El capitalismo mata. Pero tanto como para que no se olviden, esas muertes tienen quien las filme. La semana pasada se estrenó en el cine Gaumont el documental Retiros (in)voluntarios, donde Sandra Gugliotta revisa el caso de los suicidios masivos producidos en Francia cuando France Telecom comenzó a aplicar una política despiadada de acoso laboral, y los pone en relación con las privatizaciones de Menem y Dromi en la Argentina. Ahora le toca el turno a Víctor Cruz con Taranto. El realizador viajó por primera vez tres años atrás a esa pequeña ciudad del sur de Italia, con la intención de dar cuenta del grado de contaminación producido a lo largo de 60 años por un gigantesco polo industrial llamado ILVA y enclavado junto a un barrio. “Es el fin del mundo”, dice el vecino de un edificio mientras recorre los pisos uno por uno, enumerando los muertos y enfermos graves que hay o hubo en cada piso, producto de la toxicidad del óxido de hierro. Un vecino recorre las calles junto al equipo de rodaje, recogiendo con un imán el polvillo que se acumula en todos los rincones

Tan cuidado visualmente como para desbaratar cierta idea de que la urgencia y la belleza no pueden ir de la mano, el documental de Cruz (Boxing Club, ¡Que vivas 100 años!) tendrá una función presencial hoy jueves a las 18.30 en el Centro Cultural 25 de Mayo, y podrá verse a partir de ese momento en la plataforma Cine.Ar. Muchas veces, la clásica pregunta de “¿Qué hay para ver?” no tiene respuesta. En este momento sí hay algo para ver: Retiros (in)voluntarios en el Gaumont, Taranto en Cont.Ar, Esquirlas en Cine.Ar. Son tres de las películas del año y coinciden en mostrar la criminalidad del capitalismo salvaje, la contaminación fabril del medio ambiente, la creciente pérdida de valor de la vida humana, anunciando todas ellas el embrión de un cambio de paradigma que está empezando a crecer, y que deberá producirse antes de que sea demasiado tarde.

-Alguien podría pensar que se trata de un asunto muy localista, ¿no?

-El sur de Italia puede parecer muy lejano y los problemas que genera la industria del acero bastante particulares, pero el paradigma productivo, económico y político que permite y promueve la instalación de emprendimientos productivos contaminantes como éste, que impactan en el ambiente y afectan a las comunidades en las que se encuentran, es un problema global.

-¿No podría haberse filmado una historia parecida en la Argentina? Más allá de que documentales como Dársena Sur, de Pablo Reyero (1998), o los últimos de Pino Solanas, abordan el tema del medio ambiente y la contaminación en nuestro país.

-Una historia parecida a la de Taranto podría haberse filmado a finales de los '90 en Palpalá, una ciudad que creció al ritmo de la siderurgia y que comenzó a decaer a medida que se redujo la fabricación de acero. Eso provocó una fuerte crisis ocupacional. Allí también hay una contaminación grave por los residuos del ciclo productivo, entre ellos contaminación del aire por óxido de hierro. Creo que podemos pensar en muchas otras comunidades afectadas por diversos emprendimientos que descuidan el impacto que provocan en el corto y el largo plazo: los pueblos fumigados de la agroindustria, la megaminería, las poblaciones afectadas por la disposición de residuos, etc.

-¿Cuál es el porcentaje de cánceres y muerte en Taranto, en relación con el resto de Italia?

-En Taranto hay una incidencia un 54 % mayor de tumores en menores de 14 años y un exceso de mortalidad del 20 % en el primer año de vida con respecto al resto de Italia.

-“Una masacre silenciosa que se comete a la vista de todos”, dice la placa final. ¿El capitalismo mata?

-Creo que es terrible aceptar la enfermedad, el dolor y la muerte como un precio a pagar por la posibilidad de trabajar, como si fuera un destino inexorable. Trabajo y salud no pueden ser derechos contrapuestos. Debemos enfrentar los cambios sociales, culturales, económicos y productivos que sean necesarios. Hay que repensar los paradigmas de producción y consumo, buscar la justicia ambiental como un camino a la justicia social.

