Con la propagación viral, emergen nuevas variantes y los especialistas buscan responder, a partir de la evidencia disponible, aquello que las sociedades del mundo se preguntan: ¿las vacunas disponibles funcionarán, o bien, son tantas las mutaciones que presentan las nuevas variantes del Sars CoV-2 que será necesario actualizarlas? ¿Es difícil hacerlo? ¿Cuál es el panorama en Argentina? Gracias al ritmo de vacunación alcanzado, el país exhibe un promedio de 5.362 infecciones y 144 fallecimientos en cada jornada, cifras muy por debajo a las que se reportaban meses atrás. Al mismo tiempo, la ocupación del sistema de salud mejora de forma notable: 2.713 camas UTI, en relación a las 7.969 requeridas en junio. No obstante, a pesar de las buenas señales, las alarmas por Delta hacen pensar en la inevitable llegada de una nueva ola. Por el momento, sin transmisión comunitaria confirmada por el Ministerio de Salud, las que prevalecen son Gamma (reportada por primera vez en Brasil) y Lambda (identificada originalmente en Perú).

El martes, la OMS advirtió la emergencia de la variante Mu. Detectada por primera vez en enero de este año, ya circula en más de 39 naciones (de América y también de Europa) y, posiblemente, gracias a las mutaciones que exhibe sería más contagiosa. Hoy representa más del 80 por ciento de los contagios en Colombia y se suma a la lista que también componen Alpha (Reino Unido), Beta (Sudáfrica) y las ya nombradas Gamma, Lambda y Delta.

Para completar el paisaje, la referencia es para “C.1.2.”, que aún no fue categorizada como “variante de interés”, pero que en breve podría pasar a serlo. Este linaje fue reportado en mayo pasado en Sudáfrica y, por ahora, circula en un porcentaje menor al 2 por ciento. Al respecto, Carolina Torres, bioquímica y viróloga del Conicet, detalla: “Posee varias mutaciones en la región que codifica para la proteína Spike, algunas de las cuales ya han mostrado tener un impacto en características biológicas del virus, como una mayor infectividad y disminución de reconocimiento por anticuerpos neutralizantes”. Y aclara: “Sin embargo, aún no hay estudios publicados con esta constelación de mutaciones; se están llevando a cabo según informan los investigadores de la Red de Vigilancia Genómica de Sudáfrica”.

Efectividad de las vacunas

Las mutaciones son mucho más habituales de lo que se cree. Al igual que los seres humanos cuentan con su ADN, el Sars CoV-2 tiene un material genético: el ARN. Un manual de instrucciones, conformado por 30 mil letras, que le indica al patógeno cómo replicarse. A veces, cuando se multiplica al interior de las células del huésped, se producen equivocaciones en la lectura de esas letras y promueven cambios decisivos. Así es como la cepa que originó la pandemia desde Wuhan (China) tiene algunas diferencias con respecto a las que circulan actualmente. Todos los países monitorean cómo se modifica el genoma del virus y cuáles son sus implicancias en relación a la utilidad de las vacunas que se aplican. Argentina no es la excepción: el Instituto Malbrán por un lado y Proyecto País (Proyecto Argentino Interinstitucional de genómica de SARS-CoV2) por otro se encargan de un análisis genómico activo.

Las vacunas actuales pierden efectividad para evitar los contagios con Delta (entre un 10 y un 15 por ciento menos), al respecto de lo que sucedía con las otras variantes. Sin embargo, en relación a la enfermedad grave y a los fallecimientos, todavía confieren una alta protección”, señala Mario Lozano, virólogo del Conicet y especialista en vacunas. Después completa: “Hasta tanto no caiga ese porcentaje, me parece que no vale la pena contar con una vacuna adaptada a las nuevas variantes. De la misma manera, no tiene sentido hablar de la inoculación de terceras dosis, que no estén adaptadas a lo que circula”.

Hasta el momento, existen pocos estudios que analicen efectividad vacunal en la región, esto es, cómo funcionan las tecnologías para las principales variantes que circulan en Latinoamérica. Torres acuerda con el diagnóstico que realiza Lozano. “A pesar de que existe una amplia heterogeneidad entre los pocos trabajos que hay, en ellos se puede observar que la efectividad, como es de esperarse, es mayor para la prevención de las muertes y casos más severos, y disminuye para evitar infecciones sintomáticas frente a las nuevas variantes”, explica.

Luego agrega: “Las mutaciones brindan una orientación al respecto de si alguno de los virus que circulan, potencialmente, podría eludir la respuesta de las vacunas. No obstante, las mutaciones per se no indican nada sobre la efectividad de las vacunas. Lo que sabemos hasta el momento es que las tecnologías siguen siendo efectivas”. A priori, las poblaciones con mayor cobertura afrontan de una mejor manera las olas con las nuevas variantes de la covid, en la medida en que las hospitalizaciones y los fallecimientos disminuyen de forma notoria. De hecho, en un país como Reino Unido, el 97 por ciento de los nuevos fallecimientos corresponde a individuos que han decidido no inmunizarse pese a poder hacerlo.

Cuán difícil es actualizarlas

La posibilidad de que el virus mute y cuestione la validez de las vacunas es algo que un grupo de investigadores pensó en mayo y en junio de 2020 y fue publicado en la revista PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences). A través de modelos, consiguieron establecer que las mutaciones no impedirían que los patógenos fuesen neutralizados por los anticuerpos que los organismos generan luego de recibir la vacuna. Sin embargo, la pandemia ofrece una dinámica singular y la posibilidad de una adaptación de las fórmulas vuelve a barajarse.

Si así ocurriese: ¿qué características debería tener ese procedimiento? “En teoría, el proceso de actualización de una fórmula que ya existe debería ser mucho más corto que cuando se diseñaron las vacunas en base al virus de Wuhan. Hay eslabones del procedimiento que, a priori, no deberían volver a realizarse. Una vez que se sabe que la tecnología funciona y es segura, la actualización del inmunógeno vacunal es muchísimo más simple”, comenta Torres.

Y agrega Lozano: “Actualizar una vacuna es relativamente sencillo para la mayoría de las plataformas que hoy se emplean. Las que utilizan vectores adenovirales (AstraZeneca, Sputnik, CanSino) o ARN (como Pfizer y Moderna) se podrían adaptar muy fácilmente y no debería generar ninguna complicación”. Desde aquí, mediante las técnicas de ingeniería genética, las tecnologías podrían calibrarse para ser efectivas al respecto de lo que circula en tan solo seis semanas.

“Normalmente ya no se necesita realizar fase 1, pero sí fase 2 y fase 3 (quizás) juntas, y alcanzaría con un menor número de participantes, con lo cual no se requeriría de los 40 mil voluntarios que se utilizaron para las pruebas de las vacunas anteriores”, comenta Daniela Hozbor, bioquímica e Investigadora Principal del Conicet. “Asimismo, funcionaría como un refuerzo, porque ya hay muchísima población vacunada. AstraZeneca, por caso, prueba el diseño de una sustancia que sea eficaz frente a la variante Beta con 2.475 voluntarios”, subraya.

Beta, originalmente reportada en Sudáfrica, mermó su circulación en ese territorio y fue desplazada por otras de mayor propagación. Por este motivo es que resulta tan difícil combatir una pandemia en un mundo globalizado como el actual, en el que los virus también se transmiten y cruzan océanos con mayor facilidad. “Hay algunas ideas orientadas a poner en marcha una vacuna universal (apta para todas las variantes), pero aún es muy incipiente y faltan nuevos avances”, destaca Torres.

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