La Copa Argentina, esa que está hecha para los batacazos, casi se carga otro este miércoles por la noche. Patronato hizo todo lo posible para llevar a Boca hasta los penales pero, allí, la suerte, la buena, estuvo del lado de los de Sebastián Battaglia, que se metieron en semifinales de un certamen que completan Argentinos y San Telmo, por la misma llave; y Talleres, Temperley, Godoy Cruz y Tigre, por la otra. Fue 0-0 en tiempo regular y 4-2 en los penales para darle cierre a un encuentro que no se destacó por su calidad.

"Uhhh", lanzaban los damnificados. "Ehhh", le seguían sus compañeros. Todos apuntaban a un único receptor, el árbitro. Patadas volaban de un lado a otro en el Madre de Ciudades y Pablo Echavarría hacía malabares para que la historia no pase a mayores. A falta de otra cosa, la pierna fuerte fue lo mas atractivo de la noche, con algunas infracciones como para agarrarse la cabeza, principalmente por el lado de Patronato. Su víctima predilecta: Agustín Almendra. El mediocampista -y único producto de las inferiores xeneizes del once inicial- era de lo más interesante, claro que para probarlo necesitaba de la pelota.

El 76 por ciento de la posesión del que gozó Boca no se tradujo en peligro. "Más movilidad, estamos quietos Edwin", reclamaba Battaglia. No será el "un poquito más" que popularizó su antecesor Miguel Angel Russo pero casi. El enganche colombiano se quedaba muy pegado a la dupla de ataque y los tres quedaban rodeados por el doble de paranaenses. Mientras, Boca paseaba la pelota entre sus defensores y, en consecuencia, el medio xeneize deambulaba entre ambos sectores sin lo indispensable, ese elemento redondo.

Lo de Cardona, quien venía de ganarse el puesto en el 2-1 en Tucumán, fue flojo. Apenas un buen pelotazo para que se vaya solo Briasco, pero que se lo quedó Orsini, quien terminó esperando a que le salga el arquero para tocar ahora sí con Briasco, que se topó con un mar de piernas rojinegras. Así de enmarañados eran los intentos de Boca por lastimar a un Patrón que hizo gala de un funcionamiento defensivo efectivo, de esos que dan la apariencia de multiplicación de jugadores una vez que el rival llega a posición de peligro.

A medida que la historia se acercaba a su final, Patronato se retrasó -aún más- y Boca ganó posiciones. Frank Fabra, otro que volvía a la titularidad, era prácticamente un wing y le causó problemas a los entrerrianos con sus habituales desbordes hasta el fondo. Battaglia apostó para el cierre por los apellidos que le venían dando resultado, los de los juveniles Molinas, Vázquez y Montes, junto a Pavón, quien causó daño por derecha. Pero los ingresados que mejor anduvieron fueron los elegidos por Iván Delfino. Uno de ellos, Matías Palavecino, casi da la nota con un disparo desde lejos que obligó a volar a Agustín Rossi.

Los penales eran inevitables y, allí, la suerte, la buena, estuvo del lado de Boca. Primer remate de Patronato, travesaño y afuera. Primer de Boca, palo y adentro. Manotazo de Rossi, lo ataja. Manotazo de Ibáñez, es gol. El que sentenció la historia fue Pavón y Boca, otra vez a través de los penales, avanzó en la Copa Argentina y sigue soñando con el boleto hacia la próxima Libertadores.