-Como de costumbre en estos casos en los que la política no se hace cargo, en Taranto aparecen los héroes civiles, sin ningún interés que no sea el del común, ni otro rango que el que les da su propia acción en defensa de la comunidad. Aquí se trata de vecinos y de ambientalistas. En una gloriosa escena de Taranto, uno de ellos desenmascara a un ministro mentiroso, durante una sesión parlamentaria. El ministro, avergonzado, mira para otro lado. El hombre, que lo está haciendo papilla con toda clase de cifras y datos, le dice, con toda calma, “Míreme a la cara”.

-Hay personas incansables y de gran coraje como Alessandro Marescotti, de los primeros en denunciar la contaminación por dioxinas y benzopirenos, capaces de enfrentar al Ministro de Trabajo Italiano cara a cara, pedirle que lo mire y decirle que miente cuando declara la reducción de las emisiones contaminantes. Siento un gran respeto y admiración por muchos de ellos, que nos dieron su testimonio para la película. Esas personas son absolutamente necesarias, pero los grandes cambios no los pueden llevar adelante héroes individuales, sino que es necesario construir un héroe colectivo.

-¿El polo siderúrgico ILVA es una representación del miracolo de Segunda Guerra?

-Sí. Durante los años de la posguerra una utopía industrialista se apoderó de Italia, el Plan Marshall significó una inyección de dinero enorme que propició el avance industrial y que provocó profundos cambios culturales y sociales. En Taranto esa utopía industrialista se transformó en un presente distópico, en el que las industrias lentamente van cerrando, y lo que queda es la tragedia social y ambiental.

-“Los políticos no están en condiciones de encarar este tema”, dice alguien. ¿La acción ciudadana y en este caso jurídica suple el rol que los políticos no asumen?

-Los grandes cambios que necesitamos no van a ser iniciativas de los políticos profesionales. Solamente cuando las comunidades se organizan, y hacen visibles sus problemas y sus necesidades, la política siente la presión de accionar. Por ejemplo, ILVA representa alrededor del 1% del PBI italiano: pensar en cerrar la planta y reconvertir económicamente la ciudad tiene un costo político muy alto. Solamente cuando el costo político de mantenerla en funcionamiento sea mayor, pensarán en darle una solución a Taranto.

-¿El coraje cívico y en este caso de una jueza, que ordena el cierre inmediato de la planta, constituyen un ejemplo de cómo combatir la criminalidad empresarial?

-La jueza Todisco actuó con coraje ordenando el cierre parcial del área caliente de la planta en 2012. Fue el momento en el que se dieron los enfrentamientos más fuertes entre los trabajadores de la planta y los habitantes de la ciudad, porque los primeros querían conservar sus empleos y los otros, preservar la vida. El congreso italiano rápidamente promulgó un decreto-ley “Salva ILVA” que permitía el funcionamiento mientras se llevaba a delante la reconversión por una “necesidad estratégica nacional”.

-La placa del final dice que el problema continúa. ¿El dictamen de la jueza no prosperó?

-La planta sigue en funcionamiento. Se han cerrado algunas operaciones altamente contaminantes, se cubrió el parque mineral, se redujo la producción de acero y se condenó por desastre ambiental a algunos de los actores principales, pero ILVA sigue allí, escupiendo veneno sobre los habitantes de Taranto.

-Un granjero, que perdió todo el ganado por contaminación y debió reconvertir su unidad económica, la dedica ahora al cultivo de cannabis. Hace una enumeración sorprendente de todos los usos que pueden obtenerse de la planta, más allá del medicinal.

-Es para otro documental, pero las aplicaciones del cáñamo son increíbles. Ropa, combustibles, aislantes, forraje para animales. Incluso contribuye a la absorción de contaminantes del suelo. Es una planta maravillosa que ha sido estigmatizada por la prohibición de la marihuana a principio del siglo pasado.

-¿La lucha del futuro es la relacionada con el medio ambiente?

-No me caben dudas que el mayor desafío que enfrentamos como especie es repensar nuestra relación con el ambiente.