Gustavo Shanahan, uno de los nombres más mentados una década atrás en la glamorosa Rosario de los negocios, las finanzas y los desarrollos inmobiliarios premium, está desde ayer imputado como narcotraficante junto a otros siete hombres. En lo formal, está preso pero no en una celda común como el resto de la banda sino en su semipiso con vista al río, en Brown y Presidente Roca. Agregará a su bijouterie una pulsera de monitoreo electrónico del Servicio Penitenciario Federal. Para mandarlo a su casa a cumplir prisión preventiva, el juez Marcelo Bailaque contempló que cuando la policía fue a detenerlo el financista narco "acreditó un medio lícito de vida". Cuatro kilos y medio de cocaína, armas, una cocina de droga, y efectivo por 34 millones de pesos y 30.500 dólares fue el botín secuestrado a esta organización criminal que ayer recibió imputación penal y prisión preventiva a la espera de juicio oral. 

Bailaque, a cargo del Juzgado Federal N°4 de Rosario, procesó a nueve de las 13 personas detenidas entre el 14 y 15 de octubre pasado, a lo largo de 23 allanamientos simultáneos. Uno de los lugares requisados fue la oficina de Shanahan, en el 6° piso de España 889, pleno centro, lugar donde la banda cambiaba sus pesos por dólares a precio blue más un porcentaje extra por costo de riesgo. Y también una modesta vivienda de Valparaíso al 2700, desde donde se distribuía la cocaína que dos paraguayos cocinaban en una casa más pobre aún, en Espinosa al 6200, de barrio Bolatti. 

En base a las averiguaciones de la Policía Federal, escuchas telefónicas y seguimientos de los involucrados, además del secuestro de cocaína y marihuana donde fueron detenidos varios imputados, el juez decretó: "Tengo por acreditada la sospecha de que Julio Andrés Rodríguez Granthon, Alexis Ezequiel Manzo, Alfonso Sciortino, Juan Román González, Néstor Ciotti, Gustavo Shanahan, Gustavo Báez Aguilar y Richard Galeano Vázquez comercializan material estupefaciente; y que Rodríguez Granthon reviste el carácter de organizador, mientras que los demás cumplen distintas funciones".

A este último lo apodan por su gentilicio: Peruano. Cumple condena del Tribunal Oral Federal N°2 de Rosario desde agosto pasado, en el penal de Marcos Paz, por otra causa de narcotráfico, y además está investigado en el asesinato del ex concejal Eduardo Trasante. No obstante, continuó dirigiendo la estructura narco desde tras las rejas, incluso con teléfonos del propio Servicio Penitencario Federal. Se comunicaba con Facundo Pérez para ordenar el negocio. Nunca llamaba la mercadería por su nombre sino por las marcas Sprite, Coca Cola y Manaos, según marihuana y cocaína de tal o cual calidad.

Gustavo Shanahan.

Facundo Pérez cayó en casa de su madre, Lima al 2800, a la vuelta del punto de distribución, en Valparaíso 2696. Según la pesquisa, desde allí se abastecía de droga a los vendedores finales, a razón de medio kilo por semana, por cada punto de venta. Así como distribuía, allí se concentraba la recaudación, que partía hacia la cueva del lavado. En este lleve y traiga de bolsos con dinero tenía responsabilidad Marcos Díaz. 

Este Díaz, con Pérez y Rodríguez Granthon, fueron para Bailaque los organizadores de la estructura narco. En tanto, Shanahan y Néstor Ciotti se ubicaban en la instancia de cambio de divisas, de los pesos recaudados por narcomenudeo a los dólares vendidos en negro. El magistrado entendió, según su dictamen, que está probado que Shanahan cambiaba los billetes de la organización narco para que pudiera comprar el estupefaciente en Bolivia y continuar la actividad ilícita. Dio por comprobado que la banda tenía un cierto grado de organización y división de roles, incluso en el aceitado proceso de cambiar los pesos por dólares para retroalimentar la compra de pasta base, cocinar, distribuir y seguir vendiendo. 

Del resto de la banda, el juez les atribuyó distintos roles menores, salvo Galeano Vázquez y Báez Aguilar, los cocineros de cocaína. Hay entre los investigados dos mujeres y un hermano de Pérez que por ahora zafan de acusación penal. Les trabó embargo de 6,48 millones de pesos a cada uno.

La resolución firmada por Bailaque describe una serie de escenas transcriptas por agentes federales de incógnito que venían vigilando a los acusados. Si bien considera que hubo funcionamiento detectado de esta organización desde abril, los ejemplos que constan en el documento imputativo ocurrieron entre agosto y setiembre pasado: una entrega en el Parque Independencia, otra en Corrientes 1616, otra en Maipú 2021, algunas en Alvear 862, un par más en Ovidio Lagos 426, y visitas con bolsos vacíos que salían llenos de la cueva de Shanahan, en España y Rioja, y de la casa de Néstor Ciotti, en Matheu 990. 

La causa se precipitó a principios de octubre, cuando un agente de la PFA de incógnito vigilaba el búnker de Villa Banana y fue descubierto. Lo corrieron a balazos y eso apuró los allanamientos simultáneos que sellaron la caída de Shanahan.

Es la segunda vez que este hombre toca fondo. En 2013 la Justicia le dictó quiebra, a instancias de un pagaré de 25 mil dólares que le ejecutó el actual presidente de la Bolsa de Comercio, Daniel Nassini. Hasta entonces, la prensa del show business lo mostraba como un miembro activo de esa farándula. De ser accionista minoritario, en 2010 le compró todo el paquete de Terminal Puerto Rosario a Guillermo Salazar Boero, y le sirvió el desembarco al grupo Vicentin para tomar en sus manos ese negocio. Pero antes de irse, a Shanahan lo salpicó la revelación de maniobras de corrupción y lavado de dinero que involucró al ex presidente de la Generalitat de Cataluña, Jordi Pujol, cuando admitió haber aportado 12 millones de dólares en negro en el Puerto de Rosario.

Tres años antes, durante la intendencia de Miguel Lifschitz, Shanahan obtuvo de la Municipalidad de Rosario el OK para una urbanización top: el complejo de barrios privados Los Pasos, detrás del country Carlos Pellegrini y el Jockey Club. Para cuando vendió sus acciones del puerto a Vicentin, Shanahan también tropezaba con el fondeo de Los Pasos y la demanda judicial de sus inversores que no veían ni avances en el desarrollo inmobiliario, ni el dinero tampoco. Hoy, desde su balcón en la costa central, podrá repetir mil veces aquellas aventuras que le han regresado como un déjà vu