“Ser testigos de esta historia real te compromete a hacer algo. La pregunta es hacia les espectadores: ¿ahora qué van a hacer?”, plantea Gabriela Mansilla, la mamá de Luana, la primera niña trans que pudo obtener su DNI de acuerdo a su identidad de género autopercibida en 2013, luego de una lucha personal, plagada de obstáculos --familiares e institucionales--, y cuya historia cuenta la película Yo nena, yo princesa, que se estrenó el último jueves, protagonizada por Eleonora Wexler --como Gabriela-- y un gran elenco. Gabriela Mansilla subraya cada palabra. Le pone énfasis. Interpela. La película informa, lleva claridad, permite entender qué es una niña trans y cómo es recomendable acompañarla y cómo, no: ese era su objetivo cuando cedió los derechos para llevarla al cine, destaca. “Haber llegado con esta historia al cine es muy movilizante. No me puedo olvidar de todas las travestis y trans que no están: ver en la pantalla a Isabella, la niña trans que interpreta a Luana, es pensar en Lohana Berkins, en Diana Sacayán, en las compañeras de la comunidad. Ver los dibujos reales de Luana apenas empieza la película, su muñeca real, me produce una mezcla de emociones muy fuertes”, dice Gabriela en una entrevista con Página 12, en la que da sus impresiones del largometraje, y analiza los cambios en la sociedad en los últimos 12 años, desde que su hija --que nació con pene, como su hermano mellizo Elías y a quien le pusieron de nombre Manuel-- un día le dijo, desafiante, y con valentía, cuando tenía apenas 2 años: “Yo nena, yo princesa”, para expresar su identidad femenina autopercibida.

Hoy Luana tiene 14 años y va al secundario. En el film, aparece en algunas escenas, y al final se muestran fotos suyas de la infancia que ella eligió especialmente.

La nota de esta cronista "Una madre pide un nuevo documento para su hija trans de seis años" fue el puntapié para el trajinar de Gabriela por canales de televisión y acompañada por la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) para visibilizar el reclamo inédito de su hija, allá por julio de 2013.

Hace cuatro años y medio Gabriela fundó la asociación civil Infancias Libres, desde donde acompaña a familias con niñeces trans y ha publicado varios libros sobre la temática.

--¿Cuántas veces viste la película?

--Tres veces. Y las tres me desarmé en llanto.

--¿A Luana qué le pareció?

--Lo más importante es que fue a verla con sus tres mejores amigas de la escuela primaria a una función privada para mi familia que hizo la productora. Y Elías fue con dos de sus amigos, uno de ellos es uno de los nenes que se disfrazaron de mono en el acto del colegio que refleja la película. Son cosas muy significativas, muy simbólicas. El día de la avant-première, que era la segunda vez que Luana la veía, me dijo: “Me encanta la película”, con una sonrisa que no había tenido la primera vez, cuando estaba con sus amigas, y además a ella también la había pasado por arriba verla. Me dijo que se había emocionado muchísimo en la parte en que mi personaje se acerca cuando está dormida a pedirle perdón.

--¿Estás conforme con cómo la película refleja la historia?

--Nada de lo que hay en la película no sucedió. Por eso a mí me impacta tanto. Pero está contada muy poéticamente. El nivel de violencia que nosotras vivimos no se ve. Lulú dijo el otro día: “Ojalá hubiese sido así. La película es más linda que lo que nos pasó en la vida”. La parte del ataque de los evangelistas existió --rezaban en la puerta de mi casa al grito de “Salvala Jesús”-- pero no fue así como se muestra, con carteles y megáfonos. Hay dos objetivos muy claros por los cuales se cuenta tan poéticamente: uno es que sea apta para todo público, para que pueda educar en las escuelas, entonces no se podía volcar toda la violencia explícita; y el otro objetivo, que también se lo pedí a Federico Palazzo, el director, es que como la iban a ver Luana y Elías, no quería dañarlos al ver todo lo que pasó en nuestra casa o que Lu viera escenas donde ella se autolesionaba. No era necesario. La dignidad también pasa por ahí: no revictimizando a las víctimas. Se sobreentiende la violencia. El papá, por ejemplo, se fue rompiendo toda la casa, embistiendo la reja con la camioneta, en medio de un escándalo, donde también me pegó. Luana y Elías estaban aterrados. Ojalá se hubiese ido como en la película. La realidad fue otra y no hacía falta volcarla ahí porque si no también desviás el foco y terminás contando una historia de violencia de género. Y no era la idea.

