Cry Macho - 8 PUNTOS

EE.UU., 2021

Dirección: Clint Eastwood

Guion: Nick Schenk, sobre novela de N. Richard Nash

Fotografía: Ben Davis

Duración: 104 minutos

Intérpretes: Clint Eastwood, Dwight Yoakam, Eduardo Minett, Natalia Traven, Fernanda Urréjola

Estreno en salas.

Cry Macho representa para Clint Eastwood una coda y un inicio. Sirve de coda al ciclo de refutación de la ley del revólver que tuvo como disparo de largada a Los imperdonables, e inicia una despedida que no sólo no es amarga sino que parecería no permitirse siquiera la melancolía, afrontando lo que queda con sabiduría zen. La de quien sabe que todo lo sólido se desvanece en el aire. 

Como en otras ocasiones, en su película nº 40 el otrora Hombre sin Nombre vuelve a hablar de sí mismo. Lo había hecho en su ópera prima, Play Misty for Me (1971), cuando a los 40 representó a un tipo que lucra con su fama y su pinta para llevarse a una mujer a la cama con falsas promesas. Lo hizo cuando ensalzó a su esposa Sondra Locke en Ruta suicida (1977). Lo hizo cuando mostró al cineasta como depredador en Cazador blanco, corazón negro (1990). Lo hizo cuando se mostró viejo por primera vez en Los imperdonables –¡hace casi 30 años!-, y de allí en más no dejó de mostrar el modo en que el tiempo pasaba en él, de película en película.

En Cry Macho el ex Harry el Sucio aparece como nonagenario texano. El sombrero Stetson bien calzado, se define como un cowboy. Camina con dificultad, tiene los ojos semihundidos, mide varios centímetros menos que el metro 93 que Eastwood tuvo a los 30 y necesita dormir la siesta. Pero todavía puede, y ese tal vez sea el tema de la 55ª película que protagoniza. La trama es lo de menos. Ex estrella del rodeo (como Robert Mitchum en La mujer codiciada, de Nicholas Ray), años atrás Mike Milo sufrió una caída que lo dejó mucho tiempo fuera de las pistas y lo llevó a abusar de las pastillas y el alcohol. Volvió al ruedo, pero obviamente ya no está para esos trotes (literales). El día que llega tarde por enésima vez al trabajo, su jefe (el cantante country Dwight Yoakam, referencia no casual) lo despide, pero se trata de un despido paradójico: un minuto más tarde le encarga uno de esos favores que no se pueden rechazar.

Milo deberá ir hasta Ciudad de México en su camioneta tan vieja como él, localizar allí al hijo que el jefe tuvo con una mujer mexicana, Rafael (Eduardo Minett), y traerlo de vuelta con él. Un encargo parecido al que le hacían en La mula, esta vez no por izquierda. O no tanto, porque cuando llegue a destino encontrará que la madre del chico (Fernanda Urréjola) es una especie de capamafia, rodeada de matones que no van a permitir que Rafo vuelva con el padre. Una pavada, que además hace agua por varios rincones: el encargo del jefe suena forzado, la mamá y sus secuaces parecen personajes de la serie Narcos que se equivocaron de película, que la señora (vestido rojo ceñido rojo, rematado en un tajo) se quiera llevar a la cama al nonagenario es pasmoso, y la relación de padre/abuelo sustituto viudo que Mike establece con Rafo es obvia (el chico, además, sobreactúa inocencia). Que también una viuda mexicana (Natalia Traven) se enamore de él a primera vista es más propio de los tiempos de Los puentes de Madison que de éste.

Pero a esta altura Eastwood está más allá de cualquier artimaña argumental, y entonces todo eso vale tanto como un bledo. Lo que importa, lo que tiene peso (liviandad, mejor dicho) son los tiempos narrativos sueltos, relajados, distendidos, la fotografía de tono marrón oscuro -como corresponde a un ser que se va hundiendo en la noche-, la forma serena en que fluye la puesta en escena, el sentido del humor, la autoparodia sobre su personaje de toda la vida, el cuestionamiento radical del machismo, el registro de un plácido devenir que no se permite la mirada retrospectiva. Cry Macho es una balada arrastrada. El pianista aficionado sigue teniendo la sensibilidad de siempre por la música, que en esta ocasión metaforiza la doble patria de Mike (la natal y la adoptiva), abriendo y cerrando con un tema country y sumiendo el ensueño romántico de Mike en el desfachatado anacronismo del Trío Los Panchos y Eydie Gormé, haciendo ¡"Sabor a mí"! Parafraseando el “Estoy de vuelta” de Paul Newman en El color del dinero, Cry Macho tal vez sea la forma que tiene Eastwood de decir “Sigo acá”.