No hay programador que no utilice la palabra “equilibrio” al hablar de su trabajo. Y, a pesar de todo, esa preciada característica suele ser la más esquiva. En el caso del Teatro Argentino de La Plata, en cambio, se trata de una realidad. Está aquello que podría esperarse de su director, Martín Bauer, que es quien diseña también el ciclo Colón Contemporáneo, que fue director del CETC (Centro de Experimentación del Teatro Colón) y fundó y condujo por veinte años el Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea del San Martín: el estreno platense de la ópera El gran macabro, de György Ligeti y de música sinfónica de Oscar Strasnoy, por ejemplo. Pero también están la zarzuela La Corte de Faraón, de Vicente Lleó, Lucia di Lammermoor, de Gaetano Donizetti, y Otello, de Giuseppe Verdi. 

Si hiciera falta una sola prueba de ese equilibrio –tan buscado como rara vez encontrado–, bastaría, probablemente, con el programa con el que la Orquesta Estable del teatro abrió su temporada de este año el último domingo, interpretando obras de Mariano Etkin, Franz Schubert y Charles Ives. Con dirección de Pablo Druker, se estrenó Estudios para lágrimas, la obra en que Etkin trabajó hasta pocos días antes de morir, el año pasado, a partir de una comisión del propio Argentino. Y se interpretó también fragmentos de la Música incidental para Rosamunde, de Schubert, y la descomunal -y descomunalmente modernista- Sinfonía Nº 4 que Ives compuso entre 1910 y 1916, en cuya ejecución participó el Coro Estable, que contó con la preparación de Hernán Sánchez Arteaga.

La temporada lírica, por su parte, en rigor ya se había iniciado con la reposición de la ópera De Materie, de Louis Andriessen, en coproducción con el Teatro Colón. La Corte de Faraón se presentó a fines de abril en el Coliseo Podestá de La Plata, con concertación de Ezequiel Fautario y puesta de Carlos Iaquinta. Y, ya en la Sala Alberto Ginastera del Argentino, subirá a escena, el próximo 2 de junio, Lucia di Lammermoor, con Silvio Viegasen en el podio y dirección escénica de Rita Cosentino. El Gran Macabro, de Ligeti, será conducida musicalmente por Tito Ceccherini, a partir del 14 de julio, y tendrá puesta de Pablo Maritano. El mismo director de escena, que es uno de los colaboradores cercanos de Bauer, repondrá a principios de noviembre su versión de Otello, de Verdi, con dirección musical de Carlos Vieu. Y la Orquesta Estable hará escuchar, además de clásicos como el Concierto para piano y orquesta Nº 1 de Johannes Brahms y la Sinfonía fantástica de Héctor Berlioz, El martirio de San Sebastian, una bellísima obra de Claude Debussy que rara vez se programa, Circulating Ocean, de uno de los más importantes compositores actuales,  el japonés radicado en Alemania Toshio Hosokawa, la Sinfonía en tres movimientos de Igor Stravinsky, las Cuatro últimas canciones de Richard Strauss y, en el centenario de la Revolución Rusa, la Cantata Alexander Nevsky de Sergei Prokófiev y el Concierto para cello y orquesta Nº 1de Dmitri Shostakóvich. En coproducción con el Teatro Colón, actuará el ensamble de percusionistas holandeses “Slagwerk Den Haag” y el notable pianista británico Nicolas Hodges, que interpretará “Voices and Piano” de Peter Ablinger. El Centro de Experimentación y Creación (TACEC), que dirige Cynthia Edul, ofrece también una temporada sumamente atractiva: la presentación del coreógrafo congoleño Faustin Linyekula, el estreno de la obra escénica/performance Caravana de Juan Onofri Barbato y Amparo González Sola, a partir del 10 de este mes, un nuevo proyecto de danza de Luis Garay; la mini-ópera Atravesar el universo con un hilo, de Marina de Caro, la première de la ópera Las chanchas, comisionada por el Centro a Fabiá Santocvsky y Emilio García Wehbi (a partir de una novela de Félix Bruzzone) y Super Premium Soft Double Vanilla Rich, un espectáculo de teatro, performance y danza de Toshiki Okada. El Ballet Estable, que dirige Maricel De Mitri, presentará Giselle, Raymonda, y el estreno de Daphnis y Chloé, de Maurice Ravel, con coreografía de Carlos Trunsky.