Al otro lado del Zoom, desde su estudio en Río de Janeiro, Marisa Monte se ve impecable. Desde mediados de los ochenta, nunca dejó de grabar, actuar y salir de gira. A sus 54 años es una artista de alto rendimiento. Si se compara su presente con alguna de las tapas de sus discos, se sigue pareciendo más a la mujer sensible de Memórias, crônicas e declarações de amor (2000), el trabajo que le significó la fama internacional, que a la chica de pose retadora de Mais (1991). Pero no tiene ningún prurito en revelar la fórmula de su sempiterna juventud. “Creo que me veo así por los pequeños buenos hábitos que hay que tener en la vida”, afirma. “Mi alimentación es variada y sana. No fumo, tampoco bebo y hago ejercicio. A estas alturas, todo el mundo sabe eso. La diferencia está en ser constantes con esas costumbres a lo largo del tiempo. Es lo que marca la diferencia”.
A pesar de su dilatada trayectoria, la cantautora brasileña es más conocida en la Argentina por su participación en Tribalistas, proyecto musical en el que unió fuerzas con sus colegas Carlinhos Brown y Arnaldo Antunes. Como parte de la gira del segundo álbum del supergrupo, se presentó en Buenos Aires en 2019, en un Luna Park completamente lleno y radiante de emoción. Seis años después de su debut en calidad de solista en la capital porteña, donde vino de la mano de un disco O que você quer saber de verdade (2011). Si bien sendas circunstancias fueron relativamente distintas, Monte no se atreve elegir cuál fue la mejor experiencia que vivió hasta ahora ante la audiencia local. “Me cuesta tener que escoger. No sería justo hacerlo”, se disculpa. “Lo que sí puedo asegurar es que es una alegría estar en Buenos Aires. Siempre fui recibida con mucha calidez. El público conoce bien mi repertorio, y por eso en mis recitales doy espacio para que cantemos los temas juntos. Espero que pueda ir más veces. Así estaré en la capacidad de decidir qué recital me gustó más”.
A manera de autorregalo de cumpleaños, el 1 de julio la carioca puso en circulación su más reciente disco: Portas. “Fue mi forma de celebrarlo, aprovechando lo que la tecnología nos ofrece. Sigo festejando la vida a través de la música”, dice Monte acerca de su noveno trabajo de estudio. “Debido a que un cumpleaños es un momento de conmemoración, no había nada mejor en esta época de distanciamiento que viajar y abrazar a la gente que más querés con las canciones. Tomando en cuenta que aún los encuentros son peligrosos y limitados, el lanzamiento de Portas fue la conmemoración de la existencia. Imaginate todas las personas que todavía sufren la pérdida de sus seres queridos”. Se trata del primer álbum solista de esta icono de la MPB en una década, después de la aparición del ya mencionado O que você quer saber de verdade. En lo que se hizo mucho énfasis, apenas sucedió el estreno. Sin embargo, la artista, más allá de todo el tiempo que invirtió en la última reunión de Tribalistas, se encontró muy activa. Más de lo que muchos podían suponer.
“Trabajé tan duro que ni me di cuenta de lo rápido que pasó todo”, reconoce Monte. “Luego de hacer una gran gira de O que você quer saber de verdade, en 2014 saqué un disco en vivo (Verdade, uma ilusão tour 2012/2013) y un compilado de mis colaboraciones con otros artistas, Coleção (editado en 2016, incluye temas con Cesaria Evora, Devendra Banhart, Julieta Venegas, Gustavo Santaolalla y David Byrne, entre otros). Quería que mi público conociera ese aspecto de mi producción, por si no sabía que existía”. Aparte de todo esto, en 2015 protagonizó en Nueva York un espectáculo llamado Samba Noise, en el que músicos brasileños interactuaron con colegas establecidos en esa megalópolis. “Me acompañaron un grupo de samba, Seu Jorge, Ryuichi Sakamoto y Arto Lindsay”, describe la música acerca de un espectáculo organizado durante cuatro días en el Brooklyn Academy of Music (BAM). “Y dos años más tarde salí de gira con el maestro Paulinho da Viola. Inicialmente, hicimos seis shows. Pero fueron tan exitosos que terminamos tocando juntos seis meses”.
-¿Nunca tomaste un receso?
