La virtualidad, esa forma de relacionarnos que se impuso en la pandemia, acortó más distancias de las imaginadas y cruzó todas las fronteras. Las universidades que mantenían vínculos con casas de estudios, laboratorios e investigadores de otros países pudieron estrechar sus relaciones con un impacto positivo en estudiantes, tanto en el presente como a futuro.

Algunos aspectos, como la movilidad desde o hacia el extranjero, se vieron afectados por las restricciones impuestas para reducir la circulación. Pero el vínculo entre las universidades, como la mayoría de los aspectos de nuestra cotidianeidad, se adaptó al contexto con ayuda de las distintas secretarías y áreas de relaciones internacionales, que nunca dejaron de armar proyectos y avanzar hacia una internacionalización integral.

Uno de los principales actores al frente de esta tarea es la Red de Cooperación Internacional de las Universidades Nacionales (Redciun), que fomenta el vínculo entre estas instituciones para compartir ideas y proyectos. Fue constituida en 1999, es parte del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) y actualmente la dirige Jimena Estrella, secretaria de Investigación, Internacionales y Posgrado de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCUYO). “Entendemos la internacionalización no como un fin en sí mismo sino como un medio para contribuir a la mejora de calidad de la docencia, de la investigación y de la extensión”, puntualizó.

¿A qué nos referimos cuando hablamos de relaciones internacionales? Es más que el contacto entre las universidades y entidades extranjeras: otras casas de estudio, laboratorios y empresas; tampoco se trata únicamente del intercambio estudiantil ni los proyectos o pasantías que se realicen cruzando las fronteras. La integración de todos estos contenidos, prácticas, intercambios y diálogos son los que constituyen las verdaderas relaciones internacionales.

Esto que hoy en día es un aspecto muy desarrollado en varias de las universidades públicas de nuestro país tuvo un crecimiento exponencial en un período de tiempo relativamente corto. Julio Theiler, asesor de la Comisión de Asuntos Internacionales del CIN y ex secretario de esa oficina en la Universidad Nacional del Litoral (UNL), fue parte del crecimiento de la internacionalización desde sus cimientos y cuenta que hace cerca de 25 años “existían las relaciones internacionales pero eran individuales, de algún investigador o de gente que había hecho un posgrado en el exterior”.

“A nivel institucional, hacia mediados de los ‘90, apareció una necesidad cuando algunos programas de la Agencia Española de Cooperación Internacional miraron a América Latina. Se creó una serie de programas de intercambio con las universidades que tuvo un enorme impacto porque eran relaciones institución-institución, y no persona-persona. Nuestras universidades se vieron en la obligación de crear estructuras internas de gestión de las relaciones internacionales. Eso fue creciendo con los años y el gobierno argentino, a través de la Secretaría de Políticas Universitarias, entre el 2000 y 2010, empezó a crear políticas de promoción o de apoyo a las universidades para la internacionalización”, destacó el ingeniero.

En esta línea, Juan Luis Mérega, subsecretario de Planificación y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), marcó una diferenciación importante dentro de este ámbito en la actualidad: “Hay diferencia entre internacionalización y relaciones internacionales porque esta última se agota en una especie de actividad de cancillería, de embajadores, donde hay una relación entre dos instituciones que puede ser profunda y destacada. Pero la internacionalización es otra idea que incorpora la perspectiva internacional en los planes de estudio, en todo el quehacer del campus. Claramente es una instancia superior. No es nada sencillo de implementar. Es un proceso largo porque involucra a todas las áreas de la universidad”.

Pandemia y movilidad

La internacionalización implica un necesario cruce de fronteras, un recorrido de cientos y miles de kilómetros para conectarse con la realidad de otros. Y la pandemia, por el contrario, planteó un estilo de vida que se desarrolló dentro de las paredes del hogar y con un contacto atravesado por la virtualidad.

La movilidad estudiantil se vio truncada con la nueva normalidad, pero el intercambio no. “Antes de la pandemia teníamos más de 500 estudiantes movilizados por año y otros 500 que venían del extranjero a la universidad. El área de movilidad hoy se ha reconvertido parcialmente a lo que es movilidad virtual. No es un fin, sino un medio para que el estudiante tenga una mayor formación. No es sólo por la experiencia en sí, sino porque eso le permite una mirada del mundo, una sensibilidad internacional, adquirir competencias en otros escenarios, vincularse con otros actores”, explicó Estrella y agregó que en la UNCUYO ya cuentan con 10 carreras de doble titulación internacional que “les permite a los estudiantes tener, por ejemplo, un título argentino y uno francés”.

