Después de más de 50 años el único teatro nacional del país es dirigido por una mujer. "Hace dos semanas que estoy en este espacio y tres días que tengo una casa", dice Gladis Contreras, para quien el desafío de estar al frente del Teatro Nacional Cervantes (TNC) implica también un cambio de vida: dejar la provincia de Santa Fe, donde nació y hasta ahora vivió. Dejar la producción de su grupo independiente, La Gorda Azul, de más de 30 años de trayectoria. Esto último especialmente le duele. No había soñado nunca con un rol tan importante, pero llegó a él con una idea clara: "Entrar al país. El Cervantes tiene que tener presencia en la Nación".

Tiene 57 años y un amplio currículum como gestora y productora. Cuenta con experiencia en espacios oficiales: fue directora del Centro Cultural de la provincia de Santa Fe desde 2015 hasta este momento e integrante del Consejo de Dirección del Instituto Nacional del Teatro (INT) en 2008 y 2009. Su relación con este organismo es más amplia, ya que se desempeñó además como administrativa y hasta llegó a funcionar una oficina en su casa (ver recuadro). Es profesora de Artes Visuales. "Me gusta mucho el hacer, la factura, lo práctico. Hacía los muñecos para mi grupo de teatro para niños. Es mi cable a tierra", se define, en su nueva oficina. Más temprano había pasado por el sector donde hacen las pelucas y había pensado: "Tengo que volver acá. Este mundo me interesa". Apenas usa delineador, confiesa. La maquillaron en el teatro para las fotos.

"Empecé en esto de casualidad. Cuando era adolescente empecé a ver teatro y me di cuenta de que quería estar más cerca que ser sólo público. Enseguida supe que no quería actuar: me muero de pánico si tengo que subir a un escenario", recuerda. Sus primeros pasos fueron como fotógrafa. Comenzó a trabajar en un diario y pidió el turno noche para cubrir espectáculos. Primero de música, luego de teatro. "Me vinculé con gente que estaba ensayando y me di cuenta de algo que les sigue pasando a los grupos independientes: están mucho tiempo preparando un espectáculo y después no saben cómo salir con eso. No tienen sala, no saben promocionarlo, no lo pueden vender y los espectáculos caen a las pocas funciones. Me daba pena. De comedida empecé, de caradura", relata. Luego de algunos cursos y una beca comenzó como productora en La Gorda Azul, compañía que ha viajado por América latina, Europa y Asia.

Tiene recorrido en los tres circuitos, ya que también trabajó como productora artística en el privado, para "eventos sueltos". Algunos ejemplos: el espectáculo de inauguración del remodelado estadio de Colón de Santa Fe; el show de Los Palmeras junto a la Filarmónica de la provincia. "Con Los Palmeras lo pasé genial. Ya les habíamos hecho para los 40 años una fiesta grande. Siempre me cargan. Me dicen que tengo que escuchar más cumbia. 'Vos que sos así, intelectual...'. Yo les digo: 'no, chicos, el teatro no es intelectual. Es teatro'", comenta. 

Era de las que decían que no iba a vivir nunca en la ciudad de Buenos Aires. Ahora vive a cinco cuadras del Cervantes. Antes de instalarse estaba haciendo un postítulo de Gestión Cultural en la Universidad Nacional de Rosario. La secunda Jorge Dubatti como subdirector. Antes que ella, fue directora interina del Cervantes Luisa Vehil entre 1964 y 1966. 

Por estos días, en el TNC (Libertad 815) se puede ver La comedia es peligrosa, escrita por Gonzalo Demaría y dirigida por Ciro Zorzoli (de miércoles a domingos a las 20), aparte de la muestra El teatro Omnímodo (sábados y domingos de 14 a 18, con reserva previa) con motivo de los 100 años del espacio. Es el mismo eje del libro Teatro Nacional Cervantes-el primer siglo, recientemente publicado.

-¿Con qué te encontraste al asumir?

 

-Con un espacio alucinante. Es emocionante, hermoso, increíble. Hay un montón de complejidades, obviamente, como pasa con todo lo que es apasionante. Y en una pandemia... por suerte creemos que estamos saliendo, es lo que todos esperamos. Tenemos por lo menos una sala trabajando ya con presencialidad y es fundamentalLa comedia... tiene muy buena respuesta del público. Estamos felices. Recibir el teatro así está bueno. Es una mezcla entre la emoción de hacer este trabajo en un lugar emblemático en el país y el susto porque es un desafío importante y grandioso. Hay muchas ganas.

