"Fair is foul, foul is fair”

Macbeth (Act 1, Scene 1)

La eternidad de mi imperio ha empezado hace unos meses. No terminará, si termina, en muerte natural, como pretende siempre el deseo, sino con el sello de la muerte violenta. Es curioso cómo las cosas se balancean a veces desde lo oscuro a lo claro en la misma jugada, dejando a los aferrados a su luminosidad en la oscuridad y a los envilecidos brillando a plena luz. Pero no hay justicia entre los hombres. Solo hay voluntades, y la voluntad va de la mano del azar que ofrece el universo. Nada puedo decir de las predicciones engañosas en boca de las mujeres más sabias que opacaron mis pensamientos al juntarlos a los anhelos más oscuros, o la voz de mi mujer diciendo «aquél que no toma un favor es de temer». Fue mi voluntad la que avanzó por el atajo del bosque del poder. Fue mi voluntad la que buscó la coronación en el reino de los bajos fondos. Sullivan era un buen jefe entre nosotros. O tal vez era justo. Pero la noche embriagada después de un triunfo todavía sediento de violencia encontró en aquellas palabras animosas la daga certera que cambió la suerte del imperio. Nada está bajo contrabando sin mi supervisión. He puesto a pura violencia la seguridad de nuestras operaciones, a costa aun de la vida de mis segundos. La sangre derramada ha sido el vehículo, no el fin para lograr esta supremacía sobre las otras facciones que también pretenden los muelles. Se han borrado las alianzas menores a nuestro favor.

Fui menos que un hombre y fui un hombre al matar a Sullivan. No puedo sin embargo matar al fantasma de su bondad que se pasea entre los recuerdos de la vecindad desafiando mis manos. Ese es mi tormento junto a los demás fantasmas de mis muertos. No hay un instante en que no vea un rostro y su respiración última, o la roja huella de gotas señalando mi rastro. ¡Cruel vida material encendida por la fuerza invisible de pensamientos y anhelos, que se arraigan a los músculos dirigiendo nuestras acciones, y al mismo tiempo no poder destruir con la acción las imágenes que nos dominan, haciendo corpóreo el supuesto más allá, o de magia, al doblegar las expectativas! Deacon, Lorry, Samy, los hijos adoptivos de Sullivan escapados del alcance de mi brazo, organizan junto con los derrotados la toma del poder bajo la mentira impiadosa de señalar la decadencia del imperio. El imperio ahora se extiende más allá de la ciudad desafiando los límites de las orillas, llegando a la puerta misma de los negocios limpios, único modo de alcanzar la posteridad. Ese es mi norte. Elevar contra todo presagio nuestro nombre al reconocimiento, y perdurar, perdurar, perdurar. Sé que el único modo de ellos para derrotarme es subiendo por la calle mayor del puerto, que responde a mi gente y a los mil obstáculos. Solo la fuerza del río podría ser capaz de superarlos.

Aunque no sólo esos pensamientos giran alrededor de mis preocupaciones. Hay otra rebelión en la habitación contigua acechando la cordura de mi mujer. ¿Cómo un ser tan sólido de realidad y tenaz ambición ha podido sucumbir al débil lamento de la misericordia? ¿Habrán sido los intensos días? O tal vez habrá sido lo desenfrenado de las fiestas tras cada triunfo sobre las malezas del antiguo rey. Rey, esa es la palabra que repite cada noche a la hora exacta en que ella misma limpió la daga llena de ambición, que me incitó a dejar sobre la humanidad de Sullivan, gritando su "mátalo, mátalo" tan feroz que parecía convertida a la masculinidad. "Oh perdón, perdón" suplica ahora a la imagen ausente que desata su desvarío. Es lo opuesto a la opulencia de reina ostentada en aquellas primeras semanas. De la reina, solo va quedando el resto de vehemencia de los deseos, desechados sobre las mentes traicionadas por la debilidad.

Dejemos a la reina en su descanso y pongamos ahora nuestros ojos y corazón en la batalla por venir. Deacon, me dicen, avanzará por la difícil calle principal. Samy sucumbirá en las barrancas empinadas divisadas desde lo alto del hangar. Lorry buscará trepar los techos bajos y dar su estocada por el flanco opuesto. El río fluye lento y extrañamente más bajo, así como mi tranquilidad navega entre el dominio de estos avatares. No diría que soy indestructible pero esta noche se reafirmará mi imperio y se elevará desde los bajos fondos. ¿De qué se trata ese rumor desplegado en gritos viniendo hacia mí? ¡No! Me dicen que ha muerto la reina. Ella ha muerto derrotada por las sombras de nuestros actos. ¡Furia!, ¡busca las armas, y no dejes a la piedad nublar nuestra determinación! ¡Que la derrota del enemigo sean las flores para su sepultura!

Otro rumor se acerca, esta vez sin gritos. Hace unos instantes era un murmullo lejano creciendo ahora hasta un ruido de arrastre. ¿Podrá la dicha girar a desgracia en tan poco tiempo? ¿Será ese sonido lo que mis pensamientos temen? Desde lo más bajo he subido la consideración del imperio y éste ahora me reclama la virtud de mis actos en manos de los descendientes de mi antecesor. Justa será la sed de venganza que dirige su impacto a la figura odiada. ¡Busquen los techos! ¡Salven sus vidas! El río bajo y tranquilo contenido en improvisada represa ha sido liberado en su potencia contra mi ser en las alturas. No puedo escapar. Comienza el giro. La eternidad de mi imperio habrá durado apenas unos meses.

[email protected]