Fue su primer clásico rosarino y lo vivióó como es su costumbre, de modo muy intenso. El uruguayo Paolo Montero gritó, saltó y corrió, casi tanto como en su época de jugador. Por momentos no le alcanzó el corralito que delimita el espacio de movimiento de los directores técnicos. Leyó el partido mucho mejor que Osella, identificó las fallas de Newells y potenció las virtudes de Central. Por eso celebró luego, tras el partido, en el vestuario. "Estoy recontento, tranquilo porque lo vivo así, tampoco me quiero hacer el falso humilde", expresó tras el 3 a 1 y ante los medios de comunicación el ex defensor de la Juventus.

"Nos vamos contentos y tranquilos. Vinimos con mucho respeto", destacó el uruguayo, como queriendo bajar las pulsaciones del caliente final, que tuvo una tensión elevada tanto dentro como fuera de la cancha, con jugadores e hinchas fuera de sus casillas. Para Montero, la victoria lo pone a Central "de cara a los objetivos marcados", consolidandose en la zona de clasificados a la Copa Sudamericana y la expectativa siempre latente de seguir sumando puntos y acercarse, aunque más no sea al quinto puesto de la tabla, la última plaza para ingresar a la Libertadores.

Los rendimientos de Gutiérrez, Carrizo y Colman determinaron en gran medida el triunfo del canaya. Ellos tuvieron la inteligencia y pausa necesarias como para saber cuando acelerar y cuando esperar. El resto acompañó sin desentonar, sobre todo la defensa, zona en la que Central sufre más de la cuenta. Pero para el entrenador "uno de los picos altos del partido" fue su compatriota Menosse, que improvisó como larcador lateral izquierda. "Tiene mucha personalidad", le reconoció el DT al jugador que, como zaguero en el ciclo Coudet, penó en varios partidos y se ganó el reproche unánime de la hinchada auriazul. Para cerrar, y ante la pregunta de si ya había ingresado en el corazón del club, Montero eligió la cautela y declaró: "Para ganarse al hincha de Central hay que seguir ganando". Desaforado y medido, en la búsqueda del equilibrio.