--¿Volvió el padre de les chiques a contactarse con ustedes?

--Luana pidió participar en la película y cuando a Elías se lo preguntaron, también quiso, y entonces tuvimos que contactarlo a través de una abogada para que les autorizara, por el derecho a la imagen. Volvió a ratificar que no quiere saber absolutamente nada con sus hijes.

--Otro aspecto que me llamó la atención de la película es que ubica a la familia en un nivel socioecónomico más elevado que el de ustedes…

--Sí, yo creo que eso es propio del cine. Y nos reíamos en el momento de la filmación porque yo le decía a Eleonora (Wexler): “Yo no usaba esas botas, apenas tenía zapatillas”. Creo que también sirve para mostrar que esto no le pasa solo a la gente pobre, que sucede en todos los niveles sociales, que también hay personas travestis y trans en las clases medias y altas.

--¿Cómo llegaron a Isabella, la niña trans que interpreta en la ficción a Luana?

--Empezaron con el casting para buscar a la niña que iba a interpretar a Luana y mi hermano, Federico, me decía: “¿Quién va a ser la nena que pueda reflejar los ojos tristes que tenía Luana?”. Se refería a su esencia. En un momento, yo la propuse a Isabella porque la conozco desde que tiene 5 años: Aparte de saber que ella quería ser “actora” --porque lo dijo así--, también pensé que no había otra persona que pudiera hacerla mejor a Lulú que una niña trans. También la propuse a Azul, que interpreta a una nena del jardín que se llama Luana, de donde mi hija eligió su nombre. Azul también es una niña trans. La película está llena de mensajes muy simbólicos. Como nadie conoce la cara de Luana, no se sabe que es la adolescente en patines que la levanta a Luana en la película cuando se cae. Esa escena es muy mágica, porque llega como un ángel para levantarla pero se está levantando a sí misma; está la adolescencia levantando a esa niñez, que tiene que ver con la historia de la comunidad travesti y trans, de aquellas que dejaron el camino allanado y le dieron lugar a esta niñez, al impulsar y lograr la sanción de la ley de Identidad de Género. En otras escenas mi hija está patinando en el fondo. Y hay una en la que la que Gabriela, Luana y Elías de ficción se cruzan con nosotres tres por detrás.

--¿Qué pensás que va a producir la película en el público?

--Me escribió mucha gente que ya la vio y me contó que no había podido contener las lágrimas, y me dijo que me quedara tranquila que se cumplía el propósito: es gente que me conoce y sabían lo que yo quiero con la película. “Va a transformar a quienes la vean”, me dijeron. Es imposible no conmoverse, no salir del cine sabiendo qué es una niña trans porque es muy clara, tiene mucha información, es básica. Tiene el ABC para que se entienda por qué lado ir y por cuál es perjudicial para la niñez: por este lado se acompaña, por el otro, se reprime y no se aconseja.

--¿Cómo está Luana hoy? Le tocó la virtualidad para empezar el secundario, recuerdo que era tu preocupación la última vez que hablamos….

--Le costó mucho el año pasado. Cuando se anunció que se volvía a la presencialidad, se puso muy mal porque no quería ir a la escuela. Sigue con el acompañamiento de la psicóloga de la CHA Valeria Paván --interpretada por Paola Barrientos en la película-- y se sumó Marianella Di Toro, que es musicoterapeuta, y también desde Infancias Libres trabajamos con la escuela incansablemente, junto con la psicopedagoga de Elías también. Y Luana empezó a ir de forma presencial a la secundaria y enseguida se hizo una amiga y el contexto no habla ni de varones ni de mujeres, sino de personas que tienen pene o que tienen vulva en la clase de biología; se fue sintiendo cómoda de a poquito y la veo ahora estudiando, diciéndome: “No quiero faltar, mañana tengo prueba”, queriendo ir todos los días a la escuela. Lo que te muestra que quienes tenían la misma edad que Luana no elegían ir a la zona roja de prostitución. Si se genera el contexto, tienen ganas de estudiar. Hay que crear el contexto para alojar a las niñeces travestis y trans y así vamos a tener abogadas, doctoras, docentes travestis y trans. Así les pibes trans van a poder soñar con esa posibilidad. Antes esa imposible. ¿Cómo sostenés un espacio en el que te dicen todo el tiempo que sos varón llamándote Luana? No se puede. Garantizando ese contexto, generás otras oportunidades, les garantizás sus derechos.

