“La marcha fue extraordinaria”, festeja Nora Cortiñas, en la noche del miércoles 10 de mayo, con una Plaza de Mayo rebalsada de gente, un golpe a la impunidad y un efecto de la unidad de la lucha de los derechos humanos frente a la inercia del partidismo tradicional. “Fue un triunfo de la movilización popular rompiendo el silencio y las patrañas que quieren ponernos palos en la rueda, pero no lograron entristecernos perdonando a los genocidas. Nos indignaron”, subraya Nora, integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora e independiente del poder político (una característica que resaltó su legitimidad y autonomía más allá de los ciclos electorales) y un símbolo de la unidad que pudo convocar a una sola marcha como no se podía, ni siquiera, en los 24 de marzo. Su figura resalta por su vitalidad, coherencia, alegría y lucidez, un filo sin flaquezas en la calle y en la palabra. Mientras en la Catedral se proyectaba la frase “Aquí ocultaron apropiaciones” para negar cualquier reconciliación posible y los pañuelos blancos se multiplicaban con las manos en alto como bandera de un país que no olvida a quienes hicieron de los pañales un símbolo de maternidad política frente a la crueldad sin ley.

Nora Cortiñas pide la renuncia de los tres integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación –Elena Highton de Nolasco, Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti– que votaron la liberación de represores. “La plaza de la resistencia mostro abiertamente que no vamos a dejar avasallarnos con fallos inmorales de la Corte Suprema de Justicia. Sus tres miembros tendrían que renunciar si tienen dignidad. Esta plaza demostró que este pueblo no olvida, no perdona y no se reconcilia. Es un triunfo de la unidad y del pueblo rompiendo el silencio y haciendo resistencia mientras que el gobierno nos quiere sumir en el silencio”, resaltó. Y destacó la aprobación, por parte de la Cámara de Diputados y Senadores, de una ley que prohíbe la aplicación de la ley de 2x1 a los condenados por delitos de genocidio, lesa humanidad y crímenes de guerra): “Me parece muy bien que el Congreso esta vez escuchó al pueblo y tomo una determinación para avanzar en un país sin impunidad con toda la justicia y toda la verdad. Ahora tienen que abrirse los archivos para ver que paso con los desaparecidos y con los bebes apropiados”. 

Nora fue una de las oradoras del acto en donde su pañuelo se multiplicó en miles de brazos levantados. Leyó parte de un documento que alertaba que la Corte quería dejar libre a Jorge “Tigre” Acosta, Miguel Etchecolatz y a Alfredo Astiz. La muchedumbre gritó enfurecida contra los genocidas y ella se sumó también con sus propios gritos emponchada en una campera negra inflada, sin que ni el frío ni los años la detengan, pero, a la vez, haciendo de la voz del pueblo su propia voz y del eco un eco en el que ella se reconoce y se sabe reconocer. Fuera del palco, después de la marcha, en una pizzería del centro puso sus manos en la boca para gritar “Desaparecidas”. En una mezcla de recital y marcha con sillas desde todas las mesas se levantaron, con los brazos, en alto, para gritar, con su arenga, “presentes”. Nora levanto sus puños y llevo la voz cantante con el pie de “Ahora” y todas las mujeres que la rodearon reafirmaron “Y siempre”. Y el siempre se convirtió en himno “Hasta la victoria siempre” que salió de su voz fuerte como un puño, fuerte y renacida. 

Sebastián Freire

Apenas un día antes de la marcha la misma garganta que forzaba un abucheo y entonaba el pedido de justicia y hablaba con y para la gente estaba dolida. La recuperación de la voz es una metáfora sin remedio. 

–Tengo la garganta amarga –le contó a Las12 y se consoló con el diagnóstico de un dolor político: “No es para menos”, el martes 9 de mayo. No hacía falta aclarar la amargura de un clima de época en donde el desprecio al pasado y la saña con las matemáticas de las desapariciones se vertieron, como una cloaca, en la conmutación de penas para genocidas decidida por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, una medida que ella define como una amnistía. “Nunca hemos pedido venganza, pero los crímenes no pueden ser atenuados con una amnistía”, subrayó.

