Surgido de la reacción colectiva frente al asesinato sistemático de mujeres, el movimiento Ni Una Menos abrió un nuevo capítulo dentro del feminismo y sembró una lucha que se expandió al mundo. Fue el 3 de junio de 2015 el día en el que se realizó la primera movilización multitudinaria para poner un límite a la violencia machista bajo esa consigna. Y esa gesta es la que la escritora y periodista especializada en temáticas de género, Sonia Santoro, reconstruye en clave ficcional en su novela juvenil Mariposas de río (Edelvives México).

Vera, la protagonista de la historia, tiene 13 años. Vive con su padre en un pueblo rural en la costa bonaerense, pero sólo convive con él los fines de semana, ya que durante la semana permanece como pupila en su colegio. Vera es una niña sensible e ingenua, y sus máximas preocupaciones son dejar de comerse las uñas y prepararse para dar su primer beso. Pero un día, Macarena, una de sus mejores amigas, tres años mayor que ella, aparece muerta, y desde ese momento no habrá nada más importante que la búsqueda de justicia.

“Venía de escribir la novela infantil Penélope recorre el mundo, que se publicó en México también, y trabajo desde hace mucho tiempo los temas de género, entonces me planteé cómo es que la violencia contra la mujer puede afectar a una nena que no está tan politizada y que vive en un contexto que no es urbano. Porque, además, la adolescencia es un momento en el que las chicas se están formando y están en un momento de absorberlo y aprenderlo todo”, cuenta Santoro en diálogo con Página/12, medio para el cual escribe hace más de veinte años.

Con la ficción como disparador, la periodista evoca hechos y personajes de la vida real, y ofrece una radiografía de la historia del feminismo. Por eso, entre las páginas del libro se recuerda a Chiara Páez, la adolescente asesinada por su novio cuyo caso generó el Ni Una Menos, y a otras víctimas de femicidio como Felicitas Guerrero y las hermanas Mirabal, pero también a militantes feministas como Clara Zetkin y Lohana Berkins.

Es una novela de aventuras que, si bien aborda un tema que nos conmueve y que está muy presente, no pretende hacer una bajada de línea o ser un panfleto. Y aunque está dedicada a todas las chicas, espero que también la lean los varones”, sostiene Santoro sobre su libro que puede leerse en la plataforma Bookmate.

-Mariposas de río es una novela que busca interpelar al público adolescente. ¿Por qué tomaste esa decisión?

-Porque creo que es una edad clave, que es de transición. A los chicos y a las chicas los ves muy despiertos en ciertos temas, pero si hurgás un poco más te das cuenta que no saben un montón de cosas y que tienen muchas preguntas. Es un momento muy interesante para trabajar porque es una etapa importante en la constitución de nuestra identidad y de nuestro ser más adulto.

-Precisamente, en el libro se hace evidente el interés que el movimiento de mujeres despertó en las chicas más jóvenes, y ese es un protagonismo que se acentuó con la lucha por el aborto legal. ¿Cómo evaluás ese fenómeno?

-La lucha del feminismo es histórica y lleva muchas décadas. Hace no muchos años, el movimiento de mujeres era más acotado pero tenía la particularidad de hacer todos los años el Encuentro Nacional de Mujeres, algo que fue creciendo exponencialmente. En ese marco, el feminismo se fue ampliando cada vez más, y el hecho de que las chicas tomen esta causa con tanta fuerza desde 2015 tiene que ver con que nuestras luchas fueron madurando y se fueron sumando discursos más cercanos a las generaciones más jóvenes. Y creo también que influyó que muchos de los femicidios que provocaron el surgimiento del Ni Una Menos tuvieron como víctimas a chicas muy jóvenes. Luego, con la marea verde la participación fue más fuerte. Y hoy es una ola imparable.

-¿Qué recordás de esa primera movilización del 3 de junio de 2015?

-Ese día fui a la marcha. Y recuerdo sentir mucha emoción e incredulidad, porque soy parte del movimiento de mujeres desde hace dos décadas, y he estado en muchas movilizaciones, y hace no tantos años atrás llenar la Plaza de Mayo un 8 de marzo parecía algo imposible e impensado. Además, decir que eras feminista era casi una mala palabra. Pero algo cambió tan rápidamente que ese día tuvimos esa marea emocionante.

-La consigna "Ni una menos" significó un punto de inflexión. ¿Qué cambió desde ese día?

-Hubo muchísimos cambios. Hoy el tema está totalmente instalado en la agenda de los medios, de la política y de la sociedad, y eso sirvió de empuje para la ampliación de derechos con algunas leyes nuevas, como la del aborto legal, que se consiguió el año pasado después de tanta lucha. Y con el gobierno actual, las cuestiones de género están atravesando de manera transversal a las políticas públicas. Por otro lado, también las instituciones, facultades, empresas y organismos públicos empezaron a dar luchas internas sobre cómo se trabaja, y sobre qué lugar tienen las mujeres y las diversidades en sus espacios.

-En la novela abordás el tratamiento sensacionalista que en muchas ocasiones le dan los medios de comunicación a los casos de violencia machista. ¿Cuáles son los elementos que un comunicador debe cuidar para informar con responsabilidad y perspectiva de género?

 

-El principal problema es que todavía, muchas veces, se minimiza y se justifica la violencia. Y si bien hace tiempo se erradicó el término "crimen pasional" al hablar del femicidio, a veces sigue apareciendo para correr el eje de la situación. Y cuando se informa de esa manera, lo que se genera es una revictimización de la víctima. Hay que tener en cuenta qué quiere la víctima, cuidar que no haya sobreexposición y no dar información que puede perjudicarla. Hay que saber que la violencia de género es algo que afecta los derechos humanos de las mujeres. Por eso es fundamental no tratar estos temas como casos excepcionales, sino como una problemática social.