Este sí que ha sido un año de cambios para los MTV Movie Awards, y no solo por haber actualizado su chapa de presentación a MTV Movie & TV Awards, deviniendo galardón tanto de films como de series, al incorporar a la tevé -¡enhorabuena!- entre sus laureados. Gran cambio gran que, sin embargo, palidece en comparación a otra modificación que la ceremonia -vigente desde 1992- ha sumado, y que le ha valido significativa lluvia de corazones. ¿Cuál? Pues, haber aunado las categorías interpretativas, reemplazando las tradicionales “Mejor Actor” y “Mejor Actriz” por una única, sin distinción de género. “Adiós a la división: MTV encabeza la próxima revolución de los premios”, celebran medios como Vanity Fair al hacerse eco del simple pero radical giro que, desde el pasado domingo, tuvo a actores y a actrices compitiendo codo a codo para llevarse el afamado balde de pochoclos dorados (léase, la estatuilla). Balde que fue a parar a la estantería o mesita de café de lady Emma Watson, feminista de palabra y acción, coronada por su protagónico como la empoderada Belle en la flamante versión de La Bella y la Bestia (todavía en cartel). Así, la brit no solo venció a colegas como Hailee Steinfeld o Taraji P. Henson; también le arrebató las palomitas de oro a Hugh Jackman, James McAvoy, Daniel Kaluuya en una jornada histórica que ha revuelto el avispero.

“Nuestra audiencia no ve líneas divisorias entre lo femenino y lo masculino; entonces nos dijimos: ¿por qué habríamos de conservarlas?”, aclaró el director del canal, Chris McCarthy, al referirse al tema. Y para colmo de bienes, y de coherencia, eligió a lx intérprete no-binarix Asia Kate Dillon (Orange is the New Black, Billions) para presentar el premio a “Mejor Actuación en una película”. La elección, por cierto, no es arbitraria: Dillon es unx de lxs grandes defensorxs de acabar con el binarismo en este tipo de eventos, declarando recientemente -frente a su posible nominación en los venidos Emmys- que un sistema que no reconoce su identidad y lx obliga a etiquetarse como “él” o “ella”, cuando ninguna opción se ciñe a su caso, es por lo menos hostil. Borrar las barreras de género, en ese sentido, le resulta imperativo para que represente a identidades todas. 

“Este premio -que no separa nominados según sus sexos- dice algo acerca de cómo percibimos la experiencia humana. La decisión de MTV de crear un galardón sin género para la interpretación significará algo diferente para todos. Pero para mí, indica que la actuación es la habilidad de ponerte en los zapatos de otro. Y eso no es necesario separarlo en dos categorías diferentes. La empatía y la habilidad para usar tu imaginación no deberían tener límites”, se despachó la muchacha Watson -monísima en negro atavío con lentejuelas de la firma Kitx- al dar correspondiente discurso en el Shrine Auditorium de Los Ángeles. Agradecida, sí, pero menos emocionada que la chicuela Millie Bobby Brown, ganadora del laurel a “Mejor Interpretación en Series” por su papel como Eleven en la tira sensación Stranger Things: “un personaje femenino icónico y patea-traseros que tuve al que tuve el honor de ponerle el cuerpo”, expresó entre lágrimas la jovencísima damisela, de punta en blanco con su vestidito Calvin Klein. 

Por lo demás, el público -que es el que vota a los ganadores- erigió a otros notables vencedores de la alegre y desenfadada premiación. En la categoría “Mejor beso” (yes, los ósculos memorables merecen estatuillas para la señal de cable), los pochoclos fueron para los muchachos Ashton Sanders y Jharrel Jerome, de Moonlight. Contra titanes como The Voice o America’s Got Talent, el título de “Mejor Reality” lo recibió RuPaul’s Drag Race. Y la bonachona estatuilla a “Mejor pelea contra el sistema” fue para el film Hidden Figures, basado en la historia real de tres mujeres afro que cumplieron un rol vital en la carrera espacial norteamericana en la década del 60. Ojito: la distinción a “Mejor Héroe/Heroína” no cayó en las manos de musculosos como Luke Cage o Arrow sino de la brillante Katherine Johnson, matemática negra, de carne y hueso, en cuya vida se inspira la citada cinta.

Volviendo, empero, al quid de la cuestión de género, no han faltado voces que festejan que se cuestione al binarismo en tiempos de plena revolución, y recuerdan incluso que los últimos Oscar avivaron la discusión al aceptar la Academia la precandidatura de Kelly Mantle, performer gender fluid, tanto para la categoría de mejor actor de reparto como para la de mejor actriz. Así y todo, ya en 2010, en una columna para el New York Times, Kim Elsesser -investigadora del Center for Study of Women, de la Universidad de California, Los Ángeles- enfatizaba la necesidad de premios de género neutro. “Si no segregamos por raza en las categorías interpretativas, ¿por qué seguimos segregando por género?”, se interrogaba la especialista, a la par que -subvirtiendo el viejo lema racista de los Estados Unidos segregacionistas- decretaba: “Separados no quiere decir iguales”, y luego: “(La separación) ayuda a perpetuar el estereotipo de que las diferencias entre hombres y mujeres son tan grandes que no pueden ser evaluados con igualdad en sus profesiones”.  

Para Melissa Silverstein, fundadora del sitio Women and Hollywood, que aboga por la equidad en cine, borrar los discutidos “Mejor Actor” y “Mejor Actriz” en pos de un solito “Mejor interpretación” no deja de ser riesgoso, en tanto podría afectar el número de nominadas en un futuro, perdidas en un mar de candidatos varones (recordemos, en ese sentido, que el pasado año solo el 29% de los protagónicos en pelis taquilleras fueron para mujeres, y aquello significó un pico histórico en comparación a años anteriores). Algo que Elsesser comprende, pero, a su parecer, “no hace sino destacar el hecho de que las actrices gozan de menos papeles en la industria, mientras que separar las categorías maquilla esa desigualdad”. Sin maquillaje, asume la profesora, Hollywood quedaría contra las cuerdas, debiendo aceptar -y modificar- la subrepresentación de mujeres en roles con peso específico.