A Vania...

Wenceslao miró la extensa correntada de su río y la lenta luz de la tarde que progresaba hacia el crepúsculo. Sus amigos, con los cuales había participado en el partido disputado un rato antes, seguían correteando detrás de la pelota que ahora era un pretexto, para una pelea que Wenceslao detestaba. De regreso en su casa, se sentó bajo la higuera, con la concentración puesta en el libro burlado a la vigilancia de su madre y con el cual transformaba el subterfugio de la pobreza y la áspera precariedad que lo rodeaba; la luna, como un ojo de la noche, comenzaba su ascenso descubriendo con su luz paulatina, la escritura de las constelaciones que siempre lo deslumbraba. Ante esa inmensidad misteriosa era imposible ignorar la belleza y no pensar el enigma del tiempo, como un proceso subyacente a la rotación de los planetas, y la certidumbre de una correspondencia entre el pensamiento y esa armonía de lo creado, que favorecía una poesía como ladel libro que custodiaba con fervorentre sus manos.Esas cavilaciones lo atareaban, cuando la severa voz de su madre, imperiosa y cercana, lo sobresaltó.Ese libro no es para vos, cuando seas más grande tendrás tiempo de leerlo...Sin embargo, paradójicamente, su madre dejaba el libro a su alcance cuando salía para limpiar las casas ajenas. Wenceslao no podía dejar de pensar en ese hecho, de la misma manera que ponía en duda eso de tener tiempo al ser más grande,porque no creía que el tiempo pudiera acumularse. En su realidad, un eterno presente  intensificaba el tiempo de la lectura que predominaba en su vida,celebrada íntimamente, en la medida en que repetía algunos versosdel libro prohibido: Amor ch´anulloamato amar perdona....Más allá de lo que podía  pensar al respecto o las consecuencias que extraía del fragmento, íntimamente lo complacía comprobar que un hombre de otra época y de diferentes ideas y creencias, expresara eficazmente los temas del amor y de la muerte a través del tiempo de un viaje imaginario, en busca de la mujer amada. Por supuesto, la mayoría de sus compañeros de colegio consideraban, esa como cualquier otra lectura, una pérdida de tiempo, salvo que le sirvieran, como de hecho le servían, para  iniciar una discusión en la clase de literatura, porque en "la literatura todo es posible", o una discusión acerca del tiempo en la clase de física para "perder la hora" Astutamente, Wenceslao apelaba a la física para rebatir o reafirmar un argumento literario y a la literatura para rebatir o reafirmar un concepto de la física. "Moreno voy a decir...el tiempo sólo es tardanza..." Como era previsible, sólo uno o dos de ellos, como Bergmam o Palazzo, compartían seriamente sus inquietudes y a la salida, Bergman, en vez de esperar el colectivo en la parada habitual, caminó en dirección contraria, para indicarle que acortaba el "tiempo" de la espera. Por supuesto, dijo: Einstein es más complicado. Wenceslao se mostraba complacido ante razonamientos de esa índole y, convencido de que no es preciso ir muy lejos para atravesar grandes distancias, llegó a pensar que los nombres insignes de los saberes consagrados, no hacían otra cosa que exponer complejamente lo que gente expresaba de manera sencilla. De hecho, esa convicción lo arriesgaba a inquirir acerca de cuestiones más complejas, y ese fin de semana, cuando exaltaron la belleza del partido que ganaron de manera contundente,  Wenceslao preguntó, como quien no quiere la cosa, cómo podían definir la belleza. La mayoría presurosa lo miró con fastidio. Aníbal respondió: es aquello que hace que algo nos guste. Oscar no coincidió: todo aquello que nos gusta lo llamamos bello... Wenceslao pensó en María Rita, la chica que vivía en la parte pudiente del barrio. Cada noche antes de dormirse recuperaba su rostro en la proximidad de un  beso y era tal la intensidad de ese momento,que terminó por convertirlo en un rito promovido por la idea más intensa aún, de que María Rita aparecería en sus sueños;hecho que  algunasveces ocurría y cuyo despertar le parecía una blasfemia de los sentidos. Entonces, se consolaba repitiendo una y otra vez los versos extraídos del libro prohibido... "Amor ch'a nullo amato...Por supuesto, María Rita  lo ignoraba y, curiosamente, contra toda lógica, esa ignorancia alentaba el deseo más intenso de Wenceslao, el placer que sentía al sentirse ignorado, puesto que le permitía la posesión de un secreto.  Tal vez de ese modo, ejercitaba el hábito de defenderse de la enérgica presencia de su madre, a quien, una mañana, cuando nacía la primavera, encontró dormida en su cuarto... Se había ausentado voluntariamente y ya no volvería más que en el recuerdo de su voz ahora lejana para siempre. Wenceslao agregó a su secreto una brizna de tristeza que se extinguió  de inmediato al comprobar con desconcierto que esos versosdel canto V, en la página marcada,misteriosamente faltaban. Inicialmente Wenceslao pensó que la cordura lo abandonaba, pero la persistente constancia de esa desaparición lo instó a dejar el libro en el cajón donde su madre lo guardaba. Para su bien, con el correr del tiempo y la variancia que la vida se encargó de brindarle, dio en olvidarlo como se olvidan ciertas cosas, instalando ese olvido para siempre en él y sustituido o sublimado en la intensidad de las lecturas justificadas por su condición de profesor, oficio que aprendió después de atravesar algunas dificultades propias de su naturaleza. Pero una noche, ya jubilado y cuando progresaba irremediable el crepúsculo de su vida, decidió pernoctar bajo la higuera, retomando la infinita belleza de la noche abierta.  Recordó cuando Bergmann le enseñó como abreviar el tiempo de una espera, recordó el rostro cercano e indiferente de María Rita, la serenidad de su madre en su última primavera y se  durmió como si lo anegasen las aguas de su río,  pero su madre persistiendo en el sueño decía: La transgresión de una lectura intensifica el misterio de la vida y de la muerte. Detrás de ella, aunque jamás los recordara juntos, su padre sin palabras, lo miraba con su mirada afectiva e indulgente. Wenceslao se despertó extrañado y con un impulso incomprensible, hurgó fatigosamente en los cajones sepultados hasta dar con el libro prohibido. Con asombro, pero satisfecho y feliz volvió a leer los versos reencontrados, en la página marcada: Amor, ch`a nullo amato amar perdona, mi prese del costui piacer si forte, che, come vedi, ancor non m'abbandona.