-Luego de eso, apareció el segundo disco de Tribalistas. No hacíamos nada en conjunto desde 2001. Este álbum trajo como consecuencia un disco en vivo y una gira. Al mismo tiempo, estaba produciendo, al lado de Arto Lindsay y Mário Caldato Jr. (este productor e ingeniero de sonido paulista se dio a conocer, a partir de fines de los ochenta, por su trabajo con los Beastie Boys), un disco de Cézar Méndes (de 2018, se refiere a Depois enfim, primer y esperado álbum del legendario guitarrista y compositor brasileño). Fue un periodo de colaboraciones. Pero nunca me distancié de la producción. Y en 2020 estaba lista para grabar mi nuevo disco.
-Y llegó la pandemia…
-En marzo de 2020, íbamos a comenzar a grabarlo. Pero recién en noviembre pudimos empezar a hacerlo. Adaptados siempre a los protocolos sanitarios, entramos en el estudio. Ahí terminamos creando un método híbrido entre el trabajo presencial en Río de Janeiro, y grabaciones remotas en otras partes del mundo como Madrid, Lisboa, Barcelona, Nueva York y Los Ángeles. Al final de cuentas, y aunque parezca una ironía, terminé haciendo el disco con más participaciones internacionales de mi carrera. Y todo esto sin salir de Río de Janeiro. Acudimos a la creatividad en un momento de tanta dificultad. Por suerte, porque fuimos responsables con la salud del equipo que participó, no tuvimos ninguna infección durante el proceso de grabación o luego de éste.
-Arto Lindsay fue un productor musical clave en muchos de tus discos. ¿Por qué decidiste acudir a él una vez más, cuando tenías la posibilidad de experimentar en una época permisiva para ello?
-Con Arto (su origen es estadounidense, pero se crió en Brasil), trabajamos juntos en cuatro discos en los noventa. Y nos hicimos muy amigos hasta hoy. Al punto de que fue vecino mío en Río de Janeiro. Siempre que tuve la oportunidad de compartir proyectos con él, me sentí muy alegre. Nuestra relación es una historia hermosa acerca de la amistad. En 2019, él se encontraba en Nueva York, donde enseñaba música brasileña en universidades como Princeton y NYU. Al año siguiente, cuando fui para allá, le propuse volver a trabajar juntos en el nuevo disco. Hicimos dos canciones, para ver qué salía, y por suerte quedaron muy bien. Y digo que fue una suerte porque es un placer para mí trabajar con él. Tiene una referencia estética muy rica. No sólo entiende de música y de métodos de grabación, sino también de literatura y de artes visuales. Es una persona muy influyente porque no sólo se limita al hecho musical cuando se está creando.
Si antes Monte viajaba a la Gran Manzana para coproducir discos como Mais o Verde, anil, amarelo, cor-de-rosa e carvão (1994), ahora eso sería cosa de un pasado remoto. Artista y productor armaron una banda allá y otra en la ex capital brasileña. Esto decantó en el desarrollo de un sonido en el que dialogan los Beach Boys, la no wave, el soul, el jazz y la MPB. “Si algo quería desde el principio era que la grabación fuera orgánica”, comparte la artista, cuyo flamante álbum se compone de 16 temas inéditos. “Deseaba que cada instrumento tuviera su protagonismo para que realmente fuera un disco de encuentros. Así que empezamos a ensayar y grabar. Esa dinámica generó una respiración colectiva. Si alguien me dice ‘suena antiguo’, le digo que es cierto porque antes se hacían las cosas de esa manera. Tenía muchas ganas de llevar a cabo este método de creación colectiva ensayando y grabando juntos. Eso se complementó con los arreglos de tres arreglistas diferentes (Arthur Verocai, Antonio Neves y Marcelo Camelo), que forman parte de generaciones diferentes de la música”.
-En comparación con tus otros discos, ¿creés que gracias a este método el pop suena más barroco?
-No sólo en lo lírico, sino también en la orquestación de algunas canciones. Esa dinámica tiene la sensación de una actuación en vivo, algo que no es muy común en los discos actuales. Los métodos cambiaron y son variados.
-Cuando hablás de las letras de estas canciones, te referís a ellas como “afirmacionistas”. ¿Podés explicarlo?
