En intensa y numerosa jornada, este sábado se lanzó un nuevo espacio político llamado Soberan@s, inspirado y conducido por heterodoxas, pero representativas figuras del Frente de Todos como Alicia Castro, Amado Boudou y Gabriel Mariotto. La recepción fue sorprendente y no sólo de militantes y simpatizantes porteños, sino también de muchas provincias. Lo que parecería ­--y podría ser-- uno de los aspectos más innovadores para el FdT y la desangelada política argentina de este tiempo, que necesita una profunda reconsideración del federalismo para rescatarlo del evidente desdén de actuales caudillos cuestionables.

Claro que para ello no sólo es necesaria la comprensión o simpatía ciudadana, sino especialmente quebrar el permanente y macizo centralismo porteño, consciente o no, para dar lugar a un nuevo protagonismo de militantes provinciales diferentes de los ultraconocidos e inocuos –-y a veces corruptos-- jefes locales.

Obvio que no alcanzará con buenas intenciones, que sin dudas las hay en provincianos y porteños, pero también por eso parece urgente el replanteo en profundidad de una reforma constitucional que abra las puertas a soluciones superadoras del ya insostenible presente actual. El cual pinta como tarea imprescindible y urgente, hasta ahora sostenida casi heróicamente por importantes trabajos académicos de juristas notables como Jorge Cholvis, Eduardo Barcesat y muchos más. Pero los cuales no han podido superar la poderosa y permanente campaña mediática en contra de toda posibilidad de Reforma Constitucional, que para la derecha argentina y los poderes concentrados son ideas satánicas o poco menos.

La explicación es una sola y siempre fue sencilla, aunque también siempre negada por los mentimedios. Y todo sea dicho, además menoscabada por dirigencias y militancias peronistas en general. Y asombrosamente no presionada desde las provincias, error que es urgente reparar, porque las Constitucionales Nacionales son hoy, de hecho, el mayor obstáculo para el capitalismo global concentrado, que descree de fronteras y por eso las arrasa u opera por encima de ellas mediante compañías y organismos transnacionales. Por esa razón elemental, lo que se llama comúnmente "el campo popular" debiera ocuparse y con urgencia de cambiar discursos e incluir esta reivindicación fundamental.

Hoy, en la actual etapa neoliberal-autoritaria, es evidente que el atropello de las grandes corporaciones está en línea directa con el arrasamiento de las Constituciones Nacionales, y especialmente si son de fuerte matriz nacional y popular.

Es precisamente por eso que los poderes fácticos, económicos y comunicacionales, se oponen a toda reforma constitucional, en el país que sea. Donde si no pueden anular o manipular la CN lo que es seguro y evidente es que sí logran hacerla ineficaz, impiden renovarla y las convierten en meras piezas arqueológicas del museo del Derecho.

Todo lo anterior explica por qué una Nueva Constitución --y no sólo una reforma más, generalmente morigerada a fuerza de transas intramuros-- es un hito fundamental en la disputa con los sectores retardatarios, conservadores, racistas y violentos que se ocuparon siempre de apoyar y sostener golpes de Estado y dictaduras que a sangre y represión lo primero que hicieron en cada caso fue anular o mediatizar los textos constitucionales. Así se implementó el constante retroceso de los derechos del pueblo argentino, lo que fue insólitamente avalado por varios gobiernos democráticamente elegidos.

Así también la mayoría de las dirigencias argentinas apoyaron sin tapujos, en los años 90, al gobierno más traidor del siglo 20, cuyas consecuencias son hoy gravísimas porque llevaron a la República Argentina a perder soberanía sistemáticamente en todos los órdenes: petróleo, minería, agroproducción, tenencia de la tierra, bienes naturales, impuestos, derechos laborales y sociales, y encima entregando el río Paraná y el comercio exterior, que hoy están en manos de 20, 30 o 50 grandes empresas que no pagan impuestos, no pesan lo que dicen exportar, operan como vulgares factorías narcos y encima monopolizan e imponen la (in)comunicación que confunde y miente diariamente a nuestro pueblo. Y engaño que desde hace dos años tolera nuestro gobierno, ya inexplicablemente,

En enero de 2002 y en las ciudades de Córdoba, Resistencia, Santa Fe y Rosario, miles de ciudadanos/as de todas las provincias, en el marco de la tremenda crisis de 2001, crearon "El Manifiesto Argentino", un colectivo que desde el interior del país propuso como primera idea la necesidad de una Reforma Constitucional ilimitada de la que debía resultar una nueva CN. Y a la par, ese mismo 2002 la entonces Diputada Nacional Alicia Castro fue la primera legisladora del siglo y el milenio en presentar en el Congreso lo que llamó "Proyecto para la Reforma Total de la CN".

No se impulsaba entonces una mera reforma, sino acordar, reformular y redactar un nuevo instrumento ordenador de la vida nacional y la defensa de los bienes de la nación. Y el cual debía ser discutido en todas las calles y pueblos del país para garantizar un verdadero y activo Federalismo, que de paso pondría en marcha una Reforma Judicial completa y profunda para sustituir al incalificable Poder Judicial que tanto daño causa a la democracia y la paz social.

Afortunadamente ya son muchos los institutos jurídicos, académicos y políticos que trabajan no para una Constitución emparchada, sino para un nuevo texto completo que se discuta en las calles, desde La Quiaca hasta la Tierra del Fuego y en plan de reformularlo todo. Texto que debería empezar por cambiar el arcaico principio de que "el pueblo argentino no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes", como reza el art. 22 y es hoy uno de los padres de la sólida injusticia que padece el pueblo argentino. Porque es absurdo que siendo un pueblo deliberativo y protagonista, estemos sometidos a la mediación de unos pocos centenares de representantes.

Es la Historia la que lo impone. Porque las reformas de 1860, 1866, 1898, 1957 y la hoy vigente de 1994 han servido solamente y sobre todo para mantener formas arcaicas, que se evidencian de mil maneras y en especial en el Poder Judicial que padece nuestro pueblo. Y es la Historia la que recuerda, contundente, que la única Constitución con sentido nacional, soberano y popular fue la de 1949, un texto ejemplar que debemos al enorme constitucionalista entrerriano Arturo Sampay, y que fue modelo de avanzadas cartas magnas del planeta pero que los sectores retrógrados y cipayos de la Argentina combatieron, incluso con violencia criminal, con los bombardeos sobre BsAs en junio de 1955 y los fusilamientos de patriotas en 1956.

Hoy, como están las cosas y ante las limitaciones y presiones externas e internas, no sólo es necesario y urgente iniciar el camino de esta Reforma, sino que es --arriesga juicio este columnista-- seguramente el punto cero de la Argentina soñada por millones de compatriotas.