En el imaginario público, la cuestión Malvinas vive en tatuajes, banderas, buzos y remeras. Además, reaparece en cada aniversario y durante la apertura de sesiones del Congreso, donde los presidentes remarcan el valor de la imprescriptible voluntad del Estado argentino en el reclamo de la soberanía. También entra al debate público en las polémicas declaraciones de políticos, académicos, periodistas o en los debates sobre las potencialidades económicas del territorio. En definitiva, la cuestión Malvinas se reactiva una y otra vez en el imaginario social. Sin embargo, qué lugar ocupan los veteranos en el relato posterior a la guerra. Cómo se los piensa luego de casi cuarenta años del conflicto y qué tan insertos están en la sociedad.

Para identificar nuevas interpretaciones académicas sobre la Guerra de Malvinas y pensar las formas de inserción social que tuvieron los veteranos, el Suplemento Universidad conversó con Daniel Chao, doctor en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER), investigador asistente del CONICET en el Instituto de Investigaciones Geohistóricas de Chaco y autor de ¿Qué hacer con los héroes? Los veteranos de Malvinas como problema de Estado.

- ¿Cómo piensan los Estados a sus veteranos de guerra?

- Cuando uno empieza a leer algo de bibliografía sobre los veteranos de otros lugares, aparece un elemento importante que es la heterogeneidad para designar a los ex combatientes. No todos los países han definido a sus veteranos de la misma forma ni los han reconocido a partir de la misma manera y tampoco les han otorgado los mismos beneficios. En el caso argentino es doblemente interesante hacerse esa pregunta por la enorme carga de legislación que pesa sobre los veteranos de la Guerra de Malvinas. Contando leyes, resoluciones y decretos, hay más de 150 documentos donde el Estado dice qué hacer y cómo tratar a estas personas. Hoy, a 40 años de la guerra, se sigue pensando al veterano como un sujeto desafiliado de la sociedad, que no es un sujeto partícipe sino un símbolo nacional que forma parte de la imaginería patriótica.

- ¿Cómo trató el Estado democrático a los veteranos?

- Desde mi punto de vista, hubo más continuidades que contradicciones. En 1984 se vota la ley 23.109 que es una ley de beneficios que atendía cuestiones de trabajo, educación y salud, pero recién se reglamenta en 1988. Hubo una suerte de delay entre el fin de la guerra y los primeros reconocimientos estatales. Luego de ese vacío de legislación, a partir de 1988 y en particular a partir de la ley de pensiones de 1990 con Carlos Menem, se da un nivel grande de continuidades. El nivel de crecimiento de los beneficios va en aumento hasta llegar al decreto de 2005, durante el gobierno de Néstor Kirchner, en el que se otorgan las tres jubilaciones mínimas y los ingresos de los veteranos crecen exponencialmente en comparación a las décadas anteriores.

Hay un punto que me interesó puntualmente que es el vínculo entre los veteranos y las leyes de flexibilización laboral, durante los noventa. En medio de los debates sobre flexibilizaciones, los veteranos ocupaban un lugar dentro de los grupos vulnerables y fueron mayoritariamente desafectados de la aplicación de las leyes de racionalización del Estado. En la fila de los vulnerables de la sociedad, ahí entraban los veteranos. El punto de llegada de esto es la continuidad que aparece en las leyes jubilatorias de 2016, donde se acorta la edad para acceder a la jubilación por parte de los veteranos de la Guerra de Malvinas.

Ahora, lo verdaderamente interesante es que las continuidades exceden al Estado democrático y hunden sus raíces en las formas en las que la propia dictadura pensó a los veteranos. La manera de denominarlos y resolverles sus problemas ya habían sido formuladas entre 1982 y 1983. La democracia no pensó formas diferentes de resolver los problemas de los veteranos y ahí está el problema del rol que ocupan dentro de la sociedad.

