“¿Por qué nadie nos explicaba que la mayor parte de nosotres no orgasmea con penetración? ¿Por qué nunca veía en el porno a nadie orgasmeando como orgasmeo yo, o masturbándose de maneras similares a las mías? ¿Por qué la sexualidad de las personas con vulva estaba llena de mitos? ¿Por qué éramos educades en una especie de agujero negro del placer?” Con estas preguntas –y muchas más-- dando vueltas, Tati Español empezó a leer, investigar, escuchar y aprender sobre la sexualidad de las personas con vulva, y logró acceder a un cúmulo de conocimiento que sintió la necesidad de compartirlo. Primero lo empezó a volcar en talleres de entre cuatro y siete horas de un tirón, que se fueron llenando de mujeres y otras personas con vulva que querían saber más. Después de brindar, en los últimos años, casi doscientos seminarios en centros culturales de Buenos Aires acaba de publicar su primer libro: “Todo sobre tu vulva. Apuntes sobre el placer” (Planeta), con todo lo que se quiera preguntar sobre el tema. En una entrevista con Página/12 cuenta sobre su recorrido, las dudas recurrentes que surgen en los talleres, y su perspectiva sobre lo que los feminismos aportan en la búsqueda de una sexualidad más libre y deseante.

“El patriarcado es muy astuto, nos suelta algunas ataduras que ya no pueden resistir más pero a la vez nos va ajustando otras de maneras renovadas y más sutiles. Hoy hay mucho "empoderamiento" de la mano de un feminismo muy rosado, que nos vende nuevos mandatos como querernos, conocernos, tocarnos de formas estandarizadas, que muchas veces nos generan más angustia y más confusión, y no ayudan a entender o valorar nuestra sexualidad. Incluso generan culpa”, advierte en una extensa charla con este diario.

Tati Español tiene 35 años y vive en el barrio porteño de Almagro. Se presenta como mujer cisgénero, pansexual. Su pronombre de preferencia es “ella”. Se define como divulgadora. Estudió cine y siempre trabajó en áreas relacionadas al diseño, pero la sexualidad –dice—“es algo que la interpela y atraviesa desde muy chica”. En su adolescencia leía la revista Cosmopolitan y compartía mucha de esa “información” con sus amigas. “Hoy miro hacia atrás y veo claramente que la propuesta siempre era una sexualidad heteronormativa y totalmente hegemónica, repleta de tips “para volverlo loco a él” y de reglas inútiles para “tener el mejor orgasmo de tu vida”, pero también me doy cuenta de la poca información accesible sobre sexualidad que teníamos. Como mucho, para hablar de placer existía esa revista y alguna sexóloga en televisión, no mucho más”, escribió en la introducción del libro.

--¿Cómo le decían en tu casa familiar a la vulva?

--Cachucha.

--¿Y cuándo empezaste a mirar la tuya?

--No recuerdo bien, pero seguro de niña, porque lo que sí recuerdo es sentir en la adolescencia que mi concha había cambiado, que era distinta, así que seguro tenía un registro previo. Recuerdo de adolescente mirarla y recorrerla ya con culpa y vergüenza, porque mis labios internos eran totalmente asimétricos. Durante unos cuantos años pensé que esa irregularidad tenía que ver con la forma en la que me masturbaba, que como no tenía nada que ver con la penetración que era la forma de la sexualidad, me generaba mucha culpa y confusión. También creía que su color era extraño porque nunca había visto otra concha en ningún lado y eso me daba mucha vergüenza.

--¿Cómo te surgió la idea de los talleres?