Nora Cortiñas abrió la puerta de la calle Piedras, una oficina de un organismo que cobija frío, calcomanías pasadas de época y maderas que chillan, pero que no la amainan de dar no uno sino veinte pasos arribas para subir unas escaleras angostas y empinadas en busca de pastillas para su garganta amarga, pero nunca callada. Tiene 87 años y una vitalidad que no se puede explicar por el transcurrir de los años –desde 1930, la década infame hasta el presente de liderazgos CEO´s– si no es cruzada por una lucha lucida, decidida, autónoma y genuina. Camina y sube con pasos rápidos, la espalda apenas se la encorva. Y el rostro se le ilumina con los labios brillantes en rosa y los ojos resaltados por un celeste que hace de su rostro un mito, todavía, más iluminado. Tiene además un pañuelo –que se acomoda para las selfies– en el cuello hecho cadenita y en plata un collar mapuche, un saquito negro que la delinea y un prendedor con más brillo frente al brillo de su presencia que encandila con su pelo blanco. Cierra los ojos cuando algo se le escapa de una memoria prodigiosa en rescatar la memoria y apenas se le ven las líneas del esfuerzo por atrapar los nombres que vuelven a su boca. Los ojos se le abren y la victoria vuelve a la lengua: nada se le escapa.

–Son 87 vital y móvil –define ella misma.  Y la mitad de su vida, en la calle, en una pelea que nunca tiene una victoria inmóvil, sino una defensa permanente. “Pasaron cuarenta años y la salud se resiente. La búsqueda y la angustia por un lado dan vitalidad de todos los días para seguir estando y levantar la bandera de lucha de nuestros hijos e hijas. También te compromete a cuidarte la salud para estar todos los días. Pero cuarenta años es mucho, con sus días, sus meses”, reseñó, también, sobre una pasión que hace de escudo al descuido o la inercia.

–¿Cómo ves la actual coyuntura política y judicial que enmarca la decisión de conmutar penas a genocidas?

–Ahora estamos viviendo momentos muy difíciles porque hay un gobierno de derecha y conservador que no es para nada lo que teníamos, con todos sus defectos.

–Vos, justamente, fuiste crítica...

–Yo fui crítica y me siento conforme. Saludo los avances que tuvimos, pero no estuve de acuerdo en temas que fueron errados de parte del gobierno como poner a (César) Milani como Jefe del Ejército, la Ley Antiterrorista, el proyecto X de (Sergio) Berni de espiar a militantes, Monsanto y otras cosas. 

–¿Crees que el 2 x1 fue una medida independiente del Poder Judicial?

–Para nada. Es una medida obscena e inmoral. Pero esto fue preparado cuando se intentó sacar como feriado al 24 de marzo, entre otras cosas. Los miembros de la Corte (Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti) no vienen de carrera sino que fueron puestos, primero, de manera ilegal por el Presidente y, después, aprobados por el Congreso de la Nación. No fue ni rechazado ni discutido. Sabemos a quienes representan estos jueces. Y la Jueza (Elena Highton) de Nolasco antes rechazó esta medida y ahora se dio vuelta porque tenía que jubilarse por la edad. Preocupa este desfasaje de la Corte que tiene que gobernar para el pueblo. La ley del 2 x 1 no está hecha para crímenes de lesa humanidad. Esto es una amnistía y, por eso, el pueblo salió a la calle. 

–¿El 2 x 1 fue un intento también de abrirle la puerta a sectores pro represión?

–Si salen los genocidas libres eso genera miedo. No titubearon en organizar los vuelos de la muerte donde se arrojaba a las víctimas torturadas y moribundas, ni siquiera muertas, y se arrojaron a madres que buscaban a sus hijos que fueron enterradas como tumbas anónimas durante muchos años. Las Madres nunca pedimos venganza. Pero sí que los crímenes no puedan ser atenuados en su condena ni puedan tener prisión domiciliaria. En la Argentina existieron campos de la muerte al estilo nazi. No puede ser que quienes cometieron crímenes que ofenden a la humanidad puedan salir a la calle. Por eso creemos en la movilización popular. 

–El respaldo a genocidas también se vio acompañado de mayor represión policial. Vos esperaste afuera de la comisaría cuando la policía detuvo a Micaela, la integrante de La Garganta Poderosa, que metieron presa, en marzo de este año, en Flores por filmar atropellos policiales contra un chico de 13 años…

–Afuera, no adentro –aclaró. La aclaración abre las aguas. Ella no solo viaja de Castelar a la Ciudad de Buenos Aires para hacer presencia, sino que se queda adentro hasta que la injusticia se resuelve.