-Está el condimento de que, además, sos la primera mujer en mucho tiempo.

 

 

-Es una responsabilidad súper enorme. Es un gesto que agradecí mucho al ministro de Cultura Tristán Bauer. Más allá de mi persona es muy importante que haya pensado que fuera mujer y de una provincia. Es un gesto de amplitud. No sería lo mismo si fuera un hombre de capital. Muestra un camino. Con Jorge pensamos mucho en eso. Es muy importante que siendo este un teatro nacional tenga realmente presencia en las provincias. Queremos un camino federal para el teatro nacional, profundizar eso todo lo que podamos. Participé como espectadora y alumna de la red virtual que tiene el Cervantes desde la pandemia. Las acciones virtuales están buenísimas, pero además tiene que haber presencialidad. 

 

-¿Cómo imaginás la presencia del Cervantes en las provincias?

 

-En primer lugar vamos a armar una red de salas, un registro virtual, para tener una idea de qué salas oficiales hay en provincias y municipios. También las de sindicatos, gremios, colectividades. Es para que podamos tener un mapeo mínimo de con quiénes podemos trabajar. Vamos a buscar alternativas. Estamos evaluando con Jorge --porque todo esto va a ser costoso--, buscando la manera de llegar o con producción del Cervantes o haciendo producciones en el lugar o girando con alguna producción o armando coproducciones. Me gusta mucho el formato de coproducción. Por ejemplo, hace dos meses estuve en Tierra del Fuego y vi un territorio súper ávido. No llega nadie. En Salta también, hay una avidez tremenda. Podría ir en nombre del Cervantes una directora, un actor, lo que en la provincia sientan que necesitan, para que compartan con el elenco de allá. Porque la idea tampoco es “bueno, te mandamos un director”. A lo mejor no es eso lo que necesitan.

 

-Sería un criterio porteñocentrista...

 

-Claro. La idea sería indagar en qué les gustaría, qué quieren hacer y cómo. Si tienen buenos dramaturgos quizá podemos hablar con directores de acá. O quizá tienen todo el equipo y les podemos mandar un técnico que ayude en montaje o iluminación. Pensamos mucho en no pisar al Instituto Nacional, sino ir por donde no va. Ellos se ocupan de las salas independientes, nosotros de las oficiales. Veremos de hacer algo que complemente. Una idea de Jorge que está muy buena es armar un área nueva de producción de conocimiento, para poner en valor todo el saber del artista y que eso pueda ser difundido. Socializar con el resto del país entrevistas y charlas con directores y técnicos. La idea es esa. Entrar al país. Este es un teatro nacional. Tiene que tener presencia en la Nación. Te vas a cualquier provincia y ningún teatrero siente que el Cervantes está cerca. Inclusive no lo sienten los municipios. Nos gustaría acercarnos. Trabajar juntos.

 

-Hay una notoria ausencia de mujeres al frente de espacios oficiales. ¿Cómo ves este panorama? ¿A vos te costó llegar a este cargo?

 

-Si dijera que sentí obstáculos mentiría. No los tuve. Pero sé que hay muchos lugares donde siempre tenemos obstáculos. De hecho, en el teatro donde estaba (el centro cultural provincial) me tocó ver cosas. El anteaño pasado hubo un concurso para utileros de la Orquesta Sinfónica. Se presentó una mujer. Escuché comentarios como: “es una mujer; no va a ganar”. Y terminó quedando esa chica. Estoy segura de que le costó el doble que a cualquier utilero. Siempre tenemos que estar demostrando que sí podemos. En chiste yo decía "si se hubiera presentado al concurso de arpa seguro que gana". Porque parece que las mujeres tocamos el arpa pero no levantamos atriles. En la gestión anterior del centro cultural trabajé mucho con la que era ministra de Cultura, (María de los Angeles) "Chiqui" González, una persona que admiro y quiero mucho. Ella y el secretario (de Programación Sociocultural y Educativa) que estaba con ella, Alejandro Tejeda, supieron de mi trabajo como gestora independiente, me llamaron para una producción puntual hace como diez años, les pareció bien, me llamaron para otra y fui quedando. Al poco tiempo Tejeda me dijo si quería ir al centro cultural. No lo imaginaba en ese momento. Estaba haciendo la programación para 2022 y me llamaron para esto...

 

-¿El llamado de quién fue?

