“Por supuesto que una película como esta va a crear una división en el público. Lo importante es que la gente reaccione, ya sea por rechazo o por admiración. Si genera una reacción quiere decir que estamos tocando algo en el espectador; crea un debate, dispara una discusión interior. Creo que eso es lo más importante. Si el cine fuera un mundo de estatutos, de respuestas prefabricadas con las que intentamos llegar a un acuerdo, sería una forma de arte muerta. Mientras dispare una reacción, mientras genere algo vivo, soy feliz”. Las palabras de Julia Ducournau (París, 1983) durante la conferencia de prensa en el Festival de Cannes, luego de la primera exhibición pública de su segundo largometraje, sujetaron sobre el vacío una fuerte red de contención a las reacciones extremas que Titane suscitó y sigue suscitando desde aquel 13 de julio de este año, día de su estreno mundial. “La película de la chica que queda embarazada de un auto”, como comenzó a conocérsela en las conversaciones de pasillo (la descripción es acertada, pero fatalmente escueta e incompleta), provocó de inmediato las emociones más intensas. Genialidad para algunos, insustancial provocación audiovisual y/o ideológica para otros. Ejemplos. En un extremo, la prestigiosa crítica cinematográfica Stephanie Zacharek concluyó en su texto para la revista Time que “Titane es una fantasía de terror y, por lo tanto, nada debe ser necesariamente creíble. Pero todo se siente como un chiste interno muy elaborado, cuyo giro hacia lo convencional probablemente pretende ser su elemento más impactante”. La escritora Mariana Enríquez, en tanto, publicó una carta de amor en forma de artículo en la revista española Rockdelux, en la cual afirma que la creación de la directora de Raw (2016) es “un objeto de una atmósfera distinta. Un meteorito. La aparición de Titane y su efecto dinamitador es una gran noticia incluso para quienes no se volvieron locos con la película porque Julia Ducournau parece decir: no sé bien para donde voy. Estoy hecha de incertidumbre y mi película también. Y no hay nada más contemporáneo”. La Palma de Oro, máximo galardón del festival francés –entregado por segunda vez a una realizadora mujer y por primera vez en solitario–, no hizo más que potenciar las miradas, las ideas y las formas de expresarlas. Pero detrás de la cáscara de film intenso y extremo, violento en varias acepciones, formateado en parte por ciertas constantes del género (de ciertos géneros), Titane no deja de ser en el fondo una peculiar reflexión sobre los vínculos padre-hijo. O hija o hije o hijx o hij@, a gusto de quien lea y mire. Un relato que, luego de dejar atrás violencias y escapes, cuando el cuerpo de la protagonista ha comenzado a transitar una transformación irremediable, se acomoda más cerca de la sensibilidad de una Claire Denis que de la de un David Cronenberg. Más 35 rhums que Crash. La nueva carne de Titane existe y es salvaje, dolorosa, dura, cruda, rebelde. Pero también amorosa. El film de Ducournau es uno de los títulos destacados en la programación de la nueva edición – otra vez presencial– del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que levantará el telón este jueves 18. Allí podrá verse en pantalla grande antes de un lanzamiento online en la plataforma Mubi, el 28 de enero del año que viene.

Cuando los títulos de apertura con fondo de imágenes del interior de un automóvil –sus vísceras y huesos, articulaciones y órganos– le ceden el lugar al prólogo, Alexia se presenta en sociedad. Una niña inquieta y molesta, inconmovible ante los pedidos del padre (el cineasta Bertrand Bonello en plan cameo), sentado delante de ella y al mando del vehículo. Alexia imita el sonido de un motor, cada vez más fuerte, hasta que la música del estéreo le impide seguir con esa actividad. Entonces comienza a patear el asiento de adelante, con constancia y violencia. El accidente es inevitable. Corte al hospital. El plano detalle del cráneo abierto permite advertir la inserción prolija de una placa de titanio en el lugar del golpe. Tiempo después, Alexia sale del hospital, se adelanta a sus padres y se abraza al auto, como si se tratara de un familiar (o un noviecito) a quien quiere demostrársele afecto. Hay una nueva Alexia, hecha de carne y hueso y de ese lustroso metal que le regala el título a la película. Varios años más tarde, la protagonista es una joven de largos cabellos rubios, cortados de manera tal que la cicatriz de la operación es reconvertida en objeto decorativo, como si se tratara de un tatuaje o un piercing. Alexia (la modelo, periodista y fotógrafa Agathe Rousselle, en su notable debut como actriz en un largometraje) sigue manteniendo esa misma mirada enojosa y desafiante de la infancia. Altiva, ingresa al enorme recinto donde se lleva a cabo un show automotriz, puro fierro y carne, todo curvas. Las promotoras de busto prominente enjabonan y bañan las carrocerías con esponjas y mangueras; otras se suben al capó del acompañante metálico para iniciar un baile seductor y atrevido, arquetípico sueño húmedo reciclado para la venta. Alexia monta un Cadillac y baila, sin saber que apenas unas horas después será penetrada por él, su cuerpo preñado por un fluido seminal oscuro y espeso y, es de suponer, con fuerte olor a aceite de auto. Antes, el ¿primer? acto de violencia, que Alexia lleva a cabo quirúrgicamente, como una profesional que se hubiera dedicado a esos menesteres durante toda la vida. Julia Ducornau da inicio al relato con las marcas de la hiper violencia cinematográfica, proponiendo una nueva aproximación a imágenes, sonidos y conceptos que el espectador entrenado conoce de antemano. ¿Es Titane una película de terror con un demonio vengador dispuesto a tomar revancha sin miramientos ni piedad? ¿Es Alexia la enésima encarnación de la criatura marginal e incomprendida embarcada en un raid de destrucción? ¿Mirará la joven el fondo del abismo hasta convertirse finalmente en eso que observa o, por el contrario, completará una metamorfosis que no es simplemente física? Respuesta: si algo hace Titane es mutar, como su protagonista.

