Nacido en Londres en 1947, Richard J. Evans es uno de los especialistas más destacados en la historia de la Alemania moderna. De 1989 a 1998 fue profesor de Historia en el Birkbeck College de la Universidad de Londres y entre 1998 y 2014, profesor de Historia Moderna en la Universidad de Cambridge. Desde hace veinte años se dedica a estudiar el fenómeno del nazismo. Algunos de sus libros sobre el tema son In Hitler’s Shadow, Telling Lies about Hitler y la indispensable trilogía sobre el monstruoso poder que tuvo el mayor asesino de la historia. Ahora, el historiador británico publicó Hitler y las teorías de la conspiración (Editorial Crítica, Grupo Planeta).

“Mientras escribía mis tres volúmenes sobre la historia de Alemania en la era Nazi, empecé a notar que las teorías conspirativas que habían sido largamente desacreditadas estaban empezando a resurgir tanto en la prensa escrita como en los otros medios de comunicación. Esto se volvió particularmente obvio cuando me tocó ponerme a considerar el resurgimiento de esa teoría según la cual Hitler, quien sabemos que se suicidó en Berlín el 30 de Abril de 1945, en realidad escapó y se fue a vivir a la Argentina”, comenta Evans en la entrevista con Página/12. “Fue entonces que solicité una beca a la Fundación Leverhulme para llevar adelante un programa que insumió cinco años junto a dos investigadores asociados y siete investigadores post-doctorados, todos ellos abocados a los diversos aspectos de las teorías conspirativas: Filosofía, Historia, Política, etc. Mi rol consistió en escribir acerca de aquellas teorías conspirativas que implicaban a los nazis, pero mayormente basé mi enfoque en estas investigaciones más amplias y en los debates de nuestros seminarios regulares”, completa el autor del libro.

-¿Por qué resultó tan fácil a lo largo de la historia establecer teorías conspirativas en torno de la figura de Adolf Hitler?

-Bueno… sólo desde 1945. Hitler es probablemente la figura más reconocible de la Historia. Los teóricos de la conspiración se sienten atraídos por él como polillas hacia una vela encendida. Incluso durante su vida, dichos teóricos (como suelen hacer) se negaron a aceptar al papel del azar y la iniciativa individual en los grandes acontecimientos, o que las cosas sucediesen sin que alguien tuviera le expresa intención de que así fuera.

-Son cinco las preguntas que usted contesta en su ensayo sobre las conspiraciones inspiradas en Hitler y los nazis. ¿Esas son las principales pero hay más?

-Las cinco teorías que analizo son las que interesan porque han resurgido en los últimos años, y son las más estudiadas y discutidas. Por supuesto que hay otras: por ejemplo, la Gestapo se negó inicialmente a creer que Georg Elser actuara por su cuenta cuando intentó hacer volar a Hitler en 1939, mientras que, por supuesto, hubo una conspiración verdadera para asesinarlo el 20 de julio de 1944, y que fracasó. Pero, en general, los nazis no eran teóricos de las conspiraciones, con excepción de su antisemitismo, que postulaba un complot mundial de los judíos para socavar la civilización alemana. Hitler no era como Stalin, quien veía conspiraciones en todas partes.

-Entre las distintas teorías conspirativas que usted va investigando y cuestionando está la de que Hitler llegó a la Argentina durante el gobierno de Juan Domingo Perón. ¿Qué elementos le permitieron a usted catalogar esta idea de delirante?

-Básicamente, cuando se examinan de cerca, todas esas teorías resultan estar basadas en suposiciones, especulaciones, o “evidencias” de segunda o tercera mano. No hay ningún testimonio ocular directo de que Hitler haya sido visto en la Argentina, mientras que sí hay un montón de testimonios directos sobre su suicidio; por ejemplo, los informes de los hombres que se deshicieron de su cadáver en el jardín de la Cancillería. La afirmación de que a Hitler lo sustituyeron por un doble fue ridiculizada por sus secretarios y otras personas que lo conocían bien.