--La sexualidad siempre me interpeló y siempre fui esa persona a la que la gente le habla de su sexualidad. Eso me llevó a hacerme ciertos cuestionamientos y a empezar a investigar. Un día me senté a leer y no pude parar más, mares de libros, papers y citas al pie descubriendo órganos, partes, formas de nuestra sexualidad que desconocía por completo. Y cuando entendí el funcionamiento de nuestra anatomía no pude dejar de preguntarme. ¿Por qué? Me enloquecía, necesitaba entender por qué tanta falta de información, tantas mentiras, mitos, negligencias. Solo pude entenderlo, con muchas frustraciones de por medio, a través de la historia. De golpe, en un momento, me di cuenta de que tenía un montón de información en mis manos, y que me quemaba, necesitaba vomitarla, y pasársela a alguien, así que les conté a mis amigas que quería hacer un taller con eso --yo hacía diseño gráfico en ese momento-- y ellas me apoyaron y ayudaron a que en un tiempo muy complicado de la vida, pueda hacerlos. El interés fue inmediato, desde ese primer taller en el departamento de mi amiga, sentada en el piso, muerta de miedo, a hoy no paré nunca de hacerlos.

--¿Qué fuiste aprendiendo a medida que los dabas?

--Todooooo: aprendí de escucharnos a nosotres muchísimo más que en cualquier libro. Entendí que no hay recetas, tips o listado de recomendaciones posibles en un mundo en el que el placer y los orgasmos vienen en una forma tan distinta para cada persona. Aprendí que cada sexualidad es única, y que necesitamos empezar a hablar mucho más de lo que lo hacemos. Y esto es un problemón porque a quienes somos socializades como mujeres nos enseñan lo contrario, " a la mujer les gusta X cosa, o necesita tal cosa", se nos lee como una, cuando somos todes distintes, y se nos enseña que de la sexualidad y nuestros gustos sexuales no hay necesidad de hablar. Se nos educa en una fantasía en la que la otra persona tiene que saber lo que queremos, tiene que darnos el placer y no que nosotres somos les que sabemos y nos conocemos. Aprendí que la mayor parte de las problemáticas o trabas que nuestra sexualidad carga tienen que ver con la falta de acceso a la información y las presiones sociales respecto a coger. Podría seguir horas con esta pregunta…

--¿Y cuáles son los dudas o preguntas más frecuentes que te plantean?

--Las preguntas más frecuentes siempre giran en torno a la "normalidad": si es normal su vulva, lo que les gusta, lo que les hace orgasmear o la manera en la que cogen, si es normal no tener deseo sexual, o tener determinada fantasía. Lo duro es que en lo que respecta a la sexualidad no hay normalidad, al contrario, la normalidad es la diversidad, hay tantas sexualidades como personas en el mundo e incluso esa propia sexualidad muta, con el tiempo o con lo que nos genera cada vínculo sexo-afectivo. La búsqueda de la normalidad o de orgasmear como me dice un posteo en Instagram o alguien en la TV es de las cosas que más nos truncan o limitan el placer.

--¿Qué te ha sorprendido más de los comentarios que surgen en tus talleres?

--Abusos, violaciones, acosos. La violencia sexual. No hay un taller donde no surja el tema e incluso en algunos encuentros esto se apodera de la conversación completa. Desde el acoso callejero, hasta padres cagando a palos a sus hijas por masturbarse, o violaciones en el marco de la pareja naturalizadas como prácticas sexuales habituales. La mayoría vimos un genital o a alguien masturbándose sin nuestro consentimiento, nos tocaron el cuerpo sin que lo queramos, nos enseñaron que nuestro cuerpo no es nuestro, menos nuestro placer. La sexualidad no es ni fue un espacio seguro para una gran mayoría de nosotres. La violencia sexual atraviesa toda nuestra sexualidad, la coarta, la limita, la marca y de este tema encontré muy poco en los libros de sexología. Y el silencio con el que cargamos estos temas por tanto tiempo, ese silencio tan funcional al patriarcado, la culpa y la vergüenza son las principales herramientas de silenciamiento. Por eso salen estos temas todo el tiempo, porque ya no nos callamos más y la necesidad que tenemos de contarlo y escuchar que también le pasó a otres es inmensa.

--¿Por qué crees que se ha sabido tan poco de la vulva y que incuso se puede encontrar mujeres que nunca se la han mirado con espejito o tampoco explorado con sus dedos?