CUERPOS QUE IMPORTAN

“Mis padres son doctores y por las noches, cuando era chica, solían hablar sobre su trabajo y los pacientes”. En una jugosa entrevista realizada por la revista Film Comment con la excusa del estreno de Titane en los Estados Unidos, Julia Ducournau dibujó los trazos de su obsesión por los cuerpos, ya presente en el cortometraje Junior (2011) y en el largo Raw –la historia de una joven estudiante de veterinaria que descubre el agradable sabor de la carne humana–, elementos que la empujaron a escribir el guion de su última película. “Crecí con libros y revistas de medicina en casa. Descubrí que hay algo en común en los casos de niños con padres médicos: se crece con un sentido de la propia mortalidad desde una etapa temprana de la vida. Para mí eso siempre se ligó a una forma muy humana de hacer las cosas. Mis padres siempre me dijeron que cada paciente es diferente, que cada cuerpo es diferente. Creo que ante la muerte somos todos iguales, pero, al mismo tiempo, cada uno de nosotros tiene una experiencia singular con el cuerpo”. Ante la pregunta esencial, y muy de estos tiempos, respecto de si Titane intenta subvertir la mirada masculina sobre el cuerpo femenino, la realizadora respondió con un sí rotundo, pero con una vuelta de tuerca. “La mirada tiene una connotación de construcción social, en particular la masculina, pero la femenina también. Es una mirada sesgada por lo social. Pero el deseo es algo que escapa a eso. Para mí, el deseo es sinónimo de libertad. Creo que es algo que he retratado en mis dos largometrajes. En el caso de Alexia, desde luego, eso está relacionado con una pulsión de muerte, lo contrario de lo que ocurría con Justine, la protagonista de Raw. En Titane se trata de un camino que va en un único sentido porque, a fin de cuentas, aunque ella tenga un vínculo especial con el auto, este sigue siendo un auto. Sin embargo, el deseo que empieza a sentir por Vincent cuando decide convertirse en Adrien es un disparador para que pueda comenzar a sentirse humana por primera vez en la vida. Es increíblemente liberador. Comienza a sentir algo que va más allá de ella: su deseo por Vincent”.

“Siguiendo una serie de crímenes inexplicables, un padre es reunido con su hijo, desaparecido diez años atrás. Titanio: un metal altamente resistente al calor y la corrosión, con aleaciones de alta fortaleza”. La sinopsis oficial opone una fuerte coraza a los embates del universo anti-spoiler, ese corolario directo de la obsesión por la trama y cada uno de sus detalles, como si el cine fuera simplemente un esqueleto de acciones y reacciones sin músculos ni grasa ni piel. Vincent, un increíble Vincent Lindon –figura del cine francés que ha colaborado con Claire Denis en tres ocasiones, incluida la todavía inédita Feu–, entra en cuadro cuando Alexia ha escapado de su casa, del trabajo y del barrio y decide cambiar su aspecto, rapando la cabellera, amortajando los senos y ese vientre cada vez más abultado, y alterando el aspecto de la nariz con un método poco recomendable (y no apto para personas impresionables). La nueva Alexia se parece un poco a Adrien, un chico desaparecido hace una década, aunque el deseo tal vez esté jugando sus cartas nuevamente. Vincent cree reconocer en Alexia al hijo perdido y lo lleva a casa, detrás de ese cuartel de bomberos que comanda con pulso firme, con un cuerpo que ya no está para ciertos trotes. De esa manera, el fuego parece perseguir a Alexia; o bien es ella quien lo conjura, un poco a sabiendas, otro poco con la mayor de las inconsciencias. El cuerpo de Alexia/Adrien cambia día tras día; también el de Vincent, que todas las noches necesita de una buena dosis de esteroides inyectables para mantener los músculos y tendones tensos y el dolor a raya. “Utilizo las herramientas del horror corporal, la comedia, el thriller y el drama”, reflexiona Ducournau. “Son áreas en las que me siento cómoda y se funden muy bien. El humor ayuda con la catarsis cuando las cosas se ponen demasiado oscuras, y provee cierta distancia: poder reír ayuda a poner las cosas en perspectiva y es algo realmente muy saludable. Deja que las cosas respiren un poco. Es también una manera de crear empatía con la protagonista. Esto era especialmente importante en el caso de Alexia, un personaje con quien es muy difícil verse reflejado al comienzo del film, porque no demuestra ningún tipo de emoción. El baño de sangre en la casa, que es claramente una secuencia cómica, viene después de una escena oscura en la cual se revela, de alguna manera, la causa del trastorno. Su cuerpo le está diciendo ‘estás embarazada’ y el hecho de que no puede controlarlo la trastorna. Algo en su cuerpo ha cambiado y ella ya no puede soportarlo. La hace reaccionar como un ser humano por primera vez en la película”. 