--¿A cuántas familias con niñeces trans están acompañando desde Infancias Libres?

--Ya es imposible concentrar a todas las familias. Ahora cambié la modalidad: informamos, hacemos talleres abiertos. No era como al principio, que no había información. Hacemos jornadas virtuales en las que participan madres de México, de Chile, de Uruguay, de Ecuador. Muchas de las familias se armaron sus propias organizaciones en sus territorios, que era uno de los objetivos que tuve al principio cuando hacía las jornadas en mi casa. No se trata de contar cuántos somos sino a cuántas personas llegamos. Y eso ya es incalculable. Ya hemos sacado el tercer libro autogestivo, que se llama Sin Alas. Abusos contra niñeces travestis y trans. Y también publiqué el tercero mío, que se llama Soy, que es una compilación de relatos, que lo editó la Universidad Nacional de General Sarmiento, donde muestro el proceso de otras familias, de otros contextos, de otras edades, de otras clases sociales, para que otras personas se puedan reflejar.

--En estos doce años desde que Luana te dijo “Yo nena, yo princesa”, ¿qué cambió en la sociedad?

--Nuestra historia se expandió de tal manera que hoy una familia que busca información nos encuentra a nosotras y el DNI lo tramita en un mes o menos, el tiempo que tendría que haberlo tramitado Luana. Eso es resultado de que no dejé de darle visibilidad al tema ni un día en todos estos años, por eso hoy las niñeces trans están en las aulas. Trascendió las fronteras esta lucha. Mi libro Yo nena, yo princesa se lee hasta en Estados Unidos. Tuve esta semana una reunión virtual con gente de México que me pidió que la película se pueda ver allá. Se ve el compromiso del Estado en el apoyo que le dio a la película. Aunque falta muchísimo, este año se publicó una Guía de salud para niñeces trans que sacó el Ministerio de Salud de la Nación. Ahora estoy trabajando en una guía similar de la provincia de Buenos Aires. Pusimos el tema en la agenda política. Lo que pasa es que si salimos de ese círculo donde todes nos estamos aplaudiendo, encontrás exactamente la misma resistencia que hace 12 años. Una cosa es quien quiere la información y la va a buscar, que son estudiantes, docentes, la gente de la comunidad LGBTTIQ+, de la militancia, periodistas --ahí si tenés un avance-- pero te quitás de ahí y te encontrás con la misma violencia y no sé si más. Si a una familia no le pasa que tiene una niña o un niño trans, ni de casualidad se va a meter con el tema.

--¿Dónde ves las resistencias?

--En familias, en profesionales: empatizan con la historia pero no la hacen propia. En una nota que hicieron el otro día en Página 12 sobre la película, los comentarios de los lectores eran muy violentos. Mi mamá se horrorizó. Salió una foto de Luana en otra publicación y en los comentarios decían: “Mirá las venas de los brazos”, “palanca al piso”, “es un tipo”, “ahora me siento dinosaurio”, eso no para. Hay que ver también esta parte porque si no ves una sola porción de la realidad. A mí no me gusta quedarme solo con el aplauso. La nena tiene que salir y tomar el colectivo. No vive de avant-première en avant-première. Más allá de que conmueva la película, la pregunta que quiero hacerle a quienes la vean es qué van a hacer después. Tiene que existir un compromiso. Es una historia real. Vos psicóloga, vos docente, vos papá ¿qué vas a hacer cuando salgas del cine y te hayas visto reflejade en esa persona que reprimió a una niña trans? ¿Y vos mamá, que viste que esa mamá llegó hasta la presidencia de la Nación para defender el derecho a la identidad de su hija… qué vas a decir? Tengo miedo, no sé qué hacer, como me siguen diciendo en la actualidad… Ser testigos de esta historia real, te compromete a hacer algo. La pregunta es hacia les espectadores. ¿Ahora qué van a hacer?