EL PODER DEL PERRO - 7 puntos

The Power of the Dog; Nueva Zelanda/Australia/Reino Unido/EE.UU., 2021

Dirección y guion: Jane Campion.

Duración: 126 minutos.

Intérpretes: Benedict Cumberbatch, Kirsten Dunst, Jesse Plemons, Kodi Smit-McPhee, Thomasin McKenzie.

Estreno en Netflix.

El changuito de Netflix anduvo de gira por varios eventos cinematográficos de primera línea, y una de las adquisiciones de mayor perfil terminó ganando nada menos que el León de Plata a la mejor dirección en el Festival de Venecia: El poder del perro, adaptación de la novela de Thomas Savage de 1967, escrita y dirigida por la neozelandesa Jane Campion una década después de su esfuerzo previo. A todas luces, se trata de una película que arriesga filiaciones con el western, pero termina imponiéndose como un relato de recelos, broncas y perversiones familiares (estas últimas entendidas en un sentido muy amplio) con un dejo a drama gótico e incluso algún que otro coqueteo con el thriller

Campion, recordada por el gran público gracias a la ganadora de varios Oscars La lección de piano, ofrece una historia potente y algo esquiva, llena de curvas y aparentes desvíos, transparente en sus formas pero difícil de aprehender, al menos hasta que la última escena marca el inicio de un nuevo equilibrio en la vida de los personajes y sus circunstancias.

El año es 1925, el lugar las extensas planicies y zonas montañosas de Montana. Es el reino de los hermanos Burbank, rancheros de posición acomodada dedicados a la venta de cabezas vacunas. Phil (Benedict Cumberbatch) y George (Jesse Plemons) no podrían ser más diferentes, a pesar del vínculo de sangre. El primero es rudo, rústico y no puede evitar ciertas actitudes de matón; apenas si se quita la ropa de vaquero y se baña en el río sólo cuando la roña logra formar una gruesa capa. George, por el contrario, viste de traje, se ocupa de las finanzas del negocio familiar y mantiene con su hermano una relación siempre tirante, al borde del estallido. El poder del perro comienza con el arribo de los Burbank y una docena de cowboys a la hostería y restaurant regenteados por Rose (Kirsten Dunst), viuda y madre de un hijo veinteañero llamado Peter (notable Kodi Smit-McPhee, el chico de La carretera, de John Hillcoat), cuyo aspecto frágil y algo andrógino lo transforma en el blanco ideal de los silbidos, burlas y gritos de “mariquita” de la pandilla de hombres.

A los veinte minutos de proyección llega el primer momento bisagra: George anuncia que se ha casado con Rose y que, a partir de ese momento, convivirá con ellos en la no tan pequeña mansión familiar. La actitud de Phil frente a la nueva habitante no ingresa de lleno en el terreno del gaslighting –ese preciso término coloquial del idioma inglés, derivado del film La luz que agoniza (1944)–, pero el desprecio y el maltrato son evidentes en cada cruce y encuentro. Cuando el esposo insiste para que Rose practique sus habilidades musicales ante la inminente visita del gobernador, un duelo de piano y banjo hace las veces de preámbulo de la humillación pública, que terminará de desencadenar un derrape en el consumo compulsivo de alcohol. La llegada de Peter, estudiante de medicina en la gran ciudad, a los dominios campestres le suma un elemento de discordancia más al enrarecido clima del lugar, que en más de una ocasión parece a punto de derivar en algún acto de violencia.

La marca del gen gótico está presente y se hace carne en esa montura de colección que supo pertenecerle a Bronco Henry, mentor y padre putativo de Phil dos décadas atrás, fantasma con injerencia en el presente. Un objeto que ahora limpia y pule con devoción y que, por las noches, acaricia como si se tratara del cuerpo de una ¿mujer? Lo sexual y lo reprimido tienen una importancia mayúscula en El poder del perro, película sensorial y sensual cuyo carácter imprevisible está ligado a las asperezas topográficas de esas amplias planicies de Montana, “reconstruida” para la ocasión en Nueva Zelanda (excelente uso de la pantalla ancha, cortesía de la experimentada directora de fotografía Ari Wegner). Un asfixiante relato de espacios abiertos habitado por personajes con agendas secretas y, en varios casos, inconfesables.