Cuando Rut Gómez y Julián Marcipar tuvieron que imaginar un nombre para su proyecto musical, pensaron en algo que los representara como santafesinos y habitantes de San José del Rincón: por eso eligieron Loba de Río y diseñaron un logo que homenajea a uno de los animales más representativos de la fauna litoraleña. El dúo empezó a trabajar las canciones de Hembra, su primer álbum, a inicios de este año y por medio de WhatsApp debido a las distancias. Durante su estadía en dos albergues para mujeres víctimas de violencia de género, Rut necesitaba transformar el dolor en algo distinto y comenzó a crear algunas de las letras que componen el disco. Ya se encuentran disponibles en YouTube los dos primeros singles, “Mujer en llamas” y “La pescadora”.

“Yo no era cantante sino intérprete de piano; siempre estudié la música desde un lugar secundario y empezar este proyecto fue muy importante. Recién ahora puedo ver que hay mucha magia en esto de cantar y crear. Compartirlo con Juli es buenísimo porque él es un gran músico”, cuenta Rut, que hoy tiene 19 años y desde los 6 estudia en el Centro Recreativo Estético Infantil (CREI) de su provincia. Julián, por su parte, nació en una familia de músicos y actualmente estudia Composición con Medios Electroacústicos, una carrera que abrió su abuela, María Elena Sedlacek. 

“Por la dictadura ella tuvo que refugiarse primero en Israel y después en Francia. Ahí pudo estudiar con Pierre Schaeffer, el padre de la música electroacústica. Cuando volvió al país abrió junto a Ricardo Pérez Miró el centro electroacústico de la universidad que hoy lleva su nombre, pero a ella no se la menciona en ningún lado”, detalla Julián, quien próximamente lanzará Folcorno, un disco de folklore con corno francés solista e invitados como Vitillo Ábalos, Lito Vitale y Chango Spasiuk, entre otros.

El electro folk es el género que define al dúo. “Mujer en llamas” es una vidala fusionada con música electrónica y en los primeros compases se cita la “Vidala de la copla” de Chango Rodríguez. La letra fue escrita por Gómez junto a Micaela Chauque, una de las aerofonistas más reconocidas del país, ganadora del Premio Gardel al Mejor Álbum Artista Femenina de Folklore y la primera mujer autorizada por su comunidad a tocar la quena. El arreglo musical es de Marcipar y la producción de audio quedó a cargo de Patricio Druetta. 

“Nos acercamos al folklore electrónico siempre desde el respeto y la memoria, recordando las raíces, el pasado y la herencia. Es súper poderoso porque los antepasados siempre están ahí y es bueno recordarlos, rendirles homenaje de manera consciente. Pero no nos enfocamos sólo en el folklore argentino; también exploramos ritmos latinoamericanos porque este continente es enorme y compartimos muchas cosas”, dice Gómez.

“La pescadora” tiene su inspiración en la famosa cumbia colombiana de José Barros pero propone un cambio en el punto de vista: quien narra ya no es un hombre sino una mujer. La idea para este tema surgió después de ver un documental que mostraba a una comunidad de pescadoras en Altos Verdes. “Ellas estaban completamente invisibilizadas por su condición de mujeres, entonces quisimos mostrar eso que no está tan difundido. Y acá, en San José del Rincón, también había una pescadora de años, así que le dedicamos la canción a ella, a las pescadoras y a todas las mujeres que se atrevieron a seguir sus sueños incluso si esos espacios estaban ocupados por hombres. Es un oficio de mucha soledad, estás en medio de la naturaleza esperando durante horas”, explican. El tema tiene como invitada a Micaela Farías Gómez, artista que proviene de un reconocido clan de folkloristas pero que también se atrevió a explorar zonas de fusión con la música latinoamericana, el flamenco o el hip hop. El video, además, propone un contraste entre los paisajes naturales dominados por el río y el cemento de la ciudad.

Julián explica que en este proyecto lograron mixturar las raíces folklóricas con los sonidos electrónicos: “Hubo mucha introspección para ver quiénes somos y trabajar desde ese lugar. Rut estaba más familiarizada con la electrónica y el folklore, pero yo lo tenía un poco reprimido por el peso de mi abuela y mi papá. Quizás me daba un poco de vergüenza hacer algo así. Yo tengo 25 años pero hace mucho tenía ganas de encarar un proyecto con música electrónica que se pueda bailar”. Una de las principales consignas que milita el dúo puede sintetizarse en la frase de la activista lituana Emma Goldman: “Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa”.

Cuando Rut pasó por los albergues para mujeres víctimas de violencia se encontró con diferentes realidades y pudo unir su proceso personal a la música: “Yo estaba pasando por un momento de transición emocional: tenía que sanar y pude utilizar la música como canal para transformar todo eso y hacerlo florecer. En los albergues vi muchas situaciones de compañeras solas o con hijes; eso me enriqueció y me fortaleció para poder hacer todo esto. La militancia principal de la banda es algo que internalicé en ese momento: hay que hacer la revolución desde el goce. Cuando llegamos a Emma Goldman, una mujer muy adelantada a su época, pensamos que teníamos que compartirlo. Eso era lo que tenía y sigo teniendo en el pecho”. A raíz de esa experiencia, decidieron donar el 20% de lo recaudado con el proyecto a uno de esos albergues. Rut asegura que allí abundan las necesidades y los recursos son escasos, pero esta es una manera de devolver algo de todo lo que recibió.

El vínculo con la naturaleza es otro de los tópicos que caracteriza a la banda. Para grabar “Mujer en llamas” Chauque los invitó a Jujuy durante el mes de agosto en el que se celebra la ceremonia de la Pachamama, una de las más representativas de la cultura andina. Eso les permitió conectarse con el lugar, la gente, la flora, la fauna y sus sonidos. Y el videoclip de “La pescadora” fue filmado en la isla donde vive la madre de Julián junto a su pareja. Ambos se dedican a la pesca y Marcipar cuenta que esas islas solían ser territorio exclusivo de los exploradores que viajaban en sus canoas para descubrir nuevas tierras. Cada vez que hablan de los rodajes aparece la palabra “milagro” y recuerdan a las llamas jujeñas que les permitieron una toma con el drone o a los carpinchos santafesinos que toman mate. Loba de Río es un proyecto artesanal hecho a pulmón que rescata las raíces de lo argentino y lo latinoamericano, pero no olvida que para hacer la revolución también hay que bailar.