La escena se repetía casi como un ritual. Siniestro. Después de remar en el Río Negro y como parte de la rutina del entrenamiento, el laureado palista y entonces director de la Escuela Municipal de Canotaje de Carmen de Patagones, Néstor “El Piri” Pinta, llevaba a sus alumnas –adolescentes de 14 y 15 años—, en su jeep color borravino a su casa paterna, donde tomaban la merienda –y antes de continuar con la actividad deportiva en el precario gimnasio situado en ese predio-- permitía que su padre, Aldo Pinta, llevara a las chicas a su habitación matrimonial y cerrara la puerta. “Si gorda, entrá. Estás muy tensionada, que te haga masajes papá´”, dice a Página/12 Victoria Carrión, que “El Piri” le decía. 

Es la primera vez que la joven, campeona nacional y sudamericana, da una entrevista y quiere hablar sobre aquellos hechos ocurridos entre 2015 y 2016, cuando tenía entre 14 y 15 años. El supuesto “masaje”, en realidad, consistía en bajarles la bombacha, pasarles una botella con agua caliente por sus partes íntimas y manosearlas. “Quiero que esto se sepa: El deporte no es todo lindo y sano. Esto nos sucedió pero en Carmen de Patagones está pasando como desapercibido. No nos callan más. No me callan más”, dice Victoria Carrión y pide que la Escuela Municipal de Canotaje deje de llevar el nombre de Néstor Pinta. “Mis compañeras dejaron de remar porque le tienen terror. Yo también le tengo terror. Cada vez que paso remando por la Escuela se me revuelve el estómago”, cuenta la joven, ahora de 20 años.

Victoria Carrión pudo romper el silencio hace un año y se animó a denunciar los hechos en la justicia. La noticia generó conmoción en Carmen de Patagones. Horas antes de que ella hiciera formalmente la presentación, Aldo Pinta se suicidó. La causa en su contra se consideró prescripta con su muerte, pero la fiscalía N° 14 Especializada en Delitos Sexuales de Bahía Blanca investiga la participación en los hechos de “El Piri”.

La abogada de la querella, Fernanda Petersen, contó a este diario que ya declararon seis jóvenes palistas: cinco relataron haber sufrido las mismas vejaciones con el mismo modus operandi y una más confirma que vio en varias oportunidades la escena de la casa. Los testimonios coinciden: durante esas meriendas, Aldo Pinta –que no tenía ningún cargo ni función asignada en la Escuela-- les hacía una seña con la mirada y las invitaba a pasar a su habitación matrimonial ante la vista de su hijo, entrenador de las chicas y director municipal de Deportes. Las alumnas pasaban de a una. A veces, más de una en la misma tarde. Aldo llevaba siempre su botella con agua caliente. La llamaba la botella sanadora. Mientras las abusaba, eructaba –como parte del ritual-- y les decía que les estaba sacando tensiones.

Las jóvenes describieron que cuando una de ellas entraba a la habitación y el viejo Pinta cerraba la puerta, Néstor tomaba mate junto a las otras palistas a su cargo y a su pareja conviviente de ese momento, instructora de las categorías inferiores, todos sentados alrededor de la mesa rectangular, a pocos metros de ese dormitorio. Esa mujer, que mantuvo una relación de 18 años con el deportista pero ya se separó, declaró en el mes de julio en la causa.

“Estábamos unos diez minutos cada una. Salía aterrada de la habitación. Néstor seguía tomando mate. Nunca nos preguntaba nada. Yo salía con la cabeza agachada, perturbada. Como también Aldo nos agarraba cuando íbamos al baño en su casa, porque no había uno en el gimnasio, empecé a aguantarme las ganas de hacer pis para no cruzármelo ahí. Néstor no podía no saber sobre los abusos”, dice Victoria.

La fiscal Marina Lara, a cargo de la investigación, todavía no le imputó ningún delito. “Creemos que sabía lo que pasaba. Tenía responsabilidades desde el punto de vista legal como director de la Escuela y director de Deportes”, señala la abogada Petersen.

El defensor de Pinta es un conocido penalista de la zona, Maximiliano De Mira, que tiene en su historial haber defendido a un femicida condenado luego de asesinar, descuartizar y asar en una parrilla a su novia en 2004.

De víctima a victimaria

En una ciudad conocida por el canotaje y las glorias de Néstor Pinta, una denuncia en su contra de estas características convirtió a Victoria Carrión de víctima en victimaria. Ella y su familia –dice la joven-- sufrieron hostigamiento a través de las redes sociales. “Pobre tipo, se le mató el padre y se tiene que comer este garrón”, fueron algunos de los comentarios que se escuchaban cuando denunció los hechos de abuso sexual. “Hoy en día la gente te sigue diciendo: viste que no pasó nada con “El Piri”, desconociendo los tiempos de los procesos judiciales. Una gran parte de la sociedad en Patagones no quiere creer. Bajo todo punto de vista quieren sostener al ídolo que se convierte en leyenda del pueblo. Hay una demonización de la mujer que se anima a hablar”, dice a Página/12 Caro Fernández, que vive en Patagones y es integrante de Actrices Argentinas y de Acá Estamos, colectiva de comunicadoras feministas, desde donde viene acompañando a la joven. La denunciante estigmatizada. Su palabra bajo sospecha. Otro ritual.

