La historia de Asya Klyachina

1967

El segundo largometraje de Konchalovski es un ejemplo perfecto de las libertades formales y narrativas del cine soviético de su era, aunque hayan sido esos mismos elementos los que hicieron que el film fuera retirado de circulación por las autoridades censoras y recuperado recién veinte años más tarde, luego de su reestreno en el Festival de Berlín. Rodada con actores no profesionales en un pueblo rural en las afueras de Nizhni Nóvgorod, en el distrito del Volga, la película parece inspirada en el clásico de Alexander Dovzhenko Tierra (1930). La trama central incluye un triángulo amoroso entre una bella y embarazada joven y dos muchachos enamorados, pero cualquier descripción sinóptica se queda algo corta ante su cruza constante entre ficción y documental. Gracias al registro de sonido directo y a un preciso trabajo de dirección de “actores”, la película alterna secuencias claramente guionadas con el registro del duro trabajo en el campo bajo el sol o la lluvia, e incluye dos momentos en los cuales los recuerdos reales de personas de carne y hueso sobre la Gran Guerra logran conmover genuinamente. “Cuando la película fue prohibida me transformé en una suerte de héroe para los intelectuales, un disidente”, escribió Konchalovski. “Como Tarkovski con Andrei Rublev, yo también tenía una película prohibida, así que nos convertimos en celebridades en Moscú. Pero me quemé los dedos, así que después decidí hacer películas clásicas y literarias basadas en Chéjov y Turgenev. No quería meterme en más problemas con la censura”.

Siberiada

1979

Ganadora del Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes en 1979, esta expansiva historia de dos familias en el pueblo siberiano de Yelan a lo largo del siglo XX tiene una duración total, en su versión completa, de cuatro horas y veinte minutos. Comenzando en la década de 1910 y llegando hasta los tiempos de la realización de la película, los primeros segmentos de Siberiada enfrentan dialécticamente las tradiciones y supersticiones del lugar (se habla de espíritus que habitan el pantano oculto en medio del bosque) con la llegada de las primeras noticias de la Revolución. Con el paso del tiempo, luego de la muerte del abuelo y el padre de quien será el protagonista de las dos últimas partes (Aleksei, interpretado en su madurez por el hermano de Konchalovski, el actor y realizador Nikita Mikhalkok), la llegada de la Segunda Guerra Mundial y el afianzamiento del estalinismo provee nuevas mutaciones en una sociedad que había permanecido aislada durante siglos. El choque de clase e ideológico de los dos clanes le permite al realizador reflexionar sobre los cambios en la vida en la Unión Soviética, pero sin olvidar nunca las emociones de los personajes, zarandeados por la gran maquinaria política y social y los deseos personales más profundos. Esta notable pero algo olvidada superproducción histórica ha influenciado directa o indirectamente otros relatos cinematográficos y televisivos de aliento épico, como el drama multigeneracional en formato de miniserie Heimat, del alemán Edgar Reitz.

Escape en tren

1985

El logo de la extinta compañía Cannon y el cartel que confirma el rol como productores del dúo integrado por Menahem Golan y su primo Yoram Globus anticipa placeres genéricos cercanos al suspenso, la acción y la aventura. Pero el segundo largometraje del realizador ruso en los Estados Unidos es mucho más que un simple ejercicio de cine popular. Basado en un guion escrito por Akira Kurosawa para un proyecto “americano” que nunca llegó a buen puerto, el film protagonizado por Jon Voight y Eric Roberts, acompañados por Rebecca de Mornay, encuentra a dos convictos que acaban de escapar de prisión a bordo de un tren de carga sin maquinista ni frenos a disposición. En tanto film de aventuras, Escape en tren ofrece grandes dosis de emoción a gran velocidad, al tiempo que los responsables del tendido ferroviario intentan detener al monstruo en su carrera hacia la destrucción y el villano titular, el director del presidio de San Quintín, los persigue incansablemente a lo largo y a lo ancho de paisajes nevados. Pero Konchalovski también logra introducir un fuerte elemento humanista en el relato gracias a su estudio de personajes en situaciones extremas. Gran trabajo de los dobles de riesgo en la era predigital para un clásico inoxidable de los años 80, que le valió a Voigt su tercera nominación como Mejor Actor en los premios Oscar y le ofreció a Danny Trejo –él mismo un ex convicto– su primer papel en la pantalla grande.

Paraíso

2016

En Paraíso, ganadora del León de Plata en el Festival de Venecia y cuyo título no podría ser más irónico, Andréi Konchalovski aborda el delicado tema de los campos de exterminio nazis. Es un film hablado en múltiples idiomas cuya estructura entrelaza escenas naturalistas con una serie de “entrevistas” a cámara de los personajes centrales, que simulan ser material de archivo. Los protagonistas son el jefe de la Policía de París bajo la ocupación alemana, una condesa rusa que ha sido condenada a trabajos forzados en un campo de detención (Julia Vysotskaya, la protagonista de ¡Queridos camaradas!) y un miembro de las temibles SS que supo conocer a la aristócrata en tiempos más pacíficos. Más allá de la pintura general, es en los detalles dónde debe buscarse lo mejor del film, como en el encuentro inesperado del alemán con un compañero de estudios literarios o en el día a día de la vida en el pabellón de detención. El que pinta Konchalovski es un universo en putrefacción, en el cual la supervivencia se impone por sobre cualquier ideología o empatía. Para el cineasta, “se trata de contar un cuento. No pienso en los mensaje o en algún tipo de actualidad. Tiendo a tener una visión filosófica de los seres humanos y es muy reconfortante pensar que toda la humanidad, y cada individuo por separado, es el experimento de la vida de alguien. La idea fue hacer una película sobre tres personajes que, de alguna manera, se entrecruzan en diferentes dimensiones de la existencia humana”.