La historia se repite como tragedia, después como farsa. Dicho y hecho. Pero, en este caso, la farsa se vuelve un arma. 
 –Sabés lo que puede ser esto si no entramos al Mundial, voy a tener que salir yo misma a disparar a la calle –dice la Ministra Patricia, un poco desalineada, pero con intentos de toques patricios como la cartera y el saco recto. La Ministra Patricia mira el partido de Argentina contra Brasil y ante un tiro libre, anunciado por el relator de la patria futbolera, refuta:
–Sí, tiro libre vamos a hacer nosotros en las villas, van a ver lo que vamos a hacer... 
La Ministra Patricia no tiene paz y parece no quererla. La imitación no intenta sacarse un diez en máscaras. Pero no tiene censor, ni auspicios, ni snapchat en Olivos para bajarle el tono al humor del show. Y, junto con Presidente Handel (que esta semana estuvo festejando con porras y gorro de Tío Sam el triunfo de su amigo Donald en su patria grande, aunque después se pegó un porrazo cuando le rechazaron un crédito para hacer una huerta en la terraza de la Casa Rosada y por eso canceló la tarjeta Argenta) son los dos personajes de humor político under –que eso hoy significa redes sociales como Instagram y Twitter y la radio online Futurock– que tal vez expresen con más potencia la crítica precisa y, a la vez, la necesidad de no vivir con las manos agarradas a la cabeza del espanto.
El creador de Ministra Patricia y Presidente Handel –entre otra galería de personajes– es Martín Rechimuzzi, un politólogo, actor y comediante feminista de 29 años que descubrió su enemistad con el machismo gracias al fútbol obligado del recreo, en una primaria de Caseros, y su amor incondicional con el escenario en el acto escolar de cuarto grado. “Mi primera lucha antipatriarcal fue contra la pelota” delimita y señala como malditas las tarjetitas de cumple exclusivas para varones en las canchitas de fútbol donde las chicas quedaban afuera y los chicos solo podían patear al arco.   
Martín intenta no ser un hijo sano del patriarcado, pero sí de Adriana Graciotti, una feminista de territorio, trabajadora social en el Centro de la Mujer de San Martín y que más que teoría traía a la cena la preocupación por las mujeres que intentaba resguardar del femicidio en la trinchera desesperante de la realidad de cada día. Mientras ella trabajaba él cuidaba a su hermano Franco, que ahora es músico, y lo hizo aprender a cocinar. 
Entre el teatro y la academia se recibió de Licenciado en Ciencia Políticas, en la UBA, en el 2011. Pero en el 2016 de reorden liberal y pocas voces para mirar o escuchar (y las que se asoman machistas, desoladoras y muy de dar cátedra) sus videos y sus personajes sobresalen desde una agradecida plataforma de caos y libertad en “Furia Bebe”, con Señorita Bimbo y Malena Pichot (de 16 a 18, en Futurock). En un aire libre y con dos de las más irreverentes e inteligentes comediantes jóvenes y feministas dispara dardos contra las violencias, sin perder la gracia, pero haciendo de la gracia un arma que en medio de la desorientación, no solo amaina sino que potencia la crítica. 
“Futurock recupera una visión punk y rockera que estaba perdida como una expresión antipodaria al discurso sofocante y unívoco del tiempo actual. Es una radio femnista y en ‘Furia bebé’ siempre tenemos un momento donde nos empezamos a envalentonar contra la violencia machista y la violencia macrista y empezamos en un espiral que nos contiene y nadamos ahí adentro. No estamos pensando en no molestar. Es un sacudón. La furia del bebé es algo que no podes dejar pasar”, dice. Si el feminismo marcó la calle en tiempos de sumisión de sindicalistas y senadores que se volvieron mansos o xenófobos ante el cambio electoral el humor feminista marca la vanguardia de una revolución que es de alegría, sí, pero de alegría subversiva. “Lo primero que hay que asumir es que todo humor es político. No existe el humor que no es político -interpela-. Si el humor no es subversivo es defensor del status quo”.