Se conocieron hace más de una década, compartiendo clases de danza y bailando juntas en obras de otros coreógrafos, pero la chispa definitiva se prendió en una caminata por Congreso cuando, charlando sobre sus vidas, se dieron cuenta de que habían nacido el mismo día del mismo año, con solo seis horas de diferencia. Desde entonces, Bárbara Hang y Ana Laura Lozza hacen mucho más que celebrar sus cumpleaños de casi mellizas a la distancia, separadas por el Atlántico pero hermanadas por un arsenal de proyectos creados en conjunto, a la medida de su deseo.

De ese chispazo inicial surgió una idea: crear una suerte de plataforma de producción entre Berlín, donde vive Ana, y Buenos Aires, la ciudad de Bárbara. La idea fue tomando distintos cauces, fue creciendo y se fue moldeando mientras iban conociéndose entre sí pero también a sí mismas. Lo que para dos artistas interesadas en expandir los formatos escénicos que viven a miles de kilómetros de distancia significa varias cosas: por empezar, entender sus necesidades como artistas, las posibilidades de cruce de esas ganas individuales, las chances de investigar por su cuenta y finalmente las de reunirse, cada tanto, a ponerle cuerpo a esa investigación.

Lo que hubo de entrada fue un nombre para el proyecto: Acá no hay delivery. Surgió casi como un chiste, pero se cargándose de significados hasta convertirse en una declaración de principios (y ahora, pasados diez años desde ese momento, también en una marca de época). Hablando de las diferencias más triviales entre la vida en Argentina y la vida en Alemania, Ana le contó a Bárbara que en Berlín, por ese entonces –antes de la llegada de las apps de envíos a domicilio– era imposible pedir comida en un restaurante y gestionar su llegada hasta la puerta de casa. “De repente, la frase empezó a hacernos mucho sentido también pensando en nuestros mecanismos de producción, porque nosotras ocupamos todos los roles para que un proyecto se lleve a cabo: siempre sos tu propio jefe y también tu propio cadete. Acá no hay jerarquías”, explica Bárbara. Ana agrega algo más: “Para nosotras, Acá no hay delivery no es el nombre de una compañía o de nuestro dúo de artistas, no lo pensamos tan así: es más bien el nombre de un refugio, una casa, un lugar en el que investigamos y pasan cosas. Y la idea de que no haya delivery en nuestra práctica tiene que ver con que, para ser parte de eso que está sucediendo, tengas que salir de tu casa. La experiencia no va a llegar por el teléfono”.

Foto: Pablo Mehanna

En estos años de trabajo compartido que fueron afianzando la búsqueda común, ambas artistas –que también tienen proyectos por fuera de su espacio como coreógrafas, performers, dramaturgistas y profesoras de danza– pasaron por procesos de creación muy diferentes. Quizá Arcadia, que entre otros espacios se vio en 2017 en el Centro Cultural San Martín, haya sido el más monumental. Con Bárbara y otras performers en escena (Alina Marinelli, Camila Malenchini, Natalí Faroni), la obra contenía una premisa sencilla pero potente: investigar cómo nos relacionamos con los objetos más cotidianos. En un escenario lleno de sillas, alfombras, atriles, colchones, las creadoras indagaban en cómo exactamente es que esos cuerpos no humanos, despojados de aura en nuestra vida pero alejados de su funcionalidad habitual en una obra performativa, se vinculan con los cuerpos humanos. ¿Qué podemos crear con ellos, qué otros usos podemos darles?

Cumplido el ciclo de funciones, se dieron cuenta de que necesitaban probar formatos más livianos, pasibles de ser expandidos y transportados, no sólo en el sentido de ser llevados de un país a otro sino de adaptables a otros sitios que no fueran necesariamente un teatro, un escenario. Así surgió La fragilidad de las cosas insignificantes, suerte de paraguas conceptual que aloja distintas performances e investigaciones prácticas y teóricas que vienen desarrollando. “Apareció en un momento en el que nos sentimos un poco agotadas de la idea de que, una vez que se termina un proceso, tenés que empezar un proyecto nuevo, un nuevo tema, un nuevo grupo, esa idea de que todo tiene que empezar de cero cada vez. Y veníamos de un proceso largo, porque Arcadia nos había llevado como cuatro años. La idea, para nosotras, fue crear una especie de campo en el cual pudiéramos estar durante bastante rato explorando, sin tener la presión de producir una pieza determinada o de saber qué formato va a tener. Queríamos crear un concepto que alojara propuestas, activaciones, investigaciones distintas”, dice Bárbara.

En eso andan por estos días. Ahora, reunidas una vez más en Buenos Aires, presentarán la performance Consumation, una de las performances nacidas de la investigación que vienen desarrollando, en la que como siempre el bagaje conceptual y las lecturas son un motor clave para pasar a la acción física. También participarán de una residencia para trabajar una nueva activación que por ahora lleva como título Lo roto y que tendrá una pequeña apertura al público para compartir parte de ese proceso incipiente. Lo harán en el marco de El asunto de lo remoto, un ciclo de performance y danza ideado por Gonzalo Lagos (performer y curador del Parque de la Memoria) que desde el viernes agita distintos puntos de Capital Federal con performances y otras propuestas que cruzan las artes visuales y las escénicas. Este ciclo les calza como anillo al dedo: reúne artistas interesantísimos en la disciplina –como Amparo González Sola, Laura Kalauz, Marina Quesada, Magdalena Conde y Aníbal Leite, entre otros– y pone el foco en otras lógicas del movimiento, por fuera de la danza contemporánea pensada para ser representada en escenarios. A su vez, incorpora en todas sus propuestas un aspecto central: la pregunta por la movilidad de los saberes y los procesos creativos invisibles, y por cómo es posible crear conocimiento desde el cuerpo y transmitirlo a otros cuerpos presentes. Después de una temporada de tantísima virtualidad, la posibilidad de abrir la puerta a esos interrogantes es, como mínimo, atractiva y poderosa.

Foto: Pablo Mehanna

El asunto de lo remoto tendrá lugar hasta el sábado 23 en distintos puntos de la ciudad, entre ellos la Galería Munar, la Fundación Andreani y el Puente Nicolás Avellaneda de La Boca. Acá no hay delivery se presenta mañana y el 23. Todas las actividades son gratuitas, con inscripción previa. Más información en https://linktr.ee/EADR