Cuarenteñeros; doblevacunadas; guardadites hasta que se ponga el covid; barbijudos y barbijudas; cuidémonos y cuidémonas: perdonad nuevamente la urgencia de mis palabras, pero es que la circunstancia así lo requiere, y el circunstancio, también.

Los hechos ocurridos estas últimas semanas y, sobre todo, su interpretación, superan no solo mi delirante imaginación –lo que no sería tan grave–, sino que también grandes pensadores y oras han sido relegados de pronto con pocos, concretos y zoológicos eventos.

En efecto: ocurrió lo que no pudo vaticinar Hobbes cuando inmortalizó la frase (en realidad, de Plauto) “Homo hominis lupus” y no “Homo hominis carpinchus”; lo que no pudo anticipar Marx cuando imaginó al proletariado industrial y no al carpinchariado marsupial liderando la revolución; o al fantasma del comunismo “sobrevolando Europa”, cuando es bien sabido que los carpinchos pueden correr, deslizarse o nadar, pero de volar, nada.

Sucedió lo que no imaginó Lenin cuando se planteó aquello de “Dos pasos adelante, uno atrás”, cosa que ningún carpincho se plantearía jamás, si acaso se plantearan algo en su corrida grupal en pos de agua, mate o comida. Tampoco el Che Guevara habló jamás de “crear dos, tres, muchos Nordeltas”.

Aconteció lo que ni siquiera el general Perón imaginó respecto del año 2000, y quizás por ello no reconoció a los carpinchos como la quinta rama del Movimiento. Para no hablar de nuestra actual izquierda, que observa azorada lo que indica un simpatiquísimo posteo que circula en las redes: “En unos pocos días, los carpinchos lograron lo que la izquierda no logró en años: arrebatarle territorios a la clase dominante, tener presencia fuera de la universidad y hacer todo eso sin dividirse en múltiples facciones”.

Los carpinchos sí lo lograron. Se “apoderaron” pacíficamente de un territorio habitualmente en manos de la "clase dominante aspiracional”; en manos de quienes necesitan verse y, sobre todo, ser vistos, en un sitio exclusivo, privado, protegido de la pobreza y, como dijimos en un chiste en este mismo diario, de “la carpincheza”.

Pero resulta que los carpinchos son los originarios, y que los vecinos, o la presencia predadora de… ¡sí , los seres humanos! los dejó sin comida ni agua; y entonces, en vez de organizar una manifestación, un sindicato, una ONG, una marcha del orgullo o un partido político, ganaron la calle (he de decir que sin barbijo..., eso está mal) y se apoderaron de lo que necesitaban.

Coincidiré con usted, lector, lectora, en que esta no es –no debería ser– una gran noticia; en que en este mismo espacio tal vez hemos planteado temas más, digamos, elevados. Es posible, incluso probable, que usted tenga razón en su imaginario planteo. Pero lo que termina realzando este hecho tan pequeño es la reacción social, la rápida denuncia de la “dictadura del carpinchariado”.

Es el pánico de nuestra burguesía por ver sus espacios ocupados como si Alimaña los invadiera con su batallón de Carpinchengruppentruppen, o como si la Unión Carpinchética, en alianza con Carpinchina, no contentas con haberles cambiado el ADN a través de la vacuna, ahora se metieran en sus casas, no a través de los medios enfermónicos, sino royéndoles sus propias cabezas.

Seguramente, el maurificato hubiera aplicado la doctrina Carpinchocobar o hubiera llamado a rezar o a que todos se disfrazacen de árboles para confundir a los invasores. O hubiera llamado a los argentinos a cazar carpinchos para hacerle un tapadito de piel a cuenta de la deuda a su amada Mme Lagarte. Y el consorcio se hubiera reunido, y de los carpinchos se hubiera hablado, y las damas satisfechas sonreirían.

Pero tranquilos, vecinos, que falta menos de un mes para las PASO. Y los carpinchos... no votan (por ahora).

Sugiero al lector acompañar esta nota con el video “Se vienen los carpinchos”, de RS Positivo (Rudy-Sanz).

Como adelanto, las rimas con que los autores contextualizaron el tema:

En nuestra historia argentina, la fauna está muy presente:

Hubo un gato vendepatria que llegó a ser presidente;

Tuvimos una tortuga, un peludo y un pingüino

Y algunos le dicen "yegua" a la que hoy marca un camino.



Tenemos cerdos y buitres, también existen “gorilas”;

hay halcones y palomas; es como larga la fila.

Pero ocurre en estos tiempos, con potencia arrolladora,

que hay un nuevo movimiento de la fauna… roedora.