Cuando Andrés Fassi asumió la presidencia el 2 de diciembre de 2014, después de un tortuoso proceso de quiebra que se extendió durante 12 años, Talleres de Córdoba era sólo una evocación de tiempos lejanos y mejores. Con apenas 1700 socios, dos descensos al Federal A y apenas un jugador propio en el plantel, al club lo sostenían la pasión de sus miles de hinchas y el recuerdo de sus grandes campañas en los campeonatos Nacionales de la década del 70. El pasado había sido intenso y glorioso. El presente y el futuro eran brumosos, inciertos.

Siete años después, el mismo Talleres que parecía condenado a un mediocre devenir está a 90 minutos de ganar su primer título a nivel local, ya ha asegurado su clasificación a la fase de grupos de la Copa Libertadores, vende jugadores a Europa por sumas millonarias, tiene 26 mil socios pagantes, presenta un balance con 524 millones de pesos de superavit y acaba de inaugurar un centro de entrenamiento a la altura de los mejores clubes del mundo. No es magia ni casualidad sino la consecuencia de una planificación certera y realista y de un modelo de negocios más ligado al de una empresa que a una sociedad civil sin fines de lucro.

Por eso, buena parte de la dirigencia del futbol argentino mira con reparos a Fassi y le niega espacios en la conducción de la AFA y de la Liga Profesional. Porque encarna un criterio de gestión diferente pero a la vez exitoso y que está inspirado en el modelo del grupo Pachuca de México, del que Fassi llegó a ser vicepresidente y que aportó los primeros fondos que le permitieron a Talleres ascender a dos categorías en dos años (2015 y 2016) y volver a Primera luego de 12 años de ausencia. Aunque en los papeles, Fassi cuida las formas y se presenta a los socios como el presidente del club, en los hechos ejerce como un inversor privado que vive arriba de los aviones y que maneja la institución a la distancia mediante videollamadas y grupos de Whatsapp.

Convencido de que los clubes argentinos han quedado atrapados por un modelo perimido, Fassi ha hecho las cosas a su manera y con los resultados que están a la vista. Aunque los hinchas y los socios le resisten su idea de comprar jugadores baratos y venderlos caro, Talleres de esa manera financia sus campañas, no pierde plata con el fútbol y además hace obras: en los dos últimos mercados de pases vendió cuatro jugadores a Europa (Andrés Cubas, Facundo Medina, Nahuel Bustos y el ecuatoriano Piero Hincapié) y tres a los Estados Unidos (Tomas Pochettino, Franco Fragapane y Federico Navarro). Y se prepara para transferir muy pronto a Diego Valoyes, Nahuel Tenaglia y Enzo Díaz con cuyas ventas se reforzará el equipo para jugar la fase de grupos de la Copa Libertadores a partir de marzo del año venidero. 

Pero antes Fassi quiere alzar la Copa Argentina. Para consagrar una idea de gestión privada en el que la competitividad y los buenos negocios no se oponen, más bien se complementan.