El querido anarquista nunca bajó los brazos. El espíritu de Osvaldo Bayer estuvo en la sala Argentina del Centro Cultural Kirchner, donde se presentó el libro Revolución es la Palabra, de Mariana Dufour, un homenaje al historiador, escritor y periodista editado por Lenguamadre, con la participación de Esteban Bayer, Adolfo Pérez Esquivel, Taty Almeida, Marian Farías Gómez, Nora Cortiñas, Beatriz Pichi Malen, Rolando Goldman, el Quinteto Negro La Boca y la banda Arbolito, entre otros. Pérez Esquivel recordó al amigo y luchador “que partió, pero no se fue”. “Este anarquista, que está presente entre nosotros, compartió el caminar de nuestros pueblos, desde sus investigaciones y el trabajo solidario”, destacó el Premio Nobel de la Paz.

La emoción vibraba desde el escenario, con el rostro pícaro de Osvaldo de fondo, como espiando desde el más allá el homenaje. “La memoria nos ilumina el presente y es a través del presente donde podemos construir la vida de nuestro pueblo en las luchas cotidianas”, dijo Pérez Esquivel y confirmó que el viejo anarquista nunca dejó de poner el cuerpo. “En las marchas de Congreso a Plaza de Mayo, en silla de ruedas, me decía: 'Adolfo, no puedo faltar a esta convocatoria, tengo que estar aquí de cualquier forma'; íbamos conversando, viendo los rostros, la resistencia cultural y política de un pueblo”, subrayó este gran luchador que antes de subirse al escenario del CCK estuvo reclamando justicia para las comunidades mapuches de Río Negro. “Les quitan las tierras y se las venden a los terratenientes, ¡qué indignación! El testimonio de Osvaldo nos tiene que guiar en esta lucha por la liberación. No hay liberación si hay pueblos oprimidos. Como decimos en América Latina: ¡hasta la victoria siempre!”, concluyó Pérez Esquivel, que a fines de noviembre cumplirá 90 años.

Esteban Bayer evocó el compromiso de Osvaldo en la búsqueda de la verdad y cómo siempre estuvo del lado de los humillados, los desclasados, los que luchan por una sociedad justa. “La palabra era su herramienta de lucha; con la palabra podía decir las verdades que iba desenterrando de los escombros; con la palabra cuestionaba los discursos falsos y la soberbia del poder; con la palabra se forman conciencias, por eso las cuidaba y las elegía. Con sus palabras recorrió el país, de pueblo en pueblo; nunca utilizó la palabra para conseguir un cargo o enfrascarse en la torre de marfil de los que no se quieren manchar”, precisó Esteban y advirtió que el historiador, escritor y periodista utilizaba la palabra para reírse del tirano, valiéndose de un humor irónico y burlesco. “La palabra era la herramienta para la revolución”, reflexionó Esteban.

El libro de Dufour es el homenaje que Bayer quiso hacer a las y los poetas militantes de su tiempo a través de diferentes conversaciones que fue proponiendo la autora. Los poetas recordados son Juan Gelman, Hamlet Lima Quintana, Paco Urondo, Armando Tejada Gómez, Rodolfo Walsh, Haroldo Conti, Atahualpa Yupanqui, Jaime Dávalos, Alfredo Zitarrosa, Eduardo Galeano y Osvaldo Soriano. Para la realización del libro se convocó a Alejandra y Marcelo Conti (hijos de Haroldo), Miguel Ángel Estrella, Adolfo Pérez Esquivel, Stella Calloni, Ponciano Cárdenas, Carlos Malbrán, Pablo Llonto, Marián Farías Gómez, Raúl Zaffaroni, Jaime Torres, Teresa Parodi, Alejandro Apo, Cristina Banegas, Víctor Heredia, Carlos Aznares, Beatriz Pichi Malen, Fernando Buen Abad, Lorenzo Pincen, Tito Cossa, Héctor Olivera y Horacio Fontova.

