra le gusta bailar 

En sintonía con la propuesta que aceitó Peces Raros en La Plata, y que secundaron proyectos grupales como Varesse, Fus Delei y Bsides, este set por streaming y disco encuentran a Laika Perra Rusa inmersa en el diálogo entre la electrónica y el rock. "Luego de la grabación de Marcha, la banda estaba yendo hacia algo que llamamos 'pop de trinchera': es un electropop con elementos de disco punk", explica Dalponte. "Es inocente, y a la vez no."

--¿A qué te referís?

Hacemos bailar, pero con una letra que te lleva a otro lugar. Le rendimos tributo al rock de Virus y Los Abuelos de la Nada, y de la electrónica nos interesa el house. Nos gustan el hi hat abierto y los coros bien melódicos. Mientras que a La Plata se le asocia más con el techno.

Lo que hace ocho años era una fiesta para 20 personas en un centro cultural, hoy devino en la escena más potente, fresca y vanguardista del país. Una vez más, la capital bonaerense se transformó en el mayor semillero del país. "Hasta los productores que graban a artistas de folklore son pibes que hacen música electrónica", destaca Dalponte. "Hay más potencial creativo en la fila del baño de una fiesta electrónica que en la entrada de una rockería estándar."

Pero más que un cachetazo al audio del sello Laptra, este nuevo sonido platense es una respuesta a la asfixia impuesta por las autoridades municipales. "Cuando cae Control Urbano, nos tenemos que ir", se lamenta el artista. "Las condiciones para hacer música en la ciudad son cada vez peores."

Al mejor estilo del new beat belga de los ochenta, que hizo de la adversidad un movimiento contracultural cuyo legado aún sigue latiente, esta avanzada consiguió echar raíces. "Tuvo que ver también con otros factores como la Universidad, donde se generó un ambiente propicio para el intercambio", reflexiona el frontman. "Antes en La Plata levantabas una baldosa y salía una banda indie; ahora sale un productor de electrónica."