El rigor de la pandemia cede, las tensiones se aflojan, los espacios se recuperan y acaso la vida se parece un poco más a lo que alguna vez fue. Del mismo modo que fue inédita la pandemia, es nueva esta sensación de regreso. Entre las cosas que paulatinamente quieren recuperar su lugar están también los grandes conciertos en las buenas salas. Como el que el jueves a las 20.30 ofrecerá Horacio Lavandera en el Teatro Coliseo. Después de meses sin sentir la presencia del público cerca, el pianista, uno de los más importantes de su generación, ofrecerá un concierto con obras de Astor Piazzolla y George Gershwin. Se trata de un programa atractivo, con dos artistas que Lavandera considera fundamentales. Dos miradas personales de la música universal desde América.

“Tengo una expectativa inmensa por este concierto. No toco en Buenos Aires desde que comenzó la pandemia, en marzo 2020”, dice Horacio Lavandera al comenzar la charla con Página/12. El regreso a los escenarios para el pianista, compositor y director será el reencuentro con el público porteño, el suyo y también el de Piazzolla. “La expectativa también tiene que ver con eso, porque el de Buenos Aires es un público que tiene un vínculo espiritual con la música de Piazzolla. Yo la toqué en muchos lugares del mundo y lo que sucede acá es muy particular, la conexión se produce sin filtros. Como intérprete me toca ahora exacerbar esa relación entre la música de Piazzolla y el público de acá, porque también soy porteño y conozco los misterios de esta música. Además, el Coliseo tiene una acústica ideal, porque es más seco y el piano suena más brillante. Para esta música es lo mejor y para mí una gran felicidad”, asegura Lavandera.

Formado dentro de los cánones de las escuelas clásicas del piano –fue alumno de Marta Freigido y Antonio de Raco en Argentina y de Josep Colom en España–, Lavandera comenzó a profundizar su relación con la música de Piazzolla hace algunos años, entusiasmado por su padre, José María, que por más de 40 años fue destacado integrante de la Orquesta de Tango de Buenos Aires. “Hay cosas que no se enseñan en ningún conservatorio, me las enseñó mi padre, que en su carrera tocó con los más grandes del género”, dice Horacio. En 2016 el pianista llevó su visión de Piazzolla al disco con un trabajo notable –Horacio Lavandera Plays Astor Piazzolla–, premiado en España con el “Melómano de oro”, la distinción que otorga la prestigiosa revista Melómano. “Este veranó gané un premio Estrella de mar. Era la primera vez que tocaba la música de Piazzolla en Mar del Plata”, agrega.

Lavandera cuenta que la pandemia interrumpió giras programadas por Estados Unidos, Canadá, Alemania, Inglaterra y China y que buena parte de su tiempo se divide entre el piano y la composición. “Seguramente, poco a poco, los conciertos se irán reprogramando. Ahora lo importante es que haya un gran porcentaje de la población mundial vacunada para poder viajar con tranquilidad”, advierte. En tanto, el pianista pone a punto un repertorio que mostró en parte por streaming el año pasado y que por muchas razones siente propio. “Adiós Nonino”, “Fuga y misterio”, “Cuatro estaciones porteñas” y “Libertango” configurarán el segmento dedicado a la música de Piazzolla, que en la segunda parte se completará con “Tres preludios”, “Rhapsody in Blue” y “The Man I Love”, de Gershwin. El pianista no estará solo: contará con invitadas como la bandoneonista Ayelén Pais Negrín, la clarinetista Sofía Kujta y la cantante Mariú Fernández. “Hacer la música de compositores por los que siento una particular predilección junto a artistas que admiro profundamente por su talento y su personalidad es la felicidad absoluta”, señala Lavandera.

Del mismo modo que para recrear la música de Piazzolla recurrió a las fuentes –en particular las versiones del quinteto–, también para elaborar sus interpretaciones de Gershwin el pianista se remonta a los orígenes. “Hay varios registros históricos de ‘Rhapsody in Blue’. En particular me centré en el del ’24, la primera versión grabada, con la orquesta de Paul Whiteman, el mismo Gershwin al piano y el mítico solo de clarinete de Ross Gorman. También es muy interesante una versión para piano solo grabada por Gershwin en un rollo de pianola”, explica Lavandera. “Con Sofía (Kujta) investigamos la grabación del ‘24 para emular al clarinetista original, que además de conocer las técnicas del jazz conocía las del Klezmer. Me interesaba particularmente llegar a reconstruir el sonido y la articulación de ese solo que es paradigmático, pero que con el tiempo, con las interpretaciones ‘clásicas’ se ha ido ‘lavando’, ha ido perdiendo el impacto original”, agrega.