-¿Por qué Stalin quería silenciar la idea de que Hitler había muerto?

-Stalin era por instinto un teórico de la conspiración, pero más allá de esto, pretendía sugerir que Hitler habría sobrevivido y así, al igual que Napoleón, podría regresar de su derrota para causar problemas nuevamente, justificando así la permanencia en Alemania del Ejército Rojo y sus Aliados Occidentales luego de la guerra.

-¿Por qué cree que en el siglo XXI se han dedicado más libros a la supervivencia de Hitler en Argentina que en los cincuenta y cinco años precedentes?

-No sólo se trata de libros: incluso hubo una serie de televisión de 24 capítulos, donde se sostuvo esta teoría. Vivimos en la era de la “post-verdad” y de los “hechos alternativos”, en la cual las pruebas y el trabajo de los expertos son puestos (sin fundamento) cada día más en tela de juicio. Internet y las redes sociales lograron pasar por alto a los tradicionales guardianes de la opinión, tales como los editores de diarios y los productores de radio, y han permitido que se difundan teorías y afirmaciones extrañas y sin sustento. Las teorías de la conspiración relacionadas con Hitler son sólo parte de un fenómeno mucho, pero mucho más amplio. Ponerlas de manifiesto me permite mostrar en detalle cómo funcionan dichas teorías y quiénes las impulsan.

-¿Cómo se llegó a la teoría de que el ejército alemán fue traicionado en 1918 y que por eso perdió la Primera Guerra Mundial?

-Hasta casi el final de la guerra, los altos mandos militares de Alemania se negaron a aceptar que habían sido vencidos. Por lo cual, la derrota fue un impacto para todos. Ya era inevitable, sin embargo en el otoño de 1918, cuando los Aliados empezaron a desplegar tanques en gran número y ante la falta de toda respuesta por parte de Alemania, los ejércitos germanos del oeste empezaron la retirada mientras que Bulgaria, Austria y Hungría (aliados de Alemania) se derrumbaron. Los supremos generales alemanes se negaron a admitir su derrota y acusaron a los socialdemócratas y a los comunistas de minar la moral de las tropas. De hecho, la revolución que derrocó al Káiser e instauró la República de Weimar comenzó sólo después de la derrota y fue su consecuencia.

-¿Cómo surgieron dos teorías del incendio del Reichstag (Parlamento Alemán) del 27 de febrero de 1933? ¿Una fue alentada por los nazis y otra por los comunistas?

-Todas las pruebas conducen a que el Reichstag fue incendiado por un radical holandés en solitario, Marinus van der Lubbe, en protesta por la incapacidad del Gobierno para combatir el desempleo generalizado. Pero Hitler y los líderes nazis parecen haber creído realmente que el ataque incendiario era un complot comunista, un preludio de la revolución. Se valieron de esto para suspender las libertades civiles y emprender detenciones masivas de opositores. Sin embargo, el Tribunal Supremo, aun con sus jueces conservadores, declaró inocentes a los líderes comunistas que Hitler había acusado; solamente Van der Lubbe fue condenado. Hitler, furioso, creó el Tribunal del Pueblo para asegurarse de que esto no volviera a ocurrir. Por su parte los comunistas, tal vez influenciados por el arraigado conspiracionismo de Stalin, no podían creer que los nazis no hubieran iniciado ellos el incendio, toda vez que fueron los que más se beneficiaron por su causa. Y desde entonces, hubo siempre afirmaciones de la izquierda sobre el incendio del Reichstag como resultado de una conspiración nazi.

-¿Qué puede decir del misterio que alientan ciertas voces sobre el motivo por el que Rudolf Hess, segundo en la jerarquía del Partido nazi, se fugó a Inglaterra en mayo de 1941?

