Se conocieron a fines del año pasado en San Pablo, Brasil, y la conexión humana y musical fue casi inmediata. A las pocas horas ya estaban planeando grabar algo juntos y emprender una espontánea gira en dúo. Todo se dio de una manera muy orgánica, muy natural. El brasileño Chico César y la joven argentina Loli Molina se dejaron cautivar por el embrujo de las guitarreadas, esos encuentros vitales que se generan cuando la música funciona como conector. “Loli fue traída a mi casa por unos amigos de la escena musical paulista. Tó Brandileone me dijo que tenía una amiga que se iba a presentar en San Pablo. Entonces, nos juntamos en casa y compartimos. Quedamos todos encantados cuando escuchamos cómo sus canciones aparecen, brillan y nos atraviesan cuando ella se presenta sola con voz y guitarra”, recuerda Chíco César. Loli Molina deja salir una sonrisa enorme y responde. “Para mí fue súper lindo. En Brasil hay muchos músicos increíbles por metro cuadrado. Son tantos y tan buenos que hay una sensación de comunidad muy fuerte y no de competencia. Fue muy impactante eso, porque acá no es tan así. Que alguien como él que tiene un montón de años en el escenario y montones de canciones tenga esa generosidad de invitar a los chiquitos a compartir es algo que me pareció maravilloso. Los personajes en la música se van renovando y retroalimentando”. El martes tocaron por primera vez juntos en un escenario en Montevideo y hoy viernes presentarán el espectáculo Convidados a las 21 en la Usina del Arte (Agustín Caffarena 1), con entrada libre y gratuita. Mañana tocan en Rosario, en la Sala Lavardén.

“Me pone muy contento ver cómo la música de América latina se renueva de formas tan sorprendentes y bonitas. Todas las generaciones curiosamente se encuentran, intercambian y eso hace que la música brasilera sea tan rica”, dice el autor de “A primera vista”. “Está buenísimo para nosotros tomar estas canciones y seguir la rueda. Es importante que nos comuniquemos”, completa Molina y cuenta que van a tocar cada uno sus canciones, compartir algunas, “pero sobre todo confiamos en la música del otro”. Loli Molina es una joven cantautora e intérprete que en los últimos años empezó a crecer en términos de convocatoria, empujada por canciones propias, pero sobre todo por sus particulares versiones de Fernando Cabrera y El Príncipe, o del mexicano David Aguilar, que alcanzan miles y miles de visitas en YouTube. En su tercer disco, Rubí (2015), encuentra una canción más compleja, climática, introspectiva, con un elaborado trabajo de guitarras y más alejada del pop. Todas las canciones del disco son de su autoría, salvo “Ludmila”, del siempre presente Luis Alberto Spinetta. “Siempre fui una nerd que estaba con la guitarra haciendo sus canciones, pero está buena está dimensión, este momento, tocar en salas grandes. Pero lo importante es seguir teniendo ganas de tocar y que la ‘carrera’ no se coma la parte musical”, dice Molina sobre el buen momento que atraviesa.

Chico César, en tanto, es un destacado músico oriundo de Catolé do Rocha, ubicado en el estado nordestino de Paraiba, que logró trascendencia con su disco Aos Vivos (1995). Un músico versátil y neotropicalista, que no se desvió de la tradición de la canción popular brasileña, pero que trajo un sonido novedoso, personal y con las antenas apuntando a las raíces africanas. En su canción, hay festividad pero también intimidad. Músicos como Daniela Mercury, Sting, Gal Costa, Zizi Possi, Maria Bethania, Pedro Guerra y Pedro Aznar han grabado sus canciones. “Este concierto es una oportunidad de tocar canciones suaves, generar un espacio abierto para que el otro entre y compartir”, dice quien vive en San Pablo desde 1985.

Después de la suspensión de Dilma Rousseff tras el proceso de impeachment impulsado por la oposición de derecha de Brasil, el país sufrió un retroceso muy grande en materia cultural. “Yo grabé con Pedro Aznar e hice colaboraciones con Chango Spasiuk. Pienso que hubo un momento político en el que América latina miró más para América latina y eso generó muchos encuentros. Pero ahora que de nuevo América latina, desde la conducción política actual, está mirando mucho hacia Estados Unidos, los artistas vamos a tener que adoptar una actitud de resistencia. Todos somos de un continente muy rico y queremos intercambiar con lazos iguales”, sostiene Chico. “Brasil siempre tuvo una cosa cultural súper fuerte hacia adentro y había muchos espacios para tocar y un mercado interno muy consolidado. Es uno de los países de América latina con más fomento a lo cultural, ¿no?”, pregunta Molina, quien vive en México desde al año pasado. Y dice el brasileño: “Hubo un corte de eso con la nueva conducción política. Ahora una parte de la sociedad ve a los artistas como si fuesen vampiros, como personas que no trabajan y que viven del dinero del estado. Hay un conflicto de divisiones en la sociedad en relación a la cultura. Si todas las áreas de la economía reciben fomento del estado ¿Por qué no fomentar la cultura?”.

--Chico, ¿cómo fue su relación con la música argentina?

--Tengo un hermano que es 15 años más grande que yo y en mi casa tenía libros de Pablo Neruda, biografías de Víctor Jara y además discos de Mercedes Sosa. Uno de los músicos más fuertes de Argentina que conocí durante mi niñez fue (Astor) Piazzolla. Pero Mercedes Sosa también tenía un vínculo con la música del tambor, los negros, los indios, los mineros. Mi mamá siempre dejaba de hacer lo que estaba haciendo cuando ponía un disco de Mercedes. Ella era semi analfabeta, una negra de la zona rural. También me llegó un disco de Les Luthiers cuando era chico. La vanguardia de la música argentina llegó en mi infancia. Y después fui conociendo a las nuevas generaciones, Fito Páez, Pedro Aznar. Pero siempre lamenté que Brasil fuera un país muy cerrado para América latina. Porque América latina fue siempre muy abierta para Brasil. Nuestro país siempre fue “autosuficiente” en materia musical. Ahora por suerte las fronteras se están rompiendo. Brasil tiene que aprender de la música de los países de la región, como Perú, Colombia, Venezuela.