“La referencia de mi versión de ‘The man I love’ tomé una grabación del 1931 con una cantante, de Music by Gershwin, un programa de radio que tenía el compositor. La idea es retomar esa energía, partir desde ahí. Para este concierto la presencia de Mariú Fernández es determinante. Su voz es la ideal, porque además de ser bella en todos sus registros, maneja el estilo y su inglés es perfecto. Es un placer poder hacer Gershwin de esta manera. Es mi primer gran referente como compositor, pianista y director de orquesta. Lo admiro desde niño y si soy músico es también por él”, explica Lavandera.

- ¿Qué conexiones te parece oportuno destacar entre Gershwin y Piazzolla?

 

- Hay muchas. Al punto que no se puede entender a Piazzolla sin Gershwin. En obras para orquesta como Sinfonietta, Tres movimientos porteños, Tangazo o también en versiones del Quinteto queda claro de qué manera Piazzolla escuchaba a Gershwin. Por otro lado ambos eran virtuosos del propio instrumento y cada uno con sus particularidades plasmó un estilo propio. Los fraseos eléctricos de Piazzolla, el apoyo rítmico de la mano izquierda en Gershwin, son algunas de las referencias que no podemos dejar de escuchar. Ni Gershwin ni Piazzolla se dejaron llevar por las ideas preestablecidas, sino que optaron por buscar caminos poco explorados y sintieron que el jazz o el tango representaban la oportunidad para expresar las propias raíces. Y sobre todo tanto Gershwin como Piazzolla contribuyeron a superar el complejo de inferioridad americano frente a la música europea. Mi interpretación va en busca de esas afinidades, quiero hacer propia esa energía y transformarla en algo actual.

Una trayectoria singular

Muchos años pasaron de cuando Horacio Lavandera ganó el Concurso Umberto Micheli en el Teatro alla Scala de Milán. En aquella ocasión recibió además el premio de la Filarmónica de la Scala por la mejor interpretación con orquesta, de manos de un jurado integrado por Luciano Berio, Maurizio Pollini, Charles Rosen, Alexis Weissenberg, Luis de Pablo y Michel Beroff. Con 16 años y una ductilidad que le permitía moverse con comodidad entre el barroco y la música contemporánea, el pianista porteño comenzaba entonces una carrera internacional que lo llevó por salas importantes del mundo, desde el Cargaghie Hall de Nueva York hasta la Filarmónica de Berlín y el Teatro Colón, tocando solo o con orquestas como la del Mozarteum de Salzburgo, la Sinfónica de la Radio Televisión Española o la de Santa Cecilia de Roma.

De ese trajín surge una discografía atractiva, en la que se destacan trabajos como Three Bs (2005), un registro en vivo con con música de Bach, Beethoven y Brahms; Compositores españoles. Generación del ’51 (2007), con obras de Tomás Marco y Cristóbal Halffter; Compositores argentinos (2009), con páginas de Alberto Ginastera, Gabriel Senanes y Esteban Bencecry, además de los trabajos monográficos sobre Chopin (2013), Dino Saluzzi (2015) y Astor Piazzolla (2016). También es encomiable la manera en que a su tarea de pianista combinó la de director, al frente de formaciones como la Orquesta Estación Buenos Aires, la Camerata Bariloche o de su Orquesta Clásica Argentina.

Lavandera marcó hitos con ciclos como “Noches de Música y Ciencia”, en 2012 y 2013, donde interpretó desde Beethoven, Chopin y Liszt hasta obras de Pierre Boulez, Iannis Xenakis y Luigi Nono, además de Karlheinz Stockhausen, de quien se había convertido en su pianista dilecto. También se recuerda la ejecución integral, como solista y director, de los conciertos de Beethoven en 2017 en el Centro Cultural Kirchner.

 

Ahora, el pianista regresa a los conciertos en vivo con dos compositores “que rompieron moldes e hicieron música sin discriminación”, para recomponer tras la pandemia ese itinerario de búsqueda y reflexión en el que, asegura, “la alegría está en el camino”.