--Patriarcado y capitalismo: 2000 años de sometimiento, coerción y control de nuestra capacidad reproductiva dejaron toda nuestra sexualidad llena de mitos, vergüenzas, culpas. La religión judeocristiana cristiana arrasó con toda la libertad sexual que en un pasado supimos tener. En nuestra sexualidad, en nuestro placer, y en conocernos hay un despertar y un potencial enorme. Si se la domina, se nos domina, nos mantenemos quietas, quietos, quietes, estáticas. Una persona que se sabe, que se conoce, que escucha sus propios deseos es una persona que se relaciona sexo-afectivamente porque quiere, porque lo elige, y no por necesidad como nos enseñaron, porque nos corre el reloj de la pareja, los tiempos, y el miedo a quedarnos soles. Creo que mantener sometida, llena de vergüenza nuestra sexualidad fue --y es-- una forma más de silenciamiento de nuestra voz, y un modo de reprogramación de los cuerpos y saberes. Las personas socializadas como mujeres, estamos educadas en los placeres ajenos, no en los propios. Nos educaron para complacer, y para empatizar con le otre, no con nosotres mismes, y en esa ceguera, las violencias ejercidas sobre nosotres son mucho más difíciles de identificar.

--¿Qué pensás que cambió en torno al deseo y la sexualidad femenina en estos seis años luego del surgimiento del movimiento Ni Una Menos, la denuncia de Thelma Fardín contra el actor Juan Darthés y el surgimiento de la marea verde?

--Cambió muchísimo, si Thelma no hablaba, las pibas no estarían contando en los talleres las violencias sexuales que vivimos. Porque muchas ni siquiera veían como violencia --o violación-- lo que les pasó o les pasa. En estos seis años, la información sobre sexualidad empezó a circular mucho más, y ciertas palabras ya no dan la misma vergüenza que antes: cuando empecé a hacer mis talleres la palabra vulva no se usaba en ningún lado, de hecho me boludearon mucho por usarla. Hoy hay un libro en las librerías con la palabra vulva bien grande y con letras rojas, para mí es un triunfo que no sería posible sin la marea verde y Ni Una Menos. Pero creo que también debemos afilar nuestros radares, porque siempre que avanzamos hay una respuesta y el patriarcado es muy astuto, nos suelta algunas ataduras que ya no pueden resistir más pero a la vez nos va ajustando otras de maneras renovadas y más sutiles. Hoy hay mucho "empoderamiento" de la mano de un feminismo muy rosado, que nos vende nuevos mandatos como querernos, conocernos, tocarnos de formas estandarizadas, que muchas veces nos generan más angustia y más confusión, y no ayudan a entender o valorar nuestra sexualidad. Incluso generan culpa. Nos dicen que nos tenemos que querer, amar, festejar, que sino nadie más va a poder hacerlo. Pero no dejamos de vivir en este mundo que vive de nuestras inseguridades y de vendernos una solución a ellas, un mundo lleno de presiones que nos bombardea constantemente con como tenemos que ser. Entonces, a veces, el mismo mensaje del empoderamiento nos genera la doble frustración: no logro amarme a mí misma, como me dice el gurú empóderado de Instagram, entonces me siento no solo mal conmigo, sino la mala feminista que no se mira en el espejo y se ama toda, todos los días. Las presiones sexuales siguen siendo fuertes: en medio de todo este bardo ahora tenemos también que orgasmear de 15 formas distintas, eyacular, y ser multiorgásmicas. También, a veces siento que hay feminismos aún muy centrados en el binario varón - mujer CIS y en la heterosexualidad. Lo cual me resulta increíble.

--No sos sexóloga... ¿te cuestionan por hablar de la vulva sin serlo?

--Sí, mucho. He sido cuestionada, expulsada, boludeada, sutil o burdamente. Una sexóloga incluso me dijo que el hecho de que yo saqué un libro era ilegal, inmoral, e injusto para quienes se mataron estudiando, como si yo no hubiese estudiado por que lo hice por mi cuenta. Por suerte también hay muchas sexólogas y médicas que salen fascinadas de los talleres o que están leyendo el libro y bancan mucho el trabajo que hago. A mí me enorgullece mucho no ser sexóloga. La información que reparto nace de mi propia búsqueda y recorrido y no esta coartada por moralinas institucionales.