Uno de cada cuatro trabajadores de la economía popular son jóvenes de entre 18 y 24 años, según revelan los datos del Renatep. La razón de que esta proporción sea tan alta está en el funcionamiento del mercado de trabajo: los jóvenes -y en especial las mujeres jóvenes- son quienes hoy encuentran mayores trabas para conseguir un empleo registrado. La pandemia agravó su desigual inserción laboral y en los meses recientes, de reactivación productiva, el tipo de empleo que más crece es el precarizado. La economía informal es así la puerta que les queda mayoritariamente abierta para entrar al mundo del trabajo.

Algunos casos en los barrios populares del Gran Buenos Aires ilustran qué condiciones están encontrando los jóvenes en su vuelta a la actividad.

Araceli Andrade vive en La Matanza. Cuenta que su primer trabajo fue en una fábrica de medias. “Me mataban con las horas: entraba a las 7 de la mañana y me iba a las 6 de la tarde, con solamente un corte para almorzar. Iba de lunes a sábados por un sueldo que no me alcanzaba, de dos mil pesos por semana. Y estaba en negro”, dice a Página/12.

Lo que llama fábrica era en realidad un taller con dos empleados -un emprendimiento típico de la economía informal, con pocas máquinas y una escala de producción mínima.

Durante los meses iniciales de la pandemia, Nicolas Camarotta trabajó con el padre en su almacén. “No es que mi viejo sea un empresario” aclara: el almacén es un emprendimiento familiar en la habitación delantera de la casa, que les da para sobrevivir. En el pico del Covid, Nicolás se sumó a trabajos sociocomunitarios,en un comedor popular del Movimiento de Trabajadores Excluidos. Tuvo así el ingreso de un Potenciar Trabajo, que es la mitad de un salario mínimo por una contraprestación de media jornada laboral.

Con la reactivación, Nicolás y Araceli entraron a una cooperativa de construcción del movimiento integrantes de la UTEP, que hace obras de urbanización. Araceli es albañil y Mario electricista, oficios que terminaron de aprender dentro de la cuadrilla.

Límites

“En los barrios populares los jóvenes circulan entre la informalidad -como asalariados, pero en negro- y el trabajo independiente, autogestionado, de la economía popular. Esos son los dos mecanismos a través de los que consiguen algún ingreso laboral”, describe Pablo Chena, director de Economía Social.

Su área tiene a cargo el Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (Renatep). Creado por el estado como una primera herramienta para conocer al sector, en el registro hay 3 millones de inscriptos.  Los trabajadores de entre 18 y 24 años son el 26 por ciento de ese total. 

Para dimensionar de qué estamos hablando, se puede observar qué pasa con los jóvenes de la misma franja etaria cuando se trata de conseguir un empleo en el sector privado: allí los jóvenes no llegan al 7 por ciento.  

Si el corte en la economía popular se hace entre los que tienen de 18 a 35 años, suman el 64% del total, lo que muestra que el sector tiene una población marcadamente joven.


Fuente: Registro Nacional de los Trabajadores de la Economia Popular


¿Cuáles son los trabajos que más hacen los jóvenes dentro de la economía popular?

El Renatep procesó sus datos observarlo. Las ramas que tienen más jóvenes inscriptos son la de servicios personales y oficios (casi la mitad son trabajadoras y trabajadores de limpieza), la de trabajos sociocomunitarios (básicamente en comedores populares) y el comercio popular (vendedores ambulantes y feriantes).

En negro

Desde mediados de 2020, cuando cerró la panadería en la que trabajaba, Mario se convirtió en vendedor ambulante. Vendía trapos de piso y rejillas que compraba al por mayor y ofrecía casa por casa. En diciembre encontró trabajo como bachero de un local de comidas. Dejó la venta ambulante para trabajar de 6 a 11 de la mañana y de lunes a sábados por 2500 pesos semanales (una paga por debajo incluso de los 10.267 mensuales que marca la línea de indigencia). Pero a las dos semanas se quemó en la cocina. No tenía contrato, sin recibo de sueldo, ni ART. Ni era parte de ningún tipo de organización sindical o social que le diera apoyo.

Chena no niega el agravamiento en las condiciones del trabajo informal.

“En la recuperación económica y laboral de este año el trabajo tuvo su crecimiento más fuerte en un formato de cuenta propia e informalidad. La tasa de explotación promedio de la economía aumentó. De hecho vemos una economía que tiene niveles de producción que son similares o en algunos casos superiores a la prepandemia -el PBI cayó 10 puntos y a esos 10 puntos los estamos recuperando, pero los niveles de pobreza y desigualdad no bajan-”.

“Evidentemente, estamos saliendo con una estructura social más desigual y más concentrada en los ingresos que la que teníamos en la prepandemia. Algo que siempre pasa en las crisis”.

Hacer la diferencia

En el interior de la economía popular son más los trabajadores sueltos que los organizados -los movimientos agrupan a unos 500 mil trabajadores, menos del 10 por ciento del trabajo informal-, pero allí donde hay organización, el panorama mejora nítidamente.


En las cooperativas de la construcción como la que integran Araceli y Nicolás, por ejemplo, está lo más avanzado en términos de recuperación de derechos. La articulación con el Estado -y la presión que logra sostener la organización social- hizo que sus trabajadores pudieran acceder a salarios equivalentes a los de convenio de la UOCRA para el sector privado -de una manera propia, ya que complementan retiros de la cooperativa con un Potenciar-; cuentan además con ART, transporte hasta el lugar de trabajo, almuerzo, ropa de trabajo.

Los polos textiles de las organizaciones sociales son otra muestra de buenos resultados: hoy sus salarios están por arriba del promedio que ofrece el sector textil informal y en muchos lugares las trabajadoras cuentan con guarderías. Es decir, hubo una construcción para recuperar prestaciones de la seguridad social, históricamente asociadas al empleo. Pero claramente son un desarrollo con un volumen marginal, aún testimoniales.

Los jóvenes tienen, por otra parte, tasas de desocupación que duplican el promedio -el desempleo del tercer trimestre del 21 bajó al 8,2%, pero en los jóvenes supera el 16%. En el caso de los varones de hasta 29 años de edad, es del 16,6%. En las mujeres jóvenes sube dos puntos porcentuales más y la desocupación llega al 18 por ciento.