Pueblo chico

Victoria Carrión se recibió de técnica universitaria en Deportes. Cuenta que está bajo tratamiento psicológico. Ahora la entrena su madre, Ana Navarro, destacada palista también, que está al frente del Tribunal de Cuentas de Viedma –ciudad vecina, del otro lado del río—por el partido del Gobierno provincial. Néstor Pinta era amigo de la familia de Victoria. Estuvo en su fiesta de 15. Fue el primero que la sacó a bailar después de su padre, hermano y abuelos, recuerda Ana. “Néstor era como mi hermano menor”, dice la madre de Victoria. Nunca pudo volver a hablar con él. “Sentí una tristeza y un dolor enorme al ver que mi hija se venía abajo”, dice.

Así de compleja es la historia. Cuando el año pasado se conoció la denuncia, Néstor Pinta fue separado de sus cargos como titular de la Escuela y como director de Deportes local, pero sigue siendo empleado municipal. Y siguió siendo la cara de los banners de la oficina de Turismo de Patagones que promocionaban los atractivos de la ciudad durante el verano.


Poner en palabras

Victoria Carrión cuenta que su cabeza hizo un “click” durante una competencia en China, adonde viajó en octubre de 2019. Una compañera del equipo, unos veinte años mayor que ella, como al pasar, le dijo: “Aldo es medio (viejo) verde ¿no?”. Ella no respondió. Pero los recuerdos de “esos masajes” le empezaron a quemar la cabeza. Nunca había hablado de aquellos tocamientos indebidos con nadie. Ni con las otras palistas que pasaban, como ella, por el dormitorio de Aldo Pinta.

Al regresar de ese viaje, Victoria empezó a bajar su rendimiento escolar, se cambió de colegio, de club, tenía erupciones en los genitales: su cuerpo empezaba a hablar. A fines de enero de 2020, finalmente, pudo ponerle palabras a todo eso y le contó sobre los abusos a su madre.

La primera denuncia la hizo Ana Navarro de manera anónima en la línea Confidencial del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD) en febrero de 2020. Luego la joven con su nombre y apellido mandó una carta contando los hechos: había clasificado para representar a la Argentina en el Mundial de Noruega 2020 (después se suspendió por la pandemia) y pedía acompañamiento psicológico. Cinco meses después, Victoria decidió presentar la denuncia en la Justicia.

La confianza

La joven cuenta que empezó a entrenar en la Escuela Municipal en noviembre de 2015, luego de que Néstor Pinta fuera a su casa y le propusiera a ella y a sus padres ser su entrenador. Por entonces Victoria entrenaba en el Club Náutico La Ribera. “Mis padres y yo aceptamos por la historia familiar compartida, el respeto, la confianza que teníamos hacia él y su familia”, dice. Entrenaba de lunes a sábados con Néstor.

Los abusos sexuales ocurrieron desde noviembre de 2015 y hasta septiembre de 2016. “Todos los días la misma rutina de entrenamiento organizada por Néstor: cada día nos esperaba en la Escuela Municipal de Canotaje, nos entrenaba en el Río Negro, nos trasladaba a su casa, tomábamos la merienda y permitía que su padre nos ingresara a su habitación y a puertas cerradas cometiera los abusos, casi un ritual”, describe.

La casa de los Pinta está ubicada en Avellaneda 283. Al frente, el gimnasio, una construcción precaria de techo de chapa. Detrás, la vivienda familiar, también sencilla. Ahora el hijo de Néstor, Damián, de 20 años, está a cargo del equipo local de competición.

Los apoyos

Página/12 intentó entrevistar al deportista denunciado, pero Néstor Pinta aclaró que por ahora no hablará de la denuncia que lo involucra. “Cuando la justicia se expida no voy a tener ningún problema en hablar con vos”, dijo a esta cronista a través de un mensaje de WhatsApp.

El intendente de Patagones, José Zara (Cambiemos), consultado por este diario, afirmó que la Escuela Municipal de Canotaje “va a seguir llevando su nombre hasta que la justicia diga que de lo que se acusa es responsable”.

--Hay cinco jóvenes que relataron en la justicia de forma casi idéntica cómo sucedían los hechos: eran abusadas en la habitación de Aldo Pinta adonde las llevaba y cerraba la puerta delante de la vista de Néstor, que era su entrenador y estaba a cargo de ellas como responsable de la Escuela Municipal de Canotaje. ¿No le parece suficiente? –le preguntó este diario.

--Es lo que ellas dicen contra Pinta. Son todas denuncias verbales. No hay nada más que diga que eso sucedió. No voy a apañar a nadie que haya cometido ese tipo de hechos pero todavía la Justicia no se expidió –respondió el jefe comunal.

Organizaciones feministas nucleadas en el Frente Verde acompañan a Victoria Carrión en su denuncia. En julio de 2020 organizaron una marcha en la que ella participó con la consigna “El río no tiene dueño. Nosotras tampoco”. También desde la Dirección de Seguimiento y Acompañamiento en Situaciones de Alto Riesgo y Casos Críticos del Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual de la provincia de Buenos Aires, están atentas a la causa judicial.

Victoria sigue entrenando pero –dice-- no ha podido volver a competir. Después de hacer la denuncia prefirió mudarse a Viedma. Sobrevivir en un contexto en el que se la señala como la mala de la película se le hace difícil mientras Pinta sigue siendo idolatrado en Patagones y la Escuela Municipal de Canotaje lleva su nombre.