“A 40 años de la guerra, se sigue pensando al veterano como un sujeto desafiliado de la sociedad, que no es un sujeto partícipe sino un símbolo nacional que forma parte de la imaginería patriótica”.

- ¿Qué lugar ocupan?

- Para empezar, no sé si existe una posguerra como la Argentina. Es algo que quizás se pueda parecer a lo que pasó en Estados Unidos con Vietnam. Hay algo de la forma de ser nacional que tiene que ver con faltas de explicaciones específicas sobre la guerra, con formas estabilizadas de pensar a Malvinas, en donde aún hoy se siguen utilizando los mismos términos que hace 40 años. Durante el último 2 de abril, el presidente Alberto Fernández presentó, una vez más, tres proyectos de ley para protección y reconocimiento. Se utilizan los mismos términos una y otra vez para hablar de esta gente que parece que aún no vuelve de la guerra. Hay una sensación latente y esto aparece en el trabajo que realicé, de que estas personas siguen desafiliadas de la sociedad: no aparecen como sujetos activos, se los sigue presentando como vulnerables y su rol es ser presentados ante la sociedad para una fecha puntual donde ocupan un lugar importante como símbolos nacionales. No hay una forma política renovada de pensar el lugar social que pueden ocupar los ex combatientes.

- ¿Los combatientes de Malvinas fueron víctimas de la dictadura?

Es un debate sensible. Yo no creo que la guerra se pueda pensar por fuera de la dictadura militar, pero tampoco creo que lo sucedió durante la guerra sea una traspolación directa de la dictadura. La síntesis que se suele hacer de la guerra tiene que ver con la improvisación, la incapacidad, la derrota vergonzosa y diferentes formas simplificadas de explicar los sucesos. No hay que olvidar que una parte considerable de las unidades que fueron a combatir a Malvinas eran fuerzas profesionales. Muchos de los oficiales y suboficiales cumplieron papeles muy dignos y a la par hubo muchísima improvisación, incapacidad y cobardía como en cualquier guerra. Entonces, el lugar de los conscriptos no puede ser pensado de la misma manera en la que se piensa a las víctimas del terrorismo de Estado porque las características son completamente diferentes. Y ahí se mezclan o se confunden disputas internas de las organización de ex veteranos con interpretaciones de lo sucedido. Hay sectores de los ex combatientes que se han identificado con organizaciones de derechos humanos y organizaciones que resaltan el papel bélico de la gesta Malvinas. Es evidente que las interpretaciones de lo sucedido son distintas en cada caso.

- ¿Se han renovado los estudios académicos sobre Malvinas?

- Recién ahora se está trabajando dentro de la academia con estudio específicos de la guerra para entender lo ocurrido en Malvinas. Casi 40 años después empiezan a aparecer estudios sobre experiencias bélicas que ponen el acento en el trabajo de tropas. Todo lo anterior estuvo muy vinculado con las disputas de memoria, con identidades de los veteranos y con el lugar de Malvinas dentro del imaginario social. La especificidad de la guerra, el entendimiento de la táctica y la estrategia, las solidaridades internas y el manejo de las unidades durante la guerra son temas que recién se están trabajando hace relativamente poco. Hay trabajos que están renovando este campo por ejemplo las investigaciones de Germán Soprano que está trabajando sobre el Grupo de Artillería 3; la de Rosana Guber que trabajó con los pilotos y los aviadores de la Marina y la Fuerza Aérea; la de Pablo Melara sobre los buzos tácticos; o el trabajo sobre el apostadero de Andrea Rodríguez. Hay una multiplicidad de trabajos que vienen a renovar el análisis y buscan pensar las solidaridades internas durante la guerra. Durante mucho tiempo estudiar a las Fuerzas Armadas ha sido un tabú en la Argentina porque rápidamente te conectan a un tipo de pensamiento que está emparentado con la defensa de las causas de los condenados por delitos de lesa humanidad, por suerte eso está cambiando.