 

-Me llamó Dubatti para avisarme que teníamos una reunión con el ministro de Cultura. Imaginé otro tipo de trabajo. Sabía que era algo de gestión porque es lo que hago. Hablamos dos horas con el ministro, fue muy amable conmigo, me escuchó. Cuando empecé a hablar de lo federal me dijo "es ahí donde quiero ir". Me di cuenta de que estábamos en el mismo canal. Nosotros desde los teatros del interior miramos para el Cervantes siempre. Es un faro. Pero para los que estamos a cargo de un teatro. El ministro me contó que estaba buscando una persona que fuera de una provincia y le interesaba que fuera mujer.

 

-¿Qué significa que una mujer esté al frente de un teatro? ¿Más contenidos dirigidos por mujeres o esto es un cliché?

 

-No sé si es tan directo, pero vamos a prestar atención a que no sea al revés. Tampoco es el tema de decir que los hombres se vayan a un costado: no queremos hacer lo mismo que siempre criticamos. Pero vamos a agudizar la mirada en que no pase lo contrario, porque muchas veces sucede que sin querer o porque son más o porque no sé qué o lo que sea terminan dirigiendo hombres o siendo los responsabes de las áreas. Se trata de poner la lupa en decir "che, acá me parece que está faltando que venga a dirigir una mujer o que la dramaturga lo sea". La programación 2022 ya está hecha, porque obviamente se deben programaciones anteriores, hay casi dos años sin nada. Lo que va a estrenar el año que viene es lo del año pasado. Arrancaremos recién para 2023, pero vamos a poder mechar con el plan federal. En Santa Fe en el teatro que yo estaba las dos directoras anteriores fueron mujeres también, pero cada una estuvo menos de dos años, y antes había habido un hombre como 20. La primera mujer que entró, pobrecita... me imagino que debe haber sido dificil. Cuando entré yo todos decían "en menos de dos años se va". Pero estuve casi siete. Es una obviedad: no tiene que ver con si sos hombre, mujer o mono. Tiene que ver con la gestión.

 

-Ese es tu pilar, la gestión, que forma un tándem con el perfil más intelectual de Dubatti, ¿no?

 

-Tal cual, porque además Jorge tiene algo que yo no: una visión de todo lo local. Yo no viví acá. Jorge conoce y vio todo de cualquier director o actor que le preguntes. Hacemos buena combinación. Y él como crítico, escritor y doctor en Teatro va a poner la mirada en la producción de conocimiento. 

 

 

-¿El sugirió tu nombre para el cargo?

 

-Creo que sí. Empezamos a trabajar juntos cuando trabajaba en el Instituto, porque hicimos una curaduría para "INT Presenta". Cuando entré al centro cultural lo llamé y armamos en Santa Fe la escuela de espectadores: todos los meses venía a dar clases. Nos empezamos a hacer más amigos y a saber más del trabajo del otro. En pandemia él estaba dando clases virtuales y yo hice varios de sus cursos. Estábamos muy conectados, nos interesan las mismas cosas. El teatro básicamente.

(Imagen: Sandra Cartasso)

 

 

 

Recuerdos del INT


-¿Cómo fue tu experiencia en el Instituto Nacional del Teatro?

 

 

-Tengo una relación particular. Quiero mucho a esa institución. Empecé trabajando cuando empezó el Instituto. Nos llamó Lito Cruz, un representante por provincia fue a Catamarca. Hace 200 años (risas), en el '97... Se empezaba a delinear la reglamentación de la Ley (Nacional del Teatro). Empecé a trabajar en casa, entusiasmadísima, sólo porque quería, de onda. No me pagaba nadie nada. Empecé a ayudar a los grupos a hacer los formularios. Cuando salió el primer encuentro provincial, Lito vino a mi casa, le conté, estábamos empezando, usaba mi casa como guarida. Venía y se quedaba en casa. Después entro Rafa Bruzza, queridísimo amigo mío. A los pocos años se armó la oficina del INT en Santa Fe, pero durante muchos años funcionó en el living de mi casa. Le pusimos cerramiento de durlock y trabajé años como administrativa. Hasta que un día me presenté al concurso para ser parte del Consejo de Dirección. Además, di cursos de gestión en distintas provincias y me hizo ver mucho el panorama. Fui jurado. Le tengo mucho cariño a la institución. Le cambió la vida al ámbito independiente. Lo viví con mi propio grupo. Y al día de hoy muchos grupos me llaman y los ayudo.