-La verdadera razón era que Hess, el adjunto de Hitler, había perdido poder e influencia y pensaba que podía recuperarlos consiguiendo un acuerdo de paz bilateral con Gran Bretaña. Partió en su misión hacia Escocia, por iniciativa propia y sin que lo supiera Hitler (que se puso furioso ni bien se enteró), para reunirse con el duque de Hamilton, a quien consideraba erróneamente como muy influyente. El “misterio” fue creado por algunos teóricos de la conspiración, en su mayoría británicos. Si hubiesen leído los relatos de los testigos presenciales sobre las reacciones de Hitler y sus lugartenientes, se habrían dado cuenta de que ninguno de ellos estaba implicado, ni lo estaba nadie más aparte del propio Hess.

-¿Cuál cree que es el grado de antisemitismo que llevó a pensar en una supuesta conspiración de los judíos para dominar el mundo de acuerdo a los “Protocolos de los sabios de Sión”, un panfleto que desvela esa idea delirante?

-Los “Protocolos de los Sabios de Sión” son un menjunje de plagios y falsificaciones que se elaboró en Rusia poco después del cambio de siglo. Es una mezcla de fantasías extrañas cuya influencia se ha visto exagerada. Como se pretende que procede de la misma comunidad judía, los antisemitas lo utilizan con frecuencia como “prueba” de sus verdaderas opiniones. Muchos de ellos probablemente no se van a molestar en leerlo, sólo los títulos de los capítulos y los comentarios insertados por antisemitas posteriores.

-En esta época donde abunda la información y la tecnología y las redes sociales cobraron carácter de hegemonía, ¿hay cada vez más teorías de la conspiración nazi?

-Ciertamente hay cada vez más teorías de la conspiración, sólo que tienden a extender las teorías ya existentes sobre Hitler y los nazis a nuevas esferas de lo que doy en llamar “comunidades de conocimiento alternativo”; a la Ufología, por ejemplo (aquellos entusiastas de los Objetos Voladores No Identificados), al Ocultismo, y a otras áreas por el estilo.

-¿Existe una cierta fascinación por el mal en quienes abogan teorías conspirativas en torno de Adolf Hitler?

-En su mayor parte, sí: Hitler se ha convertido en un ícono del mal, una especie de sustituto de Satanás en una época cada vez más secular. Aun así, para algunos Hitler aparece como una especie de héroe, que desafía a la muerte y demuestra su superioridad sobre los simples mortales, y triunfa sobre el mundo en 1945 escapando hacia la Argentina.

-¿Cómo argumenta su idea de echar por tierra mitos como el antisemitismo visceral de los alemanes?

-La oposición al antisemitismo siempre ha sido fuerte entre los alemanes, especialmente en el Partido Socialdemócrata, el partido político más grande y popular de Alemania antes de 1914 y el pilar de la República de Weimar en la década de 1920. Alemania era un país profundamente dividido por clase, región y religión, y es un error generalizar sobre “los alemanes”.

-¿El hecho de que Alemania fue destruida por completo en 1945 le permitió a los alemanes mirar con sentido crítico al pasado?

-No sucedió de inmediato: durante un tiempo, después de la guerra, los alemanes, en su mayoría, se concentraron en reconstruir sus vidas y tendieron a evitar una mirada crítica sobre su pasado. Esto cambió con la llegada de la primera generación de posguerra a la edad adulta, que fue la “generación de 1968”.

-¿La estabilidad del sistema político alemán actual se funda en este reconocimiento de los crímenes de los nazis?

-Hasta cierto punto, sí: el sentido de la responsabilidad histórica por los crímenes del nazismo se ha convertido en una parte central de la cultura política alemana, exceptuando ciertas zonas del Este, antes bajo domino comunista. Pero sobre todo, el éxito del sistema político alemán se debe al “milagro económico” de las décadas de los ‘50 y ‘60, que sirvió para demostrar que, en contraste con la República de Weimar, la democracia parlamentaria podía ofrecer prosperidad económica.

