desde Roma

Llegó puntual. Apenas habían pasado las 22 cuando el jueves, Alberto Fernández se acercó a la parte de atrás del avión en el que un nutrido y variopinto grupo de periodistas esperaba la partida a Roma. El Presidente había tenido un día ajetreado, pero no quiso dejar de saludar.

Luego, pasó a la parte de adelante, cenó penne rigate con la primera dama Fabiola Yáñez (quien transita sintiéndose bien su embarazo) y todos charlaron un poco y luego durmieron. 

Las computadoras se prendieron el viernes temprano y después del desayuno que se sirvió a las 10 hora argentina, comenzó el ajetreo.

Fernández revisaba el discurso que pronunciará en el G20 alternativamente con el canciller Santiago Cafiero, la Secretaria de Relaciones Económicas Internacionales; Cecilia Todesca Bocco y la asesora presidencial Cecilia Nicolini.

Llamó mucho la atención el cambio físico del jefe de asesores del Presidente, Juan Manuel Olmos, que estaba casi irreconocible porque bajó más de 25 kilos.

Su expertise, contaron a PáginaI12, es China Importante para este tipo de viajes tener un especialista en el gigante asiático.

Luego, se produjo el aterrizaje en Roma, al mediodía. El Presidente y la primera dama ya estaban cambiados cuando se bajaron del avión, cosas que se hacen a último momento.

En el hotel, siguieron trabajando en la definición de las reuniones bilaterales de este sábado y en la exposición del domingo.

Más allá del resultado de este viaje en particular, la pospandemia fue un catalizador de algo que ya se sabía: el mundo no puede seguir a merced de un capitalismo financiero  que hace agua por todos lados y multiplica la pobreza mundial.

Tienen que entenderlo y aceptarlo los ganadores del sistema y no es nada fácil, pero la única lucha que se pierde es la que se abandona o peor: la que nunca se da.