“El nuevo servicio de alquiler más popular de China: hombres que realmente escuchan”, reza el titular de un reciente artículo de la revista web Sixth Tone, con base operativa en Shanghai, que refiere a una llamativa tendencia en disparatado ascenso por esos pagos lejanos. A saber… “Las mujeres están tan cansadas de salir con hombres mediocres y, aún así, demasiado pagados de sí mismos que han comenzado a concurrir a butler cafés (cafeterías de mayordomos, su traducción al castellano), que les ofrecen una compañía masculina más servicial y atenta, siempre y cuando paguen una tarifa”, amplía la mentada publicación respecto del flamante fenómeno. Fenómeno que está causando revuelo en redes sociales como Xiaohongshu (mezcla de Instagram y Pinterest), donde se multiplican y viralizan posteos en torno a esta pujante industria. Dirigida, dicho está, a mujeres cis heterosexuales que buscan ser atendidas con mimo por camareros apuestos, que galantemente les preparan bebidas, escuchan solícitamente sus problemas o anécdotas, ven películas con ellas, juegan ¡encantados! Videogames o juegos de mesa…

Así lo relata Zheng, divorciada, de 40 años, habitué de The Promised Land; ajá, “la tierra prometida”, tal es el sugerente nombre de uno de estos enclaves en el centro de Shanghai, que inauguró a fines del año pasado. Zheng es capaz de abonar más de 400 yuanes -aproximadamente 60 dólares- por cada visita. Plata muy bien invertida, a su entender, dado que “la experiencia de ser oída y respetada, que se preocupen por cómo ha sido mi día, vale cada centavo. Ninguna pareja que he tenido ha sido tan dulce”. “Con los mayordomos, ¡vos sos la reina!”, se entusiasma esta parroquiana, que dice que todo el asunto le ha venido pipa para no subestimarse al momento de encontrar un novio (verdadero). “Ya no puedo aceptar la dinámica desigual de poder que prevalece en las relaciones chinas. No quiero más ese papel subordinado”, ofrece quien gusta contrastar su mala experiencia conyugal -donde debía estar a merced de las necesidades de su exmarido- con la “agradable sensación de ser estimada y servida por varones”. 

Al respecto, vale mencionar que, según encuestas recientes realizadas a parejas casadas de todas las edades en China, la satisfacción dista de ser equitativa: los hombres aseguran estar más contentos con sus matrimonios que las mujeres, cuyo disgusto parece acentuarse cuantos más años llevan juntos, acaso por el rol sumiso que socialmente se espera y demanda en las consortes.

Mujeres con control absoluto

Afirma Mero, una de las tres fundadoras de The Promised Land, que su negocio tiene por objetivo “brindar a las mujeres un espacio en el que tengan el control absoluto. Nuestra misión es simple: ocuparnos de sus necesidades tanto como sea posible”. Control, en este caso, significaría: elegir el compañero de ocasión, escogerle la pilcha (con alternativas que van del más formal traje y corbata a looks decontracté), seleccionar el divertimento (apto para todo público) y, por supuesto, dirigir la conversación sin ser descalificadas como epidérmicas, triviales… Apenas la punta del iceberg, en tanto, por montos más elevados, las clientas pueden rentar el servicio de “novio por un día” para que el muchacho las acompañe a hacer mandados, a hacerse chequeos en el hospital, las ayude con una mudanza; en fin, infinitas son las posibilidades.

Como se pormenoriza en la citada nota, esta creciente industria en China está “inspirada” en el diversificado universo de pubs y cafeterías temáticas de Japón, donde -en clave cosplay- desde hace rato proliferan los butler y maids cafés, con camareros y meseras sugerentemente emperifollados para personificar sus respectivos papeles y atender a visitantes como si fueran parte de lo más copetudo de la aristocracia. Aunque estas figuras bien podrían recordar a las geishas, los ecos no dejan de ser lejanos: ni están versadas en artes y danzas, en la ceremonia del té, en ikebana y caligrafía, en literatura para charlas de alto nivel…

Lo cual no quita que no existan duras exigencias para esta suerte de geishos chinos. Si a caballo regalado no se le miran los dientes, a mayordomo contratado se lo controla con lupa de exagerado aumento… “Las clientas no pagan para ver caras feas”, es terminante, implacable la propietaria Mero, que no se corta ni medio pelo en admitir las altas exigencias estéticas que impone a sus empleados. Salvo que sean extraordinariamente guapos, reconoce la cofundadora, los jóvenes -generalmente modelos o estudiantes universitarios- deben medir al menos 1,85 metros. También rige una estricta rutina de cuidado de la piel y maquillaje ligero (algo de base para cubrir “imperfecciones” cutáneas, un poco de lápiz labial para que la boca luzca tentadora, etcétera), y se les recomienda que duerman un mínimo de 8 horas para hacer gala de frescura en la jornada siguiente.

Rigurosas reglas que los mayordomos consultados por Sixth Tone testifican cumplir a rajatabla: de lo contrario no podrán subir de escalafón en la jerarquía de su laburo, que los divide en tres categorías -inicial, avanzando y famoso-, con salarios distintos según el puesto que se ocupe. Lo que más les pesa, confiesan ellos, es que periódicamente son sexualmente acosados en el trabajo. “Ya he perdido la cuenta de la cantidad de mujeres que me ha propuesto tener sexo. En general les digo que soy tímido, pero a veces son insistentes. Entonces les recuerdo que el café tiene terminantemente prohibido ese tipo de contacto físico íntimo”, declara Changze, uno de los muchachos más demandados, corroborando que cada espacio de The Promised Land es monitoreado vía cámara de seguridad en caso que surja algún “malentendido”.