La sala de espera del consultorio del doctor Severino era un perfecto viaje al pasado; uno entraba y se sentía alguno de los protagonistas de la serie “El túnel del tiempo”, un lugar que había quedado suspendido en otra era, especialmente en los años 70. Las paredes cubiertas con un empapelado psicodélico y de muy mal gusto, quizás en aquel momento estaba muy de moda exponer en la habitación esos círculos de colores fuertes tan llamativos, pero en el presente, sumado a las manchas de humedad era algo bastante feo. En el techo, una lámpara de fórmica naranja que la deben haber comprado en el 73 cuando en la tele estaba el programa “Alta tensión”. Cualquier director de cine que quisiera una escenografía de esos años, con ese lugar no necesitaría otro para filmar. Incluso en una repisa había un cenicero de aluminio de una famosa marca de un aperitivo, quizás en otro tiempo era normal, pero en el presente cuando es imposible fumar en un lugar cerrado, era extraño verlo vacío y sin cenizas. Y para completar la escena, había un horrible cisne de vidrio verde muy típico de ese entonces.

De todos modos, a Rocasalva, paciente desde hace muchos años de este médico, le encantaba ese ambiente, muy diferente era lo que sentía la chica rubia, tatuada, y mascando un chicle que también estaba esperando al cardiólogo; hipnotizada con su celular y mirando todo el ambiente con cara de pisar caca. Pero el hombre no, incluso disfrutaba de la música que pasaban, desde Carpenters, Sandro, Gloria Gaynor, Camilo Sesto y otros de los cuales no conocía el intérprete, pero sonaban a temas que pasaban en el programa de radio “Modart en la Noche”.

La joven cada vez que empezaba otra canción miraba hacia el techo y pensaba ¿Cuándo carajo me va a atender este médico así puedo rajar de este lugar de mierda?

Pero lo más llamativo eran las revistas que había en la mesa ratona, generalmente en casi todas las salas de espera las revistas son muy aburridas, digamos las cosas como son. Podemos encontrar algunas con la especialidad de medicina, hasta otras que hablan de plantas y de jardines. Pero acá no, acá podías encontrar desde una “Selecciones” con el presidente Nixon saludando, otra de la famosa “Goles” con Fillol, Comelles, Ártico y otros jugadores del millo, una “Vosotras” muy amarillenta por el tiempo diciendo que la minifalda volvía a estar de moda, y la que le llamó la atención a Rocasalva, una vieja TV Guía. En la tapa de la misma, estaba Cacho Fontana sonriente cómo diciendo “Minuto Odol en el aire”. El hombre la empezó a hojear, hasta llegar a la nota del viejo programa de preguntas y respuestas que conducía el inolvidable Fontana.

En las fotos de los participantes, estaba el hombre que contestó sobre “Pájaros Argentinos” y que había ganado. Se acordó qué él, en algún momento quiso ir a participar y responder sobre la vida de Gregorio Amadeo Fernández de la Cruz, un soldado muy poco conocido, ignoto digamos, que formó parte del ejercito de Manuel Belgrano. Obviamente le dijeron que no, nadie tenía idea de quién era y en el programa era preferible alguien que contestara sobre gorriones, zorzales u horneros y no un militar que lo debería conocer él y los familiares del presente, si es que quedaba alguno.

El médico llamó a la chica, quién se metió rápidamente en el consultorio, seguramente se querría ir de ahí cuanto antes, pensó el hombre que seguía hojeando la revista con satisfacción. Se sorprendía con la cantidad de programas de esa época y que aún seguían en el aire; eran varios…los almuerzos más famosos de la pantalla, Polémica en el Bar con el genial Fidel Pintos, Telenoche, y otros.

La chica salió del consultorio disparada, como huyendo de ese museo. Rocasalva seguía esperando tranquilo mientras en el aire sonaba un tema de los Bee Gees.

Nunca entendió porqué entre paciente y paciente Severino tardaba un rato largo, pero como él disfrutaba de esa sala de espera suspendida en su época de juventud, la verdad que no le importaba mucho.

Seguía viendo la programación de antaño, y se emocionó al ver “sábados de súper acción”. ¡Como disfrutaba ese ciclo!, las tardes sabatinas que se las pasaba mirando clásicos, desde “Marabunta” hasta “Los doce del Patíbulo”; y por supuesto su western preferido: “El bueno, el malo y el feo”. ¿Cuántas veces la habrá visto?, ¡A pesar de que duraba cómo 160 minutos!, no le importaba, solo por ver a Clint Eastwood con su poncho, escupiendo tabaco o al gran Eli Wallach disparando en el viejo Oeste, valía la pena.

Por un momento pensó en llevarse la TV Guía, total el médico ni se iba a dar cuenta que faltaba una pieza en su museo, ¿O sí?, pero justo lo interrumpió la voz de Severino para que pasara al consultorio. Entró y estuvo un largo rato adentro.

Por suerte el “bobo” estaba bien, tenía que seguir con las pastillas que le había recetado para la presión, pero había Omar Rocasalva para rato. Cuando salió, pasó por la mesa ratona y volvió a mirar la TV Guía, Fontana en la tapa con su risa parecía decirle ¡Dale…animate y llevatelá!, pero no lo hizo. Ya estaba en la calle, cuando vio en un bar de la esquina a la muchacha del tatuaje y el chicle matándose de la risa con una amiga, seguramente le contaba de la sala prehistórica del consultorio donde había estado hacía unos minutos.

El hombre salió sastisfecho de ver al cardiólogo, por suerte su salud estaba bien, pero todas las veces que iba y estaba un rato en la sala de espera modelo 1974, cuando volvía al presente sentía algo que era inevitable por más que le dijeran que iba a vivir cincuenta años más; se sentía un poco más viejo, mucho más viejo.

Igual prendió un cigarrillo y se fue tarareando por la vereda un tema que se le había pegado mientras esperaba, era uno de Bárbara y Dick.