–¿Cuál es el secreto para poder poner el cuerpo con tantos años de lucha?

–Me da la salud y otra cosa que es necesaria: la voluntad. Yo tengo voluntad, compromiso y salud.

Nora salió a la calle para reclamar por la desaparición de su hijo Gustavo, en 1977. Pero, además, se convirtió en una pionera feminista y formó parte de la comisión que organizó, por primera vez, un Encuentro de Mujeres, en 1986, en el Centro Cultural San Martín, de la Ciudad de Buenos Aires. Marta Merkin, Ana María Muchnik, Liliana Daunes, Claudia Korol, Mabel Belucci, Magui Belotti y Marta Fontenla son y fueron sus amigas feministas que le abrieron un mundo que para ella era desconocido y la hacía sonrojar hasta sacarse el pañuelo blanco que hoy, también, puede nombrar feminista. 

–¿Cómo te hiciste feminista?

–Las amigas feministas se arribaron a nosotras cuando había mujeres de partidos políticos que no veían con buenos ojos nuestro atrevimiento de ir a Plaza de Mayo. No tenían en cuenta que nos habían amputado una parte de nuestra vida. No éramos heroínas, sino madres que sentíamos el golpe terrible de la desaparición de un hijo o una hija. Pero no todas las madres son feministas, ni todas las feministas son madres.

–¿En un primer momento no combinaba ser madre con ser feminista?

–En ese momento no era difundido el feminismo. Ahora los mundos están unidos, pero, en los años ochenta, te mostraban una marcha feminista como desentendidas de lo que a nosotras nos convocaba que era estar apegadas al hogar. El feminismo te asustaba. Nosotras estábamos criadas dentro de un patriarcado y no te podías despegar tan fácil. Pero salir a la calle, hablar con otras mujeres, nos cambio.

–Vos contaste que en un Encuentro de Mujeres empezaron a hablar de sexualidad y te sacaste el pañuelo porque te dio pudor

–En ese momento parecía que hablar de placer no combinaba con buscar a nuestros hijos e hijas. Pero cuando dejas las cuatro paredes de tu casa ya vas cambiando. Empezás a aceptar a otros. En algunas familias muy patriarcales la homosexualidad era criticada, no como ahora, que hay libertad. 

–¿Cómo eras antes de convertirte en una Madre de Plaza de Mayo?

–Mi papá, Emanuelle, era un catalán muy machista, pero no quisiera decirlo para desvalorizarlo, era criado en la idea que el padre era la figura, el que tomaba las decisiones y el era muy celoso de sus hijas. Mientras que mi mamá, Mercedes, era muy tímida. Mi marido, Carlos, era igual, pero un poco más moderno porque creo que mi suegra era feminista sin saberlo. Ella tenía más autoridad. Yo cuando me casé creí que tenía deberes y no que tenía derechos, aunque mi marido era respetuoso y no era ni violento, ni mal educado conmigo. Era muy considerado, pero era patriarcal. Igual caminamos juntos por la vida y tuvimos a Gustavo y Marcelo. Soy viuda hace 24 años. Pero yo era la machista. Y cuando desaparece Gustavo, en 1977, y me tengo que topar con un mundo tan difícil para una ama de casa, ahí doy un paso para adelante. La mujer estaba muy desvalorizada por los militares y la Iglesia Católica. 

–Fuiste una de las pioneras de la comisión organizadora del Primer Encuentro de Mujeres. ¿En qué te cambiaron la vida?

–Los Encuentros de Mujeres te van ayudando a entender, en la medida que te encontras con las historias de otras mujeres, de otras dimensiones como seres humanos. Yo no creo que sea la feminista perfecta, pero desarrollé un feminismo a mi modo. Y, en el 2015, Ni Una Menos, que explotó de una manera terminante, ayudó a la visibilización y a decir “acá estamos, tenemos derechos” y eso animó a otras mujeres, que son tímidas, o que se asustan. Yo creo que ahora los hombres nos tienen miedo porque nosotras ya no les tenemos miedo.