“Contra el comunismo que nos azota” dijo Javier Milei en la pantalla gigante del acto de VOX en Madrid. No fue el único orador latinoamericano en el reciente acto “Viva 21” organizado por la formación de extrema derecha española. También estuvieron Keiko Fujimori, quien perdió las elecciones presidenciales en Perú en mayo pasado, Andrés Pastrana, ex presidente de Colombia, José Antonio Kast, candidato a la presidencia de Chile, y Eduardo Bolsonaro, hijo del actual mandatario. Todos, salvo Pastrana, tienen un primer punto común: son firmantes de la Carta de Madrid, el documento publicado en el 2020 por VOX y su think tank, la Fundación Disenso.

La Carta de Madrid es un texto en el que se construye el marco de acción geográfica de la disputa, los adversarios/enemigos a enfrentar, y las ideas-fuerza a ser defendidas por las diferentes figuras y partidos de extrema derecha. Lo primero es lo que VOX denomina la “Iberoesfera”, un espacio que abarca España, Portugal, América Latina y el Caribe; lo segundo es el peligro “totalitario” y “narco-comunista” encabezado por Cuba, el Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla; y, las banderas propias son palabras como libertad, democracia, propiedad privada, Estado de derecho, entre varias más.

En la lista de firmantes de la Carta se encuentran muchas de las principales fuerzas de derecha y extrema derecha del continente. Por ejemplo, en Argentina están, además de Milei, José Luis Espert, o Waldo Wolf del PRO, en Bolivia firma Arturo Murillo, ex ministro de Gobierno bajo la presidencia de facto de Jeanine Añez, y en el caso venezolano un conjunto de actores que coinciden en que la única salida posible al conflicto es a través de la fuerza y no de diálogos.

La Carta es el documento con el cual VOX comenzó este año una gira por América Latina que llevó al partido a estar en cuatro países entre mayo y septiembre. El punto de inicio fue Ecuador, cuando Guillermo Lasso asumió la presidencia. La gira abarcó Colombia, donde se estrecharon lazos con la fuerza encabezada por el ex presidente Álvaro Uribe y dirigentes del Partido Conservador; México, con senadores del Partido de Acción Nacional y del Partido Revolucionario Institucional; y Perú, con el partido de Fujimori, Fuerza Popular, y sus aliados Renovación Popular y Avanza País. En cada caso tuvo lugar la reafirmación del discurso plasmado en la Carta, y la profundización de alianzas con las fuerzas más cuestionadas de cada país, como el caso del fujimorismo que intentó un golpe de Estado entre junio y julio pasado para impedir que Pedro Castillo asumiera la presidencia.

La relación de VOX con América Latina no es nueva: en el 2019, por ejemplo, el partido viajó a Argentina donde se reunió con Victoria Villaruel, autora de Los otros muertos: las víctimas civiles del terrorismo guerrillero de los 70. La ahora número dos en la lista encabezada por Milei había estado en Madrid meses antes, en el cierre de campaña del partido de extrema derecha. Cinco meses luego de la visita en Buenos Aires el partido español volvió al continente, esta vez a Bolivia con perfil alto a defender al gobierno de facto que, para ese momento, ya había cometido las masacres de Sacaba y Senkata. Añez está ahora encarcelada por esos hechos, y VOX pide que le sea otorgado el Premio Sájarov a la Libertad de Conciencia, del Parlamento Europeo.

Existe entonces una profundización de la iniciativa de VOX hacia América Latina. El partido español nacido en el 2014 de la mano de financiamiento de grandes empresas vía grupos ultra católicos -como reveló WikiLeaks- busca erigirse en articulador de un campo de extremas derechas, narco-derechas, derechas golpistas, tradicionales. Bajo un discurso anti-comunista/socialista en tiempos de ausencia de comunismo y socialismo, VOX convoca a una “guerra cultural”, una ofensiva conservadora sobre lo que fueron o son avances democráticos que comenzaron en América Latina a inicios de este siglo y en España a partir de la irrupción de las protestas del 2011.

VOX no es el único partido que busca articular a diferentes fuerzas de derecha. También está el Partido Popular (PP) de España, que recientemente celebró su convención con la presencia, entre otros, de Mario Vargas Llosa, quien se alió al fujimorismo en Perú en las elecciones, y del venezolano Leopoldo López, señalado por el canciller europeo Josep Borrell de querer “dinamitar” la Misión de Observación Electoral para las elecciones del 21 de noviembre en Venezuela. El PP, en particular bajo la figura de José María Aznar, ocupa un rol central en esa articulación vía la fundación FAES y Atlas Network, que agrupa a un conjunto de fuerzas de derecha, y aparece en algunos casos en situación de competencia con VOX por determinadas alianzas en América Latina.

El mapa de articulaciones de extrema derecha tiene a su vez otro actor central: el bolsonarismo, en particular Eduardo Bolsonaro. Su primer paso ocurrió en diciembre del 2018, luego de la victoria presidencial, con la organización de un foro en Foz de Iguazú con la presencia de Kast o la ahora candidata presidencial por el uribismo, María Fernanda Cabal. La nueva iniciativa brasilera ocurrió en septiembre pasado: Eduardo Bolsonaro, luego de un viaje a Estados Unidos en agosto, donde se fotografió con Donald Trump y se reunió con Steve Bannon, organizó en Brasil la reunión de la Conferencia de Acción Conservadora en Política, con la participación del hijo de Trump. El bolsonarismo exhibe una relación directa con el trumpismo que pocas fuerzas políticas tienen en el continente.

Este conjunto de actores mantiene vínculos estrechos con la política estadounidense, en particular el partido Republicano, así como con agencias de financiamiento bipartidistas. VOX, parte del mapa, lleva adelante una fuerte iniciativa en el continente, con un discurso de reivindicación colonial que tiene adeptos en América Latina, y una combinación de categorías adaptadas a cada territorio de manera a multiplicar miedos: en el caso de Cataluña, central para explicar la irrupción de VOX en la península, la combinación es separatismo-islamización-terrorismo, mientras que en el caso latinoamericano es un constructo de narco-comunismo-bolivariano.

La ofensiva de estos actores de extrema derecha tiene entre sus efectos centrales el de empujar el arco político y el debate hacia la derecha, algo que puede verse tanto en Argentina como en España o en Francia. En el caso latinoamericano carga además con el intento de legitimación de fuerzas políticas que hicieron golpes de Estado, lo intentaron, amparando y reforzando la radicalización de las derechas que optaron por salirse de los carriles democráticos en caso de no lograr sus objetivos por esas vías.