Huracán profundizó el mal presente de San Lorenzo, que ganó apenas uno de los últimos nueve partidos y acumula cuatro derrotas consecutivas. Las realidades que atravesaban unos y otros influían también en el ánimo para jugar el clásico. La urgencia de los de Boedo para empezar a salir de su crisis futbolística era el factor preponderante del duelo. 

El equipo que despidió a su entrenador la semana pasada no tenía margen para otro traspié, y esa autoexigencia podía ser al mismo tiempo un punto negativo para su rendimiento.

San Lorenzo comenzó más decidido que Huracán, y logró tener una chance muy clara para convertir, pero el cabezazo de Nicolás Fernández se fue al lado del palo. Ese impulso se fue apagando lentamente, y Huracán fue el que tuvo más protagonismo. Si bien sus aproximaciones no eran profundas, el desarrollo se trasladó más cerca del área de Torrico.

Cristaldo y Silva eran los que lideraban los avances de Huracán, para tratar de ubicar en una buena posición a Triverio y Cabral. Sin embargo, en el momento de la definición carecían de claridad para inquietar al arquero.

El conjunto visitante depositaba su andamiaje en lo que podía crear Ortigoza. Pero el capitán estaba muy rodeado por Yacob y Vera, quienes cortaban con acierto los pases que intentaba el volante central.

La segunda parte tuvo un poco más de atracción en los primeros diez minutos, con una llegada de riesgo para cada uno. Los dos arqueros respondieron bien en ambas. El problema que tenían los equipos era la falta de inventiva para provocar desequilibrio, y todo quedaba supeditado a acciones individuales.

La jugada apareció casi a los 20 minutos, cuando Cristaldo recibió la pelota de Quilez en la puerta del área y remató recto para ubicarla arriba, inalcanzable para Torrico. El envión del gol le dio a Huracán mayor seguridad, e intentó consolidar la ventaja con mejor funcionamiento.

Sin embargo, los ingresos de Barrios y Alexander Díaz fueron beneficiosos para San Lorenzo, debido a que le dieron mejor control de la pelota, y a partir de ellos pudo llegar al empate. Herrera asistió desde la derecha a Díaz, quien se lanzó con la cabeza y encontró bien parado al arquero. Pero el rebote fue capturado por Di Santo que, con otro cabezazo logró la igualdad.

El local sintió ese impacto, y luego de algunos momentos de incertidumbre en la zona defensiva, pudo recomponerse para lograr adelantarse nuevamente en el resultado.

Torrico falló en el cálculo y no pudo atrapar la pelota en un centro, ésta siguió y el colombiano Zapata rechazó defectuosamente hacia la posición en donde se hallaba el uruguayo Cóccaro, quien cedió para el ingreso de su compatriota Candia, que terminó convirtiendo el segundo gol. El desahogo y el festejo fue todo de Huracán.