La patria de Osvaldo Bayer es la rebeldía. El escritor y periodista no tuvo piedad con los asesinos y verdugos que actúan desde el poder; su trabajo consistió en “dejarlos desnudos ante la historia y la sociedad” para reivindicar a los de abajo, a los que protestaron y fueron masacrados, torturados, robados o tirados en alguna fosa común. Quizá el último gesto de rebeldía fue morir en la Nochebuena del 2018, a los 91 años, en El Tugurio, su casa sobre la calle Arcos, en el barrio de Belgrano. El viejo rebelde, que prometió que viviría hasta los 100 años, dejó una obra fundamental para la cultura política argentina: La Patagonia Rebelde y la biografía de Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. Osvaldo vivió luchando por un país más democrático e igualitario desde muy joven, cuando denunció la explotación y muerte de peones rurales en la Patagonia -este 2021 se cumplen cien años de las huelgas patagónicas y el fusilamiento de 1500 obreros- y demostró cómo las familias patricias y los sectores dominantes oprimen a los obreros y trabajadores. Siempre alzó la voz con coraje, valentía, coherencia y una ética que lo convierten en el último gran anarquista del siglo XX. Las amenazas, la persecución y la censura de la Tripla A lo obligaron a exiliarse en Alemania, desde donde denunció el terrorismo de Estado durante la última dictadura cívico-militar.

Javier Corcuera señaló que el libro, que tiene más de 500 páginas, se gestó en varios encuentros en El Tugurio. “Mariana me convocó para hacer un libro que rompe todos los esquemas; la puerta escondida es el Osvaldo poeta, un amante de la poesía, alguien que también escribía poemas con cierto pudor. Esa poesía que nos convocó se empezó a multiplicar”, explicó el colaborador. “La poesía es nuestro amparo, nuestro refugio, es un lugar para protegerse cuando hace frío”, agregó Corcuera. Cuando Dufour le propuso el libro a Bayer, él le confesó: “tengo la memoria un poco flaca, un poco débil”. Entonces surgió la metodología de invitar al Tugurio a compañeros y amigos de militancia de muchos de los poetas que Bayer quería homenajear. 

“En esos encuentros nos fuimos adentrando en la generación del 70, la generación a la que pertenecían estos poetas, y fuimos viendo que esa generación fue portadora de vida. Nos quieren hacer creer que eran portadores de muerte porque portaban armas. La generación del 70 militaba por un país más justo. Hayan portado armas o no eran jóvenes de mucha vida”, celebró la autora y reconoció que le toca presentar el libro en otro tiempo oscuro, con un mundo cada vez más inclinado hacia la derecha. “La revolución hay que construirla desde la palabra; esa es la enseñanza que nos dejó Osvaldo. La irreverencia solo se sostiene con valentía”, afirmó Dufour.

El charanguista Rolando Goldman tocó junto a su hijo Julián Galileo Goldman. “Osvaldo es amistad, es generosidad, es lucha, compromiso, es un gran libertario; no tenemos que dejar que estos tránsfugas se roben esta palabra”, cuestionó Goldman sin mencionar al libertario Javier Milei. Marián Farías Gómez leyó un poema de Hamlet Lima Quintana: “Después de todo la muerte es una gran farsante... la muerte sólo puede robarnos el tiempo...La vida es una antorcha que va de mano en mano, de hombre en hombre, de semilla en semilla”... Entonces la antorcha pasó a Taty Almeida, que leyó uno de los 24 poemas que encontró de su hijo Alejandro Martín Almeida, detenido desaparecido en 1975, a los veinte años. Estaba sentada, pero desplazó la silla y aclaró: “Lo voy a hacer parada, se lo merece Alejandro, porque a pesar de los bastones y las sillas de ruedas, las locas seguimos de pie”.

Desde la pantalla, Nora Cortiñas mandó su mensaje al homenajeado, compañero de ruta de tantos años. “¡Qué falta nos hace en estos días para aclararnos este panorama político tan confuso!”, se sinceró Cortiñas. La voces y vidas de los pueblos originarios estuvieron en el radar y la sensibilidad del viejo anarquista. Beatriz Pichi Malen, portadora del saber ancestral del pueblo mapuche, destiló poesía en cada historia que contó: “El viento es generoso porque va recogiendo todos los rumores y sonidos de la tierra: la conversa que tiene las piedras con el agua, el canto de los pájaros, el murmullo de los pastos... por eso hay que oírlo al viento y comprender su idioma. El que haya sido capaz de comprender su idioma no perderá nunca el rumbo”.