En Quilmes, por su parte, una de las varias modalidades que implementaron a través de la virtualidad son las ‘clases espejo’ con cursos de otros países, como lo describió Mérega: “Hubo un resultado muy positivo con las ‘clases espejo’ o cursos colaborativos en línea. Se trata de, por ejemplo, un docente de la UNQ que se pone en contacto con uno de México y acuerdan un programa o actividad común. Entonces, nuestro docente les da clases por medios electrónicos a sus alumnos y esa misma clase se pasa de modo sincrónico a los estudiantes de México, y la semana que viene se hace a la inversa. Esto tuvo mucho desarrollo y muchas experiencias positivas, en particular con Colombia y México, favorecidos por el idioma y el huso horario similar”.

Este tipo de proyectos o sus variantes presenciales implementadas antes de la pandemia tenían un fin específico: el desarrollo profesional de los estudiantes. Porque, como coincidieron los especialistas, las relaciones internacionales de las universidades tienen varias aristas a explotar, como la institucional, la académica o la movilidad.

“Muchas veces las instituciones generan políticas de espalda a los estudiantes. Pero las universidades, en general, han puesto mucha atención a la movilidad estudiantil, algo que realmente es muy bueno. Estas acciones tienen mucho que ver con los programas del gobierno argentino y con los que llegan a nivel internacional”, valoró Theiler y, en base a la cuestión económica, agregó: “No nos olvidemos que nuestro concepto de la universidad pública argentina está ligada a la gratuidad de la enseñanza. Entonces, si uno promueve la movilidad de estudiantes, nos vemos como universidad en la obligación de dar apoyo a esa movilidad, para que los estudiantes que finalmente realizan una movilidad estudiantil o una pasantía en el exterior no lo hagan en función de la capacidad económica de su familia sino de su capacidad intelectual”.

Relación latinoamericana

Muchos factores son influyentes en cuanto a la relación entre las universidades argentinas y las instituciones extranjeras: por ejemplo, la idiomática, la horaria o la proximidad. Sin embargo, las barreras que cada una pueda imponer son cada vez más permeables gracias a la evolución que ha tenido esta materia en los últimos años. Evolución que se da también gracias a las fuertes políticas de intercambio y acompañamiento entre las mismas universidades argentinas, nucleadas en la Redciun u otros ámbitos de diálogo.

“La relación se da mucho con América Latina por un tema de idioma y de cercanía y porque también hay políticas nacionales e internacionales que favorecen la relación con la región. Tanto la UNQ como la UNCUYO y la UNL forman parte del Grupo de Montevideo, una red muy interesante de articulación de universidades públicas del Cono Sur. También el hecho de que haya tan buena relación con Francia tiene que ver con una muy activa política de los gobiernos de estos países de promover programas específicos que articulan universidades, empresas y otros centros de investigación de Argentina y Francia”, señaló Mérega, quien señaló otros países con los que también tienen relación, un tanto más aisladas, como Australia y Angola.

En este sentido, Estrella aclaró que “cambia mucho la foto de acuerdo a las áreas de conocimiento”, porque “mientras que en las áreas sociales y de humanidades es muy fuerte el vínculo con América Latina, en las áreas de ingeniería, de las ciencias médicas, el vínculo es considerablemente más fuerte con Europa”.

El camino por recorrer es largo y muchos vínculos aún deben fortalecerse más. La virtualidad representa facilidades para mantener contactos, pero dificultades para estrecharlos o generar nuevos. Por ello, Theiler planteó el desafío a encarar en los próximos años para promover una mejor relación latinoamericana y apuntó directamente a los gobiernos de la región: “Después de trabajar muchos años en este tema, siento que se habla mucho de la cooperación en América Latina pero la mayor actividad es con instituciones de otras regiones, como Francia o Alemania. ¿Por qué no sucede lo mismo con México, Brasil o Chile? Porque no hay programaciones estatales que lo financien. Es un gran déficit que tiene América Latina. Nuestros gobiernos no acuerdan estrategias de promoción de la internacionalización sur-sur. Si bien hay algunos esfuerzos, como el Mercosur Educativo, no hay una visión global de América Latina y muchas de esas programaciones sufren un grave problema que es la discontinuidad. Se generan acciones, duran un tiempo y después desaparecen o bajan su nivel de financiamiento. Esto es un problema muy serio y es lo próximo a cambiar”.