Hola, doctor, yo de nuevo. La que abrió las ventanas la otra vez, ¿se acuerda? No, no las abrí de nuevo, quédese tranquilo. Las tengo trabadas. Además, ya tengo el filtro nasal premium. Estaba en promo el mes pasado, con Billetera Santa Fe.
Miré, esta vez lo llamo por el tema del agua. Me avisaron de la pluspaga que este mes van a bajar la ración de sachets otra vez, salvo que tenga receta médica. Yo, la verdad, no sé. Me da no sé qué molestarlo, pero, vio… Si usted me puede cargar una receta en el sistema, se lo voy a agradecer, más que nada porque tengo roto el reciclador de orina, y hasta el mes que viene no voy a poder hacer que lo arreglen.
Sí, ya sé que la piedra del riñón todavía no alcanza el grado justificable para recetas, pero es por esta vez, nomás, que se la pido. Estoy haciendo todo lo posible para conseguir, pero la cosa se pone cada día más difícil.
Ayer fui hasta los pozos del centro, ahí, frente al Parque España, y ya no está saliendo nada de las perforaciones. ¡Si viera el canal! ¡Parece un abismo!
Lo que sí sigue saliendo es humo, enfrente. Claro que mucho más lejos, bien atrás de los condominios de las islas y de la arenera nueva. No sé muy bien qué es lo que se estará quemando ahora, porque dijo el Ministro de Ambiente que nos quedemos tranquilos, que árboles ya no hay, y que por eso ya no corren riesgo.
Me dio bronca, porque encima gasté dos burbujas de aire de más para poder ir hasta ahí. Sí, doc, ya sé que el agua de esos pozos está contaminada, pero no se preocupe. Acá, mi vecino Javier armó un filtro casero que le saca lo más peligroso. La semana pasada filtramos casi un litro y medio. Quedó clarita, usted viera, una barbaridad. Nos pusimos tan contentos que calentamos un poco y nos cebamos unos mates. Yo casi me largo a llorar, porque hacía más de tres años que no … No, doctor, no íbamos a desperdiciar yerba tomando cada uno en su mate. Pasó hace tanto lo del covid…. Igual, si vuelve a pasar algo como eso, no va a ser fácil lavarse tanto las manos… Bueno, ya me fui por las ramas, doctor, perdone.
La cuestión, le decía, es que no me va a alcanzar con la ración de la pluspaga, y no tengo saldo para comprar la brasilera. ¡Está carísima! Si compro dos litros no me alcanza para las burbujas de aire. Tengo que ir viendo: al tema del agua lo puedo pilotear mejor que al del aire.
¿El Puesto del Saladillo? Sí, fui ayer, pero están con lista de espera y, encima, les dan prioridad a los vecinos del barrio. Mi prima Graciela vive por allá, y me contó que la última vez le entregaron sachets congelados. Me dijo que era agua buenísima, de lluvia. Ahora se quedaron sin nada.
También me invitó a sumarme a una cuadrilla que está armando con algunos vecinos y vecinas. Quieren ir hasta donde nace el arroyo… Qué se yo. Dice que hay un dique y unos canales que están frenando el agua por allá. Aquella vez que llovió tanto, no bajó nada. Ahí empezaron a sospechar. Me dijo también que llevan unos cuantos bidones, por si hay algo en la laguna Melincué. Aunque esté más salada que nunca, esa agua sirve para bañarse.
Bueno, la cosa es que ahora no tienen, y me dieron el QR para dentro de tres semanas. Desde que se secó el Ludueña, cada vez tienen más gente, y ahora están complicados porque también abastecen a la gente que vino a vivir en los barcos varados. Hay como veinte familias en cada uno. Gente que escapó de los incendios, familias de pescadores, vio. Con los incendios se fueron quedando sin trabajo y sin casa. Después, la sequía los terminó de dejar sin nada. Un barco varado no va a ninguna parte, pero al menos tiene un techo. Capaz, si un día de estos llueve y la corriente sube…
¿En serio cree usted que va a llover? No sé, doctor.
Al principio, cuando el Ministerio de Lluvia empezó a dar anuncios de tormenta para cada fin de semana, me ilusionaba. Inminente, decían. Y no era yo sola; en el edificio, todos sacábamos fuentones al balcón. Javier se animó, un par de veces, a ir hasta la terraza con baldes… Le vino bien para ir probando la máscara para respirar, pero siempre pasaba lo mismo: llegaba la noche y ni noticias de la tormenta. El alerta del Ministerio se corría una semana, y otra, y otra. ¿Cuántas van? Ya perdí la cuenta. Dejé una olla en el balcón, por las dudas. Usted sabe más que yo, capaz que esta vez sí.
Uh, pero mire la hora que es, doctor, y yo entreteniéndolo. De nuevo me fui por las ramas, disculpe.
Dígame, entonces, ¿me carga la receta?