El humor está presente en esa y en otras secuencias, reflejando en parte la mezcla de emociones de la vida real, como cuando Adrien sale por primera vez al campo de acción y debe recurrir al uso más inesperado y ridículo, pero absolutamente lógico y efectivo, del ritmo de la “Macarena”.

LOS FABULOSOS CADILLACS

No hay una ni dos sino tres escenas de baile en Titane (cuatro si se computa el baile sexy del comienzo sobre el Cadillac), en todos los casos instancias de liberación. Otra posible influencia del cine de Denis, quien en el final de su obra maestra Bella tarea (1999) supo crear una de las secuencias más influyentes del cine contemporáneo. Vincent baila solo en el living comedor y suma a Alexia/Adrien en una coreografía crecientemente violenta, transmutada en forcejeo y lucha a los manotazos, esa típica “cosa de machos”. Luego de una emergencia y de un simulacro de incendio los jóvenes bomberos y su veterano capitán celebran bebiendo y bailando, y la cámara se desplaza lentamente sobre los cuerpos y rostros. Finalmente, con el cuerpo a punto de estallar, Adrien permite que Alexia tome nuevamente el control y, sobre la cima de uno de los camiones, practica una danza cargada de erotismo, transmutando por completo las expresiones de quienes observan ahí abajo. Dentro de Alexia, la nueva carne puja por nacer, aleación de sangre y líquido carburante, de músculo palpitante y el más duro y frío metal. “Es curioso, para mí la fluidez de género es un tópico y, al mismo tiempo, no lo es”, declaró la realizadora, entrevistada por el medio especializado IndieWire. “Es una de las cuestiones centrales del film, pero eso no estuvo planificado de antemano como tema. Supongo que es natural en mi caso pensar de esa manera. No veo a Titane como un panfleto político. Es sencillamente la manera en la cual veo el mundo. Veo el mundo como debería ser: cada vez más fluido, en muchos sentidos. Cuando se estrenó Raw, en las entrevistas solía decir que no me gustaba poner las cosas en casilleros. Lo mismo ocurre con el género. Creo que no es realmente relevante para la identidad de alguien. No creo que los géneros nos definan. Sin embargo, como eso es algo que todavía no ha sido comprendido a nivel social, se convierte en un tópico. En mi caso, como mujer, no quiero que mi género me defina. Cuando la gente dice que soy una ‘directora mujer’ siempre siento una molestia, porque soy una persona. Soy una directora. Hago películas porque soy yo, no porque soy una mujer. Yo soy yo”.

 

Arriesgada. Salvaje. Provocadora. Audaz. Polémica. Todas palabras que han sido utilizadas una y otra vez para definir Titane. Pero, a fin de cuentas, el film de Ducournau es mucho menos explícito de lo que puede pensarse en términos de sangre y tripas y gore, y mucho más intenso en términos emocionales. La fantasía desbordada es, nuevamente, el territorio de alegorías posibles, pero nunca delimitadas por la simbología directa y clara. Alexia tal vez sea el primer y problemático ejemplar de una nueva raza. Aunque, ¿tener sexo con un auto y provocar un embarazo? Para la cineasta, y aquí se explicita el juego de palabras del título en francés, “eso viene del deseo de construir la película alrededor del nacimiento de un nuevo mundo. Usualmente tengo los finales de las películas en la cabeza y parto desde allí. Quise crear un nuevo mundo, equivalente al de los titanes luego del apareamiento de Urano y Gaia. La idea era crear una nueva humanidad que es fuerte porque es monstruosa, y no lo contrario. La monstruosidad siempre me ha parecido algo positivo, es una forma de desacreditar las formas normativas de la sociedad, de la vida social. La monstruosidad emancipaba a la protagonista de Raw. De allí a imaginar que todo podía ocurrir a partir de un auto. El personaje de Alexia nace de mi deseo de mostrar que la feminidad es mucho más flexible y borrosa de lo que se imagina. Por eso la película comienza con un evento automotriz. Es como si los autos y las chicas fueran lo mismo, transformadas de manera similar en objetos. Luego nos concentramos en ella, que escapa de la mirada masculina porque reclama su deseo: ella posee al auto al bailar de esa forma. Pero todo es una suerte de trampa, un señuelo. Se siente un poco estereotipado porque jugamos con ese estereotipo. Ella puede ser bastante violenta y su sexualidad está completamente jodida. Pero, oh… ella en realidad puede ser un hombre. ¿Creías que era una mujer?”