-Cuando empecé a elegir las canciones que serían parte del disco, en mi proceso de equilibrio interno no me quería conectar con angustias, incertidumbres, ni dolores. Mucho menos en un momento tan trágico y triste como éste. El mundo está tan lleno de lloriqueos y quejas, y eso lo podés ver apenas te conectás a Internet, que deseaba ofrecer una alternativa. Debido a que soy optimista, me llené de coraje para decir que hay una alternativa esperanzadora. La historia del ser humano hoy es mejor que hace 100 años. Pero la evolución no es tan rápida como nos gustaría, y a veces tiene retrocesos. En estos momentos, eso es importante de entender para afirmar los valores que son compartidos por la existencia humana en este planeta. Todo eso está en mi disco como un mensaje subliminal.
-En esta era distópica, ¿no te parece utópico lo que proponés? Y más en un Brasil cuyo presidente pareciera que vive en una realidad paralela.
-Cambió muchísimo lo que antes se entendía por naturaleza, arte, creatividad, imaginación, diversidad, libertad de expresión, ciencia e incluso democracia. Hoy las mujeres ocupamos otro rol en la sociedad. Si bien Portas es un disco que dialoga con un momento político, no quería decir más de lo mismo. Tampoco hacer un reclamo. Mi intención era brindar una mirada positiva del futuro, porque tengo esa sensación. Nadie puede detener la evolución, por más que un grupo social lo intente. La gente quiere estar unida en armonía. Confío en que Brasil va a salir, y por eso es importante el afirmacionismo. Al igual que muchos en mi país, soy una activista de lo positivo. Es un valor muy precioso.
Marisa Monte es una artista comprometida con el tiempo que le tocó vivir, y eso lo refleja en su arte y en su estilo de vida. Si en su última visita a Buenos Aires celebraba el cambio de paradigma que experimentaba la mujer en la sociedad brasileña, durante la pandemia combatió las políticas del gobierno de turno. Pero no sólo criticó el conservadurismo y la mala praxis cultural de la administración Bolsonaro, sino que tomó cartas en el asunto. Al punto de que antes de la salida de Portas, hizo una audición online paga (orientada a sus seguidores) cuya recaudación la destinó a ayudar a los profesionales del rubro afectados por la crisis que ocasionó el coronavirus. “Creo que es el momento de la acción”, advierte la artista carioca. “Tengo al menos 35 años de carrera musical en los que hice muchas campañas. Siempre simpaticé con las causas benéficas. Pero no sólo un artista está en condiciones de hacerlo. De hecho, no me considero así cuando ayudo. Soy una brasileña más que desea contribuir para tener un país mejor. Para mí esto es más importante que cantar consignas políticas”.
¿Por qué llamaste a esa acción que generaste “resistencia poética”?
-Por más que la intención sea la mejor, a veces la acción es insuficiente para ayudar a otros. Yo hice un montón de cosas, pero trato de hacer más. La mayoría ni siquiera las divulgo. Trato de poner de mi parte reciclando la basura, cuidando la calle, plantando árboles. Uno puede hacer mucho a través de esas pequeñas cosas. Con la ayuda del público y del sello discográfico en el que estoy, recolectamos cerca de mil canastas de alimentos para asistir a gente que fue afectada por la pandemia. Hago todo lo que está a mi alcance para colaborar. Sin embrago, lo que me pone más feliz es poder involucrar a mi público en esto. El resultado ha sido hermoso. Me siento satisfecha si puedo contribuir a mejorar la vida de los demás.
Detalles del disco
Para tirar abajo cualquier tipo de especulación, “Portas”, la canción que titula lo nuevo de Marisa Monte, no versa sobre la pandemia. De hecho, la escribió antes de que ésta sorprendiera a la humanidad. “Es un tema atemporal”, subraya. “Trata sobre las puertas exteriores e interiores que se nos abren y cierran. Siempre podés elegir más de una”. Esto, a manera de metáfora, se traslada a las colaboraciones del álbum. Si bien en el repertorio participan amigos y colegas de siempre como Arnaldo Antunes, Seu Jorge y Nando Reis (además de Pretinho da Serrinha, Dadi, Silva y Pedro Baby), abarca asimismo a una novel generación de músicos brasileños, entre los que destaca Chico Brown: hijo de su compadre tribalista Carlinhos Brown. “Lo invité a participar en ‘Calma””, contextualiza la cantante carioca, quien convocó a la artista brasileña Marcela Cantuária para que se encargara de un concepto audiovisual del disco, en el que dos mujeres contemporáneas dialogan sobre cómo poner su sensibilidad al servicio del arte. “El que está cantando le dice al otro que todo estará bien. Por más que haya problemas, se solucionarán y el futuro será mucho mejor”.