-Usted ha señalado que los defensores de las teorías de la conspiración no pueden aceptar en lo más profundo de su ser que muchas de las cosas que pasan suceden por azar. ¿Es más fácil pensar en que un hombre podía dominar absolutamente todo?

-Ciertamente, en la década de 1950 existía el sentimiento extendido en Alemania de que Hitler era el responsable único de todo lo que ocurrió en los años del nazismo; esto era una manera de negar una responsabilidad más generalizada. Pero, a más tardar en la década de 1990, la mayoría de los alemanes han aceptado que los crímenes del nazismo son igualmente atribuibles a diversos sectores de la población alemana, incluyendo por ejemplo a profesionales como médicos, gente del Derecho y académicos, entre otros.

Acerca de Eric Hobsbawm

Richard Evans también publicó en castellano, hace dos meses, Eric Hobsbawm. Una vida en la historia (Editorial Crítica, Grupo Planeta), del gran historiador británico fallecido en 2012, autor de la trilogía Historia del Mundo Contemporáneo, entre tantos libros. Como Miembro de la Academia Británica, que trabaja en el mismo campo que él y que lo conoció, a Evans le pidieron que escribiera una “reseña biográfica”: “A todos los miembros se les dedica una después de su muerte. Estas reseñas suelen ser bastante largas y se investiga a fondo para ellas, por lo que fui hasta su casa y me encontré con tal cantidad de documentos allí (cartas, diarios, historias, libros inéditos, etc.), que estuvo claro que se podía llevar a cabo una biografía completa”, señala Evans. “No se me ocurrió ninguna otra persona más indicada para hacerla: yo estaba familiarizado con la mayoría de los temas en los que trabajó, conocía los tres idiomas principales que hablaba, y simpatizaba, en general, con sus ideas políticas, aunque siempre fui más bien un socialdemócrata antes que un comunista. Siempre me ha interesado la historiografía, y sé mucho sobre el desarrollo de los estudios y métodos históricos de la época en que vivió. Y el material era tan maravilloso que parecía una oportunidad de oro para escribir algo realmente original y nuevo”, afirma Evans sobre el origen de su libro sobre la historia de un historiador.

-¿Cuál fue la mayor enseñanza que le dejó como historiador?

-A. J. P. Taylor dijo una vez que la biografía no es historia pero que todo historiador debería animarse a escribir por lo menos una, así que éste es mi intento. Son dos cosas muy diferentes: aquí el tema ya está definido, no hay que inventar nada, y la estructura (la narración desde la cuna hasta la tumba) también está preestablecida, aunque entrelazar todos los hilos en la vida de Hobsbawm (a nivel personal, profesional, histórico, político, etc.) supuso un reto interesante y gratificante. Dos críticos escribieron que no soy un “biógrafo por naturaleza”, pero creo que eso significa que no especulo (no encontrarán en el libro cosas como "seguramente pensó", o frases similares). Pero había tal densidad de material que no necesité rellenar ningún hueco con especulaciones a falta de documentos. Quedó claro que Hobsbawm tuvo tal éxito como historiador porque combinó el talento literario, el dominio de los detalles empíricos y las teorías y conceptos. Y escribir su biografía me enseñó a integrar todo eso en mi propio trabajo. Por sobre todo, me enseñó a comprometerme con los asuntos de índole pública. Pero yo ya conocía todo esto, porque había leído su obra y había seguido con interés su vida y su compromiso público durante décadas.

-¿Cuál cree que fue el mayor aporte de Eric Hobsbawm al estudio de la historia contemporánea?

-Desarrolló conceptos que siguen siendo objeto de debate décadas después de que los utilizó por primera vez: “la crisis general del Siglo XVII”, “la caída del nivel de vida durante La Revolución Industrial”, “el bandolerismo social”, “el corto Siglo XX”, etc. Su Historia del Siglo XX fue un éxito de ventas, entre otras cosas gracias a que inauguró una manera